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En el contexto de una España quebrada, puede que a punto de desaparecer, recordamos, celebramos y honramos esta fecha que “ni se pisa ni se rompe” como dijera Blas Piñar en el primer número de la revista Fuerza Nueva, 4 de enero de 1967 (que dice mucho que dicha fecha se tuviera que defender ya entonces). Lo hacemos, porque es una deuda obligada de justicia y gratitud hacia quienes evitaron que la chusma masónica y marxista tras la Elecciones de febrero de 1936, amañadas y con gravísimas irregularidades tanto en su celebración como en el recuento de votos, hiciera posible el propósito que había expresado Lenin, y que en España se sostenía en primera línea por el PSOE: “A Europa hay que tomarla por detrás, por la Península Ibérica”. De ahí el sentido y la significación de la fecha que hoy recordamos, celebramos y honramos, no otro que la defensa, y con alcance universal, de todo el legado de la civilización occidental, la civilización cristiana.
Franco la define con exactitud: “Nuestra guerra no es una guerra civil, una guerra de partidos, una guerra de pronunciamiento, sino una Cruzada de los hombres que creen en Dios, que creen en el alma humana, que creen en el bien, en el ideal, en el sacrificio, que luchan contra los hombres sin fe, sin moral, sin nobleza” (Declaraciones a “L´ Echo” de París, 16 de noviembre de 1937).
Hablamos de una gesta que con total sentido conceptual hay que calificar de Cruzada por lo que el Bando Rojo quiso destruir, y finalmente salvaron nuestros gloriosos compatriotas alzados: la Fe y la Patria. Símbolos que se sostuvieron durante casi tres años de guerra hasta que finalmente llegó la Victoria, el 1 de abril de 1939, que inició una de las etapas más fructíferas de nuestra larga historia, la España bajo la autoridad indiscutida e indiscutible de Francisco Franco, Caudillo de España por la Gracia de Dios (porque Dios sí interviene en la Historia del hombre) y Generalísimo de sus ejércitos (que tan pésima y cobardemente le han tratado), artífice de una patria más justa, más unida, más libre, más prospera y más culta.
Ahora bien, ¿cómo puede ser que el acceso a la verdad de lo que fue el 18 de Julio de 1936 sea tan complicado a 84 años de su inició y que sus detractores sigan en pie de guerra? Pues, por lo que de sobra sabemos y hemos dicho en otras ocasiones con estas o parecidas palabras, porque el poder, en sus dos tendencias ideológicas: marxista (PSOE) y liberal (PP), ha utilizado la memoria haciendo un revisionismo intencionado y sectario de la historia, pese a que ésta, por su propia naturaleza, no puede ser interpretada fuera de la libertad de conciencia y de cátedra. Y esa memoria hecha de mitos, impresiones y evocaciones es un texto que viene soportando todo: omisiones, reescrituras, añadidos, ambigüedades, etcétera. Que es por lo que algunos se empeñen en ofrecernos determinada impresión de cómo sucedieron los hechos, estampando afirmaciones muy personales y muy arbitrarias, cuando no llenas de odio, rencor y revancha. Y tal es la quiebra que hacen de la historia estas gentes, que hasta se atreven a fabricar la de estos últimos cuarenta años de España con el mayor desprecio a la verdad y sin importarles que muchos la hayamos vivido.
Serios y comprometidos…
¡Honor y gloria a los alzados el 18 de julio!
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