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Vista del Consejo de Guerra, 17 de enero de 1940, sintetizada grosso modo en apenas  un escaso folio. Ahí se lee que el fiscal solicita la pena de muerte para Miguel Hernández Gilabert como autor de un delito de adhesión a la rebelión militar. En cambio, el defensor propone que la pena sea rebajada en un grado. Pero, convulsión, inquietud y saña, se agrega una frase en el finisterre del texto: “Oído el procesado, manifestó lo siguiente: Nada”.  Mientras, el auditor que se ocupa de que las sentencias se ejecuten en tiempo y modo añade a la sentencia que condenaba a muerte al poeta oriolano lo siguiente: “Quedando en suspenso la ejecución de la condena hasta tanto se reciba el enterado de su Excelencia el Jefe del Estado”. Sic.

Mientras llega tal acuse de recibo…

Interesante e irregular literato – bastante mejor  periodista que novelista: La vida nueva de Pedrito o Pequeñas memorias de Tarín, por otra parte, muy superiores a la estrambótica Rosa Krüger -, Rafael Sánchez Mazas, una vida de película. Recientemente, Pedro José Grande Sánchez ha publicado, en SND Editores, Sánchez Mazas. Antología falangista. Mazas, desbordante e inaprehensible persona. Y personaje.

Y recordemos los difusos contornos entre realidad y ficción. La verdad de las mentiras, pues. En la sobresaliente novela Soldados de Salamina, Javier Cercas relata el incidente con el miliciano. El perdón en la mirada. Sánchez Mazas parece que escapó milagrosamente. Y partiendo de una enigmática carta recibida, Cercas relata las distintas entrevistas con personajes, algunos reales y otros no tanto, como los celebérrimos «amigos del bosque” que salvaron a un Sánchez Mazas medio ciego y hambriento de una muerte segura.

¿Realidad? ¿Ficción? ¿Esa conmiseración del soldado republicando tuvo algo que ver con la posterior decisión de Mazas sobre el destino de Miguel Hernández, el pastor poeta? Por mediación del escritor José María de Cossío, que había sido editor de Miguel Hernández en Espasa-Calpe, buscó a amigos “azules” influyentes dentro del gobierno de Franco. Entre ellos, clave, a Dionisio Ridruejo, a la sazón director general de Propaganda, que tenía por costumbre reunirse en la tertulia de la Academia Musa Musae, donde acudían el citado Rafael Sánchez Mazas (vicesecretario de la Falange), José María Alfaro y Adriano de Valle.

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…se aceleran las gestiones

Ridruejo escribió a José Ibáñez Martín, Ministro de Educación Nacional, para que solicitase a Franco, en parte para que no se repitiera el cruel asesinato de Federico García Lorca, que tantos quebraderos de cabeza había dado a la incipiente dictadura en el orden internacional. Dionisio Ridruejo escribió a Sánchez Mazas. Éste a su vez se lo pidió al Ministro del Ejército, José Enrique Varela, quien finalmente habló con Franco.

Francisco Franco aseguró que si estaba en la cárcel “era porque se lo había merecido”, pero finalmente decidió conmutarle la pena de muerte por la de 30 años y un día, que era la inmediatamente inferior. Sánchez Mazas, plantó cara al dictador ferrolano, indudablemente, contestándole ante sus dudas sobre lo excelente que era Miguel Hernández como poeta (aunque fuera nítido comunista). “Sí, es un gran poeta. Me puede hablar de todas las estrategias militares, pero no me puede hablar de si un poeta es bueno o no”. Más que probable contestación. Segura.

Las gestiones a través de Dionisio Ridruejo al final dieron resultado. El 24 de junio de 1940, el general Valera le comunica a Sánchez Mazas la citada conmutación de pena que “obligará al agraciado a seguir una conducta que sea rectificación del pasado”. Sic. A Miguel no se le comunicará el indulto hasta dos meses después, exactamente el 28 de agosto de 1940.

Es de bien nacido ser agradecido

De todas maneras, de no haber sido por los denodados esfuerzos de los anteriormente citados hoy estaríamos hablando de un fusilado más tras la victoria del bando “nacional”. Eso sí, muy enfermo, Miguel murió, o le dejaron morir. En la cárcel, claro. El 28 de marzo de 1942. El “agraciado” poeta no pudo “seguir una conducta” que fuese “rectificación del pasado”. En fin.

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Magistral documental sobre la vida y la obra de Miguel Hernández

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.