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Al pan, pan y al vino, vino: desencuentro y punto. No podemos negar que el arrogante approach de Sánchez hacia un desconcertado y perplejo Biden en el «pasillo de la fama» de la OTAN no ha sido más que aquel intento de última hora en la discoteca del lugar para probar suerte con el pibón de la pista. Con o sin cubata, había que intentarlo. Por un beso o una foto, ¡ma-to!, como diría aquella.
Con la facilidad que este gobierno ha tenido para manejar la lengua a su capricho y las sumisas e incrédulas tragaderas del pueblo con «novedades» y perspectivas lingüísticas de asesores y adláteres gubernamentales, no es de extrañar que, a estas horas, alguno (paso de opciones vocálicas y de géneros), al leer el titular de marras y ver la foto en las noticias, se venga arriba con lo del encuentro, reunión o intercambio bilateral. ¡Agua! Nada de nada. Ahora bien, portadas de los medios serviles a toda página van a sobrar. Tiempo al tiempo. Poderoso caballero es don Dinero y, con la pasta por delante, las rotativas se vuelven generosas, dóciles y benevolentes con la voz del adinerado amo.
Sin descartar el chupito antes de arrimarse, la «grandiosidad» de don Pedro ha sido eclipsada, empequeñecida, ninguneada en escasos pasos, metros y palabras. Si no sabes torear, Manolete, ¿para qué te metes? No ha hecho falta nada más. ¡Ah, sí! Un sutil toquecito de mano izquierda, no exento de siniestro desapego, en la espalda para espantar la soberbia que se cernía sobre el acaparador mandatario estadounidense sin necesidad de gestos, llamadas o indicaciones a los machacas de turno. Un «Mr. Sánchez, leave me alone!» habrá sido la certera respuesta del yanqui para, del tirón, quitarse de encima al pelmazo de turno. ¿Recuerdas lo de la discoteca cuando no pillabas cacho? Pues eso, lo mismo.
Y obviando símiles taurinos, discotequeros o etílicos, lo del ínclito Sánchez ha sido un ridículo en toda regla, lo pintes como lo pintes. El furtivo y grotesco asalto ha sido de tal calado que, de manera inesperada, ha conseguido dotar de un aura adicional a la figura de un Biden recién reforzado por el «vigoroso» estado de salud a sus 77 primaveras según reza el extenso informe médico del Dr. O’Connor. Si querías caldo, Pedro; Biden, sin duda, se ha tomado las dos tazas antes de, virtualmente, brindar con té con Mohamed VI como hicieron en aquel foro mundial de Marrakech en noviembre de 2014 para tratar cuestiones del Sáhara Occidental o la situación en el Sahel y Oriente Medio. De casta le viene al galgo.
Sánchez y su propósito, o el del «ilustre» y errático Iván, se han quedado sin sustancia, sin caldo, sin alimento con el que resucitar una imagen de regional preferente cuando pasea su porte por pasillos internacionales en los que, al menos, evita los merecidos abucheos y gruesos insultos como consecuencia de sus nefastas políticas nacionales en asuntos territoriales, migratorios, sociales, económicos, judiciales o su laxitud con el independentismo y cuestiones terroristas. Sánchez se ha convertido en el paria de estos saraos, en el pelagatos de unos eventos, en los que, para más inri, la flojedad y falta de rotundidad del séquito que le acompaña no hacen más que atenuar la debilidad de España en el escenario internacional.
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