17/06/2025 01:39

No, no y no. Sánchez no va a dimitir. No va a convocar elecciones. Nadie presentará una moción de censura. Nadie moverá un dedo y todo permanecerá igual. Lo contrario, justo, de la dinámica de Heráclito, la de que todo fluye y todo cambia. ¿Parálisis? No, en absoluto. Todo sigue sin más interferencias que la emergencia coyuntural de una situación harto conocida y, salvo ignorantes, perfectamente previsible.

Es increíble que nadie, en especial el espécimen periodista, haya aprendido que la política es de otra categoría, que forma parte de las naturalezas cuánticas y que, en rigor, no sigue ningún principio. Por eso la política es cínica. En efecto, todo cálculo resulta irrisorio, toda predicción es una adversidad y todo pronóstico se convierte en un desiderátum. Lo indeterminable, lo político, no se somete fácilmente a los parámetros ni de los sociólogos ni de los politólogos. Saberes ínfimos. Otra cosa es que no cesen de hacer hipótesis y paralogismos. No saben hacer otra cosa.

Pero no, lo repito, Sánchez no va a caer. No es una impostura sino, por el contrario y para los contrarios, su gran deseo en eco verberado que se tornará pronto en deseo frustrado. A eso se aspira: a clamar contra el cielo y a seguir esperando.

Lo repito, Sánchez se mantendrá en la Presidencia del Consejo de Ministro del Gobierno de España para mayor alegría de quienes le apoyan, que va desde lo más variopinto hasta lo más truculento. Son esos, quienes apoyan ‘al muerto’, quienes van a mantenerlo para seguir hasta el infinito. Como en la Batalla de Cuarte donde el Cid Campeador, una vez muerto, derrotó a los almorávides en su última batalla, en justa liza, arrojándolos hasta las profundidades del mar.

Aquí el apólogo fantástico es de peor condición: se confunde el deseo con la realidad y el periodista se convierte en político frustrado o, peor, en bufón que sostiene un régimen corrupto ocultando el gran misterio de nuestra contemporaneidad: que Feijoo será aún peor, que la deconstrucción, local y mundial, que está en curso no necesita dirigentes ´democráticos` ni partidos políticos de un sistema que ya actúa por inercia, sin proyecto, sin dirección, sin un sentido exacto por el que orientar el curso de las acciones políticas de una nación muerta, de una Unión Europea en descomposición, en un universo occidental que aspira a no perder lo poco que tiene.

Es también toda la oposición la que apoya el Gobierno de Sánchez, es todo el espectro político, sin excepciones, la que sostiene este Gobierno que ya no sabe cómo gestionar la descomposición de los servicios públicos ni cómo contener el endeudamiento envenenado que recorre todas las venas de la nación. Todo el sistema de partidos políticos es enteramente solidario con esa realidad de imposible solución y todos los partidos, lo repito, sin excepción (para los que mantienen sus esperanzas en Vox), coadyuvan para que todo este entramado estructural (de crisis fiscal, endeudamiento endemoniado, retroceso de servicios públicos, etcétera), delicadísimo, no caiga.

¿Qué responsabilidad concurre para que todos los partidos, en esa asistencia desinteresada y solidaria para con el Estado, estén implicados tan íntimamente en la misma política de perpetuación y de contención en que están desde hace más de dos décadas? Todos son hijos del sistema, de régimen del 78 y el último invento que se han dado para reavivar este Estado zombi es crear una dualidad inventada, una dialéctica artificial: la de aquellos, en primer lugar, que quieren desmontar el régimen del 78 y la de aquellos otros, en segundo lugar, que parecen oponerse. Es una gigantesca ficción, de elaboración periodística, que parece explicar lo que, en rigor y en el fondo, no es más que un agotamiento irreversible de un modelo analógico (democrático) que ya no tiene ni más ni mayor capacidad para estructurar y proyectar sentido pero que, al mismo tiempo, ya no dispone ni de medios económicos ni de recursos, públicos o privados, paliativos para mantenerlo. La democracia posmoderna ya está agotada.

