Si a cualquiera de mis amables, apropiados e imprescindibles lectores se les acercara un marciano (un despistado) y les dijera: «¡Hola! ¿Qué tal? ¿Qué nuevas hay en España?», creo que la mayoría de ellos respondería, o podría responder: «No son nuevas, sino viejas. Sigue el canalla venciendo al prudente hasta tragarlo vivo; está libre el robar y el ser esclavo complaciente; pagan los pródigos y laboriosos, y heredan sus haciendas los vagos y demás desocupados; nadie está contento con la suerte, y los espejos reflejan hipocresías, traiciones y desánimos. La ignorancia se asienta en las poltronas con las alas prestadas o birladas de la sabiduría; el ingenio y la ciencia piden limosna y pierden la esperanza y la paciencia; la codicia y la envidia siguen ejerciendo su permanente oficio y la soberbia humillando como suele; huye del vicio la virtud y aquél de ésta; nunca faltan los pleitos, la justicia no existe, y todos, de mil modos, a su tiempo y con su cruz a cuestas, acaban en la muerte».
Lo cierto -con marciano o sin él- es que España es una idea ficticia o irreal para los socialcomunistas, para los separatistas y terroristas, y para tantos cómplices y mercaderes emboscados en el tejido social español. Una idea que hay que erradicar del imaginario común. España es un cadáver del que se alimentan todos los carroñeros y traidores, sean estos periféricos, políticos, financieros, peseteros mediáticos o pesebristas culturales y arribistas. En esta sociedad, si no perteneces a algún grupo, secta o cofradía pervertidora y antiespañola es muy difícil llegar a algo. El individualista o independiente suele acabar condenado al destierro.
Resulta preocupante la pérdida del yo en el ser humano, la manipulación a la que se le ha sometido en todos los órdenes. Antes la falsedad o la estupidez las fabricaba un individuo más o menos poderoso o un grupo concreto y reducido de poder, pero ahora se lleva a cabo industrialmente, se ha globalizado, es el mismo Sistema, con todo su bagaje y trompetería, quien se encarga de abducir a las multitudes, y eso es alarmante.
Vivimos una época triste en la que la verdad y la excelencia piden esperanzas y les dan desengaños. Como si ya no hubiera dioses en la tierra. «Cada hora en la sociedad -como apuntó Chateaubriand– abre un sepulcro y hace derramar lágrimas». Cuando los frenopáticos y los trullos vacían sus aposentos, y quienes los habitaban pasan a dirigir una nación o a pasearse por ella delinquiendo impunemente; cuando la justicia es un sarcasmo y la educación una trampa pervertidora, la convivencia se vuelve insoportable. Nadie con un mínimo de nobleza, de prudencia, de sentido común y de amor por la justicia y por la belleza puede vivir, sin sentir el alma herida, en una atmósfera mefítica como la que se respira hoy en España.
El caso es que en este escenario se viene representando desde hace casi cinco décadas la Farsa del 78, una época de tinieblas castigada por la violencia, la mentira y la estupidez. Hoy día la trascendencia es un desvalor. Luce lo supurante junto a lo amadamado y débil; lo séptico junto a lo buenista, ligero y comercial. La plebe no parece percatarse de que es muy distinto ser conocido que ser reconocido, y esto último según por qué y por quiénes. Estamos viviendo en un tiempo sucio, grosero y criminal, absolutamente despoetizado, y hay que regresar a la interioridad, a la religiosidad y a la aristocracia del espíritu. Y a la educación y a la justicia. O eso, o tenemos un problema, como lo tuvimos en julio del 36. Y cuando es imposible convivir -y eso es lo que ocurre siempre que gobiernan rojos y psicópatas, acompañados por sus cómplices-, de tal imposibilidad no se sale más que con guerra civil, o con milagro histórico. Porque la salud del pueblo y de la patria está en la razón y en la supremacía de la ley.
Autor
- Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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Creo que si no fuera porque el sistema 78 es una franquicia del sistema mundial 1945, bien supervisado por el judío Kissingher, ya habría sido desmontado. Pero se sostiene, se alimenta y se maneja desde fuera. Y se defiende con un poder inmenso.
Como decía John Fulton Sheen » Conservar el estado de gracia quienes tengan fe, y quienes no la tengan que empiecen a buscarla, porque en los tiempos que vienen solo habrá una forma de que las rodillas dejen de temblar, y será caer sobre ellas y rezar».
Apreciado compañero de este gran digital: sencillamente, muy bueno y muy bien dicho.
Exclente artículo en que se nos describe con toda claridad y precisión esta horrenda situación que padecemos y que es obvia para todo el que la mire de frente – si bien la mayoría de nosotros no sabría exprearlo tan bellamente – y me pregunto si será ése el motivo de la ceguera, más o menos alegre y despreocupada: pánico de comprobar hasta dónde llegan las raíces de los males de nuestra patria, que no se limitan, ni mucho menos, a ese personaje de falso doctorado y guapura cuestionable.
Aprovecho para agradecer al autor la palabra «amadamado», desconocida para mí hasta el momento.