Señor presidente del Gobierno, España no se vende, no se intercambia, ni se desfigura, ni se deshilacha, ni se la hace desdibujarse, ni se la utiliza, ni se la corrompe, ni se la ataca, ni se la traiciona. Señor presidente del Gobierno, la palabra es sagrada, la promesa cierta, la mirada limpia, la verdad intransformable, la honestidad, la dignidad y el honor imperturbables y permanentes. Los principios y valores, la mejor herencia moral de la sociedad y son imperecederos.

Señor presidente del Gobierno, la decencia ha de presidir siempre el comportamiento de las personas, cualquiera que sea su condición y responsabilidad, y máxime si ostentan las máximas responsabilidades, entonces han de ser ejemplares en grado supremo. Es condición indispensable, y a partir de ahora habrá de ser también imprescindible.

Señor presidente del Gobierno, su comportamiento es exactamente lo contrario a las exigencias que describo y su día a día es el paradigma de todo lo que un presidente del Gobierno jamás debe hacer. Es muy triste y vergonzante tener que describir así a mi presidente y es muy leal, empero, al alto cargo que ostenta, tener que decírselo.

Señor presidente del Gobierno, su alta responsabilidad no puede dominarla su manera de ser o de entender la vida, ya que esta debe guardarla, anteponiendo todo, absolutamente todo, a los intereses de nuestra nación. Pero usted, hace exactamente lo contrario a lo que debe hacer.

Señor presidente del Gobierno, España es una gran nación. Es una nación de muchísimos siglos, una nación que enraíza sus orígenes en la gloriosa y heroica Numancia, cuna universal de la libertad y cuna de nuestra patria. Una nación que integra la filosofía.

Griega, el derecho, la ciudad, la ciudadanía, las infraestructuras, la religión, la lengua, y todo ese legado de Roma, una nación que supo acrisolar también otras culturas, para devenir gracias a nuestras raíces vertébrales católicas, en cauce y eje indispensable de lo anterior… Pero también después en nuestro descubrimiento americano e impulso primigenio de los derechos humanos, finalmente origen que dio luz universal a nuestra civilización cristiana y occidental y, por tanto, a la democracia.

Señor presidente del Gobierno, cuando el peso de nuestra historia y el legado de nuestra civilización es el que es, primero se ha de ser muy consciente de ello, segundo se ha de tener el mínimo aprecio a lo que somos y tercero, dándose todo lo anterior, es cuando uno puede empezar a plantearse una acción de gobierno que sea honrosa consecuencia de la altísima responsabilidad que España supone y que además representa.

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Señor presidente del Gobierno, teniendo las ideas claras y los comportamientos honestos, es cuando uno puede ejercer su mandato conforme a ideas de un signo o de otro, pues los grandes próceres de todas las ideas, digo todas, así han obrado siempre.

Señor presidente del Gobierno, cuando alguien sabe todo esto y además sabe cuáles han sido también los periodos oscuros y trágicos de nuestra historia se es aún más consecuente, si cabe, y trabaja sin descanso para hacer todo lo contrario a lo que usted hace, y se dedica exclusivamente a reavivar el tesoro de la reconciliación, del abrazo y de la paz que nos dimos ejemplarmente todos los españoles y donde participó tan importantemente su partido, junto a todos los demás, guiados por la ejemplar, generosa, e histórica acción del Rey Don Juan Carlos.

Señor presidente del Gobierno, cuando uno recibe el alto honor de ser presidente del Gobierno se desvive porque los españoles se unan y no se dividan, se fomenta la concordia y no la discordia, se impulsa el perdón y no el odio, se deja las manos tendiéndolas hasta la extenuación a quienes defienden la Constitución y la ley y promueven la paz entre españoles.

Señor presidente del Gobierno, cuando tantas familias españolas han sufrido el salvaje terrorismo se trabaja exclusivamente en reparar en deuda de honor y permanente, año tras año, y legando a hijos nietos y bisnietos y sus sucesores esa misma deuda de quienes hicieron, como nadie, posible nuestra democracia, y de quienes merecen el máximo respeto y honra.

Señor presidente del Gobierno, cuando en diversas partes de España como en Cataluña, o País Vasco o Navarra se está atacando la esencia de España con partidos con sus listas manchados de sangre, o partidos que han dado un golpe de Estado y reiteran diariamente volver a hacerlo y por quienes están perseguidos por la justicia en el extranjero, entonces, es cuando un presidente del Gobierno no deja pasar un solo segundo para que nada de todo ello suceda, y nunca comprar sus votos para poder existir gracias a la ignominia. Por desgracia, usted es socio, inductor, colaborador, promotor y amigo de quienes odian España. Prometió siempre jamás serlo.

Señor presidente del Gobierno, cuando un presidente del Gobierno dimite «provisionalmente» durante cinco días, previa carta a los españoles y donde los medios internacionales recogen que es por causa de investigación judicial a su mujer por presuntas cuestiones muy delicadas y después no la entrega a SM el Rey, que es el Jefe del Estado, y días antes recibe en Alcalá de Henares a SM el Rey en jarras y con las manos en los bolsillos, – además de la mala educación que supone -, para finalmente decir que sigue y por último decírselo a los españoles, tras una parte del discurso manteniendo el suspense y previo anuncio de punto y aparte y ataque a la justicia independiente así como a los medios libres… cuando eso es así, entonces usted ha decidido, aunque lo hace desde hace años, que no quiere ser presidente del Gobierno, o al menos lo que todo español normal y resto de europeos normales, entendemos y esperamos de un presidente del Gobierno.

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Cuando un presidente del Gobierno no tiene claro su deber y no antepone la mínima moral y dignidad para honrar su cargo, ese presidente ha de dimitir, y ese es indudablemente su caso. Cuando un presidente del Gobierno no asume lo que es España, ni antepone la paz y concordia de los españoles, ese presidente debe dimitir y ese es su caso.

Cuando un presidente de Gobierno no respeta el Estado de derecho, la independencia judicial, la división de poderes, la igualdad de todos, la libertad de medios y de expresión, la Constitución y la democracia, ha de dimitir y ese es su caso.

Cuando un presidente de Gobierno compra ignominiosamente su cargo a un prófugo de la justicia, que le dicta a cambio la ley de su amnistía y con un mediador internacional, así como a quien lleva sangre en sus listas, ese presidente de Gobierno no tiene calificación posible, y ese es su caso, y, por tanto, ha de dimitir por mínima dignidad, si es que conserva su rescoldo.

Amalio de Marichalar

Amalio de Marichalar: Carta abierta al señor presidente del Gobierno