Bien, que caiga Sánchez. ¿Qué panorama tendremos en lo local y en lo mundial? Una desaceleración de los procesos de descomposición de la democracia muerta. Los presidentes de los diferentes gobiernos ‘democráticos’ están concebidos para alimentar la ilusión de una población estulta y abocada al sacrificio. Resulta indiferente sustituir un Presidente por otro. Todos son perfectamente intercambiables. Mientras que antes el objetivo del Estado era la preocupación por ‘su’ población (salud, consumo, educación, salarios, cultura, etcétera), en la actualidad el nuevo objeto del Estado es ir contra su población, al concebirla como un parásito extraño, tóxico, dañino, sobrante y que debe ser exterminado selectivamente hasta un número asumible.

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¿Disminuirá el endeudamiento? No es previsible porque se avecinan las tensiones que van a producir el aumento en el PIB de los gastos de defensa.

¿Disminuirá el desempleo? No es previsible que la eliminación del trabajo retroceda ante una ascendente implantación del capital fijo, el de las máquinas y la sustitución del hombre por el algoritmo.

¿Tendremos un nuevo proyecto político distinto del de una Unión Europea en fase de putrefacción? EE.UU. está empecinado en implantar mundialmente el modelo de guerra proxy. Así tenemos la intervención militar de Israel contra Irán, de modo que sea el gobierno ‘aliado’ externo quien ponga los equipos, la logística y los hombres para atacar a un tercero (EE.UU. podrán la geoestrategia y la inteligencia de los sistemas). Ese modelo servirá para sustituir la preferencia de Alemania dentro de la OTAN por una Polonia que se muestra con fervor partidaria de sacrificar a los suyos contra Rusia por aquello de que el rencor y el odio, cuando interviene en política, representa un holocausto imparable.

Sigamos con nuestro ámbito geográfico. Sánchez ha salido del Gobierno y entra Feijoo. Se enfrentará con dos opciones perfectamente definidas: una, sin ambages, seguirá el sendero del curso político marcado por el gobierno de Sánchez y sus apoyos. Por ahí, sinceramente, la sustitución no proporciona ninguna ventaja (es cambiarte la taza de café roja por una taza de café azul). Vamos bien hacia el hundimiento con la única diferencia de que se suscitará a los sectores pseudo-subversivos a un levantamiento contra la ‘derecha reaccionaria’.

También, cosa discutible por la experiencia recibida, el nuevo Gobierno podría destinar la mayor parte de sus energías a desmontar leyes del anterior Gobierno y sustituirá, aquí y allí, en ámbitos privados y púbicos, unos individuos de un color por otro. Pero mantendrá intactos la inmensa mayoría de retos que le asaltarán por doquier que son, por lo demás, aquellos que el Gobierno actual no sabe, no puede o no quiere acometer (déficit crónico, endeudamiento privado y público, pensiones inviables, asistencia sanitaria pública, vivienda imposible, valores caóticos, calidad y cantidad del empleo, educación deformante, posicionamiento geopolítico marginal, estructura territorial segmentada, justicia subordinada, expansión de un funcionariado innecesario e inepto, tránsito de lo analógico a lo digital (empresas, vehículos, ámbitos domésticos), política energética, del campo, de las nuevas formas de comercio, de las finanzas, de la fiscalidad, etcétera).

Lo hemos de repetir una vez más, ningún partido político del sistema partitocrático tiene por misión ni por finalidad asumir no ya la regeneración democrática (¿qué es eso sino cuestionar el régimen del 78 en sus mismos cimientos?) ni siquiera liderar una transmutación de la nación hacia metas diferentes a las marcadas por los nuevos contenidos de una economía proyectada hacia la extinción de los trabajadores (diseñada por las máquinas y los algoritmos), de las nuevas formas de la soberanía sin el anclaje un territorio predefinido, de los equilibrios presupuestarios imposibles, de las alternativas al Estado del Bienestar en degradación imparable, de la disminución demográfica y la de sus reemplazos subrepticios, de la contención de la brutal volatización de los valores y de las moralidades en sintonía con polaridades propias de nuestro ámbito histórico, religioso y de pensamiento.

