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Lo más curioso que trajo el crimen de Estado, el asesinato salvaje, la muerte de Calvo Sotelo, fue el miedo que se apoderó de todos los españoles. Bueno, el miedo, y la división que se produjo en todos los sectores de la vida española. Porque aquella jornada del 14 de julio ya comenzaron los Hunos y los Hotros a tomar posiciones, a buscar refugios, a cambiarse de residencia, a preparar las armas, a comprar munición y a concretar quiénes eran los amigos y quiénes los enemigos. El miedo que se apoderó de todos como un virus, como una epidemia, como este coronavirus que nos tiene acollonados a todos desde marzo.

Como pudo verse en las primeras páginas de los periódicos del día siguiente, ya que todos, desde «El Sol» a «La Vanguardia», incluyendo a «Crisol», «El Debate», «La Voz», «El Liberal», «La Nación», «El Siglo Futuro» «ABC», «Luz», «La Libertad» coincidieron con un titular idéntico: «¡ES LA GUERRA!»… Incluso el nombre de Calvo Sotelo, el asesinato y hasta la foto del cadáver pasaron a ser la segunda noticia del día… ¡Porque la noticia era ¡la guerra!… ¡y, ciertamente, fue la guerra! Como se supo después aquellos días que pasaron entre el 13 y el 18 de julio las carreteras y las fronteras españolas tuvieron más tráfico que en todos los años de la República. Familias enteras que abandonaban sus domicilios, otras que cargaban sus coches y se marchaban, vía Extremadura hacia Portugal, vía Aragón y Cataluña hacia Francia…o a la finca, o a la casa del vecino… o remodelaban las «Casas del Pueblo» o se sacaban y se limpiaban las escopetas. Sí, la muerte de Calvo Sotelo era la guerra. Y lo fue.

Pero a mí me impresionaron las reacciones de algunos de los hombres más importantes de aquella España. La de don Manuel Azaña, a la sazón, y en ese momento, segundo Presidente de la República:  «Cipriano, dimito ¿sabes lo de Calvo Sotelo?- Sí lo sé. ¡¡Están locos, locos de remate!!… ¡Ese crimen es la guerra…y yo no quiero guerras! Organiza cuanto antes un viaje de urgencia y nos vamos a la casa esa que has alquilado en Suiza… Dimito y nos vamos. No estoy dispuesto a convivir con locos y… a partir de hoy, asesinos».

Don Miguel de Unamuno: «Lo dije en 1931 y lo digo hoy con más razón. Esta gente de izquierdas son como una jauría de lobos que en las tinieblas y entre aullidos barruntan la presa… pues ya han cazado su presa, el pobre Calvo Sotelo… ahora a esperar lo que viene.. que ya lo gritan los niños en las escuelas: «no queremos catecismos, queremos comunismo». Que Dios nos coja confesados».

Y don José Ortega y Gasset: «Dios ¿y cómo podemos hablar con estos asesinos? Porque está claro que lo que han hecho con Calvo Sotelo es un asesinato animal, trágico. Aquí ya no hay salida: O ELLOS O ESPAÑA».

Señores, amigos todos, me llamareis pesimista, creeréis que esta España no tiene nada que ver con aquella España, pero viendo lo que está haciendo el señor que okupa la Moncloa y que ayer mismo hizo o dijo en el Debate de la Nación ya no hay otra salida y mucho menos la de los paños calientes del moderadito Núñez Feijóo. Aquí ya no hay otra salida “O ELLOS O ESPAÑA”.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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