18/12/2024 04:53

Más aún que los males violentos, los que nos marcan son aquellos persistentes y cotidianos, que toleramos porque, formando parte de nuestra rutina, nos consumen tan implacable y sigilosamente como el transcurrir de las horas adversas, perdidas, que frustran e inyectan de desesperanza con solapado y cauteloso devenir.

Durante estas últimas cinco décadas, en España, esos males llevaderos han consistido en dejar que los demonios de apariencia doméstica anden sueltos, con lo cual nuestra convivencia -el mundo- se ha revuelto más aún si cabe. Lo peor es que este mal es distinto a los vividos antes por la humanidad, pues está además inyectado de repugnante perversión, y que es de temer que el daño se multiplique exponencialmente. Porque ahora creen los Señores Oscuros que ha llegado la hora de recoger lo que llevan muchas décadas sembrando: la venganza y el aborrecimiento contra la humanidad, contra la divinidad y contra la vida, conceptos y realidades que ellos odian.

Y contra estos diablos, diablesas y demás demontres que, ante nuestras incrédulas o indiferentes miradas, se vienen paseando con impunidad por campos y ciudades, España carece de estadistas y carece de intelectuales sabios, capaces de ejercer su natural influencia sobre la sociedad, en general, y sobre la formación de la opinión pública, en particular, despertándolas. España, tras la muerte de Franco, con los señuelos de la tramposa democracia, puso en el viento su esperanza, y sembrar esperanza en el viento ha tenido como consecuencia recoger desalientos, calamidades y llantos.

En vez de intelectuales genuinos, lo que mayoritariamente nos ha traído la Farsa del 78 -aparte de los intelectuales áulicos de nefanda mención- son bienintencionadas programaciones con tertulianos supuestamente eruditos e imaginariamente informados, de verbo fácil y preciso y conciencia presuntamente insobornable, de teórica calidad humana, hipotética fortaleza de espíritu y caballerosidad cabal en apariencia. Participantes expertos, argumentadores rigurosos, con tácita independencia de criterio e implícito compromiso inequívoco con todo código de principios…

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¿Y? Pues eso, que, salvo escasas y dignas excepciones, al cabo de la trenza sólo tenemos su redundante y cojonero bla, bla, bla… O lo que es lo mismo: teoría, virtualidad y apariencia. Un monótono mirarse al obligo y un recurrente escucharse a sí mismos, esos son los posos que al final del programa quedan en la copa. De ahí que nos digamos: o estos representantes de la inteligencia nacional no entienden el juego y por eso malgastan las tribunas a su disposición, desechando las cartas buenas y declinando buscar soluciones al desastre, con lo cual no serán tan idóneos y perfectos, o se están haciendo los bobos para entretenernos en el enredo. Porque, como decía aquél, cacarear es fácil, lo difícil es poner.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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