Para llevar a cabo iniciativas políticas de ese orden se precisa un diagnóstico certero y que la población lo exteriorice por una resistencia perfectamente detectable… lo que no sucede en estos momentos. Las pasiones humanas son tan poderosas que resulta inviable la realización de todo proyecto político que pretenda fundamentarse en lo contrario. Y la población se siente atraída y fascinada por el vértigo de su propia destrucción (es la consecuencia de carecer de la ilusión vital). Toda la población relevante y, en especial, los de menos de 35 años se han percatado perfectamente de dos hechos relevantes: que son finitos y que no hay nada por lo que vivir y, por tanto, nada por lo que morir. Punto cero de la civilización.

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Esa es la clave de bóveda de toda la nueva política de imposible realización en España (y en el resto de occidente), la de luchar no tanto contra una población subyugada por el modelo sociológico de sometimiento vertical (lucha de clases, ricos y pobres, etcétera) como luchar contra una población estructurada por el modelo de la pandemia. Es decir, el modelo por el cual el Estado procede al sometimiento radical de la población amorfa mediante el miedo y la aplicación implacable de las medidas ‘de expertos y científicos’ que proyecta un Gobierno despótico. Ese es el modelo actual, un modelo que está rigiendo el funcionamiento de los Estados, omnipresente, es ubiquitario y que responde, en perfecta sintonía, a los instintos de una población gregaria convertida en recurso final para el funcionamiento de los ámbitos de la información y de lo digital, la del consumo como metafísica de las materialidades, la de la sexualidad como vertebración y atrofia de las personalidades trastornadas…

Esta población ya no necesita democracia posmoderna, ni dirigentes mediocres de un sistema de partidos políticos que dedican con pasión a repartirse una parte nada despreciable de las rentas que hurta el Estado a sus pobladores mediante una fiscalización salvaje.

¿Entonces?

Me vuelvo a repetir aunque me desangren con virulencia las opiniones contrarias: Sánchez no cesará, se mantendrá incólume pese a todo ese marasmo denso de deseos frustrados que ahogará a más de uno, y se perpetuará sine die todo lo que pueda y más allá, como excelente político puro que ha demostrado ser frente a los melifluos y alfeñiques de eso que pomposamente se denomina ‘oposición’.

-¿Por qué quiere que siga Sánchez?

-Porque está en perfectas condiciones de agotar todas las energías restantes del país, de desmontarlo de norte a sur, de acelerar los procesos de desestructuración que, en el fondo, representa el proyecto inherente de toda democracia posmoderna. A partir de ahí, tal vez, pueda devenir un medio menos indolente, un medio vital donde se abandone a cada uno a su íntimo y propio ideal. En suma, que el Estado o la máquina o lo que diantres sea, no absorba al individuo.

-Pues yo creo que Feijoo, con la colaboración de Vox, será positivo porque va a cambiar este panorama que Usted nos presenta como nuestro triste destino.

-En lo inmediato, le repito, Sánchez seguirá el curso de la inercia en la que está atrapado. No hay articulada una alternativa política que se proyecte más allá de la democracia posmoderna. Ese es el gran problema esencial y no me pregunte por qué. Por tanto, le describo dos momentos temporales: Sánchez y sus adláteres agotarán sus energías políticas, destrozando todo lo que puedan las estructuras públicas (y las privadas) que organizan a la población y que merman o limitan la prioridad del orden político, es decir demolerá todo aquello que se resista a la ‘política’ clásica de los partidos políticos.

Y en un segundo momento, ya agotado, Sánchez será reemplazado por un Feijoo timorato que nos llevará al más absolutos de los vacíos existenciales, económicos y geoestratégicos. Porque su propio proyecto no difiere, en lo sustancial, del no-proyecto de Sánchez (con diferencias insignificantes). Tiene de positivo que la población, después de su ‘gran victoria’, perderá toda ilusión. Pero me pregunto: ¿cómo es posible que no la haya perdido ahora? La respuesta es muy sencilla: porque estamos en el seno de una sociedad analógica que no acaba de consumirse.

Más allá, existe un último aliento, un pasmo final, de esta loba en trance de muerte que es la democracia autoritaria y que se llama Ayuso. Pero no estamos hoy para historias de ciencia ficción. Esta es nuestra escena, la actual, y con la que tenemos que vérnosla.

-¿Y si Usted no tiene razón y Sánchez se marcha?

-Pues, la verdad, no será la primera vez que me equivoco. Pero, téngalo claro, lo que viene será peor porque es lo mismo.

Autor

Jose Sierra Pama
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