No pueden aborrecer seria y racionalmente al Caudillo Francisco Franco porque ni tan siquiera le conocen en absoluto, ni saben nada de su Régimen católico nacional, ni de sus incomparables logros. La ignorancia es tal, y no solo de ese brillantísimo episodio de la historia de España, sino también de otros, que incluso la gente que pasó por la universidad no se libra de la patética e irracional falta de cultura (si se les preguntase porqué odian a Franco y su régimen, no sabrían dar una respuesta racional, sincera y coherente. Es como Jn 15, 25 para los que aman verdaderamente a Dios, y Franco fue tan de Cristo, tan católico y ejemplar, ahí están sus frutos para corroborarlo, que el odio que acumuló sobre sí mismo durará todo lo que dure el mundo, Dios quiera que poco). Lo único que creen saber de Franco es lo que les han contado por la diabólica tele los políticos, especialmente los rojos (y refrendado por los demás con servil reverencia), y lo que han visto en la putrefacción del cine, es decir, justo lo contrario a lo que Franco fue para España, una bendición por la Gracia de Dios. Ni la inmensa mayoría de los que lucharon contra él y permanecieron aquí en su derrota sin huir, como sí huyeron sus líderes cobardes que exigían «resistir», negarían sus logros y que estaban totalmente equivocados respecto a él y lo que de él dijeron durante la Cruzada marxistas y antiespañoles. Y eso es algo que rojos y antiespañoles de hoy no pueden soportar (como el demonio no soporta la verdad), que la victoria de Franco se extendió a los que «perdieron», que Franco venció, pero sobre todo, convenció. Mal que les duela a quienes les duela. Y eso es algo que no pueden tolerar que se sepa, por eso han impuesto una ley dictatorial, policial y terrorista de «historia» (propaganda) a conveniencia roja y antiespañola. Y los de derechas, como ni les va ni les viene España, sino solo los negocios que en ella tienen, secundan casi sin rechistar ese tipo de leyes. La derecha no derramó una gota de sangre por España, aunque muchos crean con engaño que la Cruzada fue entre derecha e izquierda, cuando fue entre los que están con Cristo contra los que están contra Él (ultra extrema derecha contra rojos y antiespañoles. La derecha huyó y se desentendió).

Para odiar y aborrecer a alguien hay que conocerle, al menos, pues de lo contrario se odia y se aborrece a lo bueno y santo sin saberlo por acción del demonio seductor. Y la mayoría de españoles (y no digamos ya a ese tercio de población que no lo es, pero que tienen dni para votar, es decir, inmigrantes o hijos de inmigrantes, la mayoría sin vínculo histórico alguno con España y sí con naciones furibundamente enemigas, como Marruecos) no conocen, ni saben nada y, lo que es peor, no quieren saber absolutamente nada de Franco y su Régimen, ni de la grandeza de España, por pereza, desidia, falta total de fe, odio insensato e irracional inoculado, falta de nobleza y de valores espirituales y por abundancia de deseo de hedonismo ególatra y egoísta total, como también es aún mucho peor y más grave que no quieren saber nada de Dios en absoluto. Y sin Dios no se puede dar ni un paso.

Los españoles de las últimas generaciones, similarmente a los de las demás naciones de occidente a las que por desgracia han tendido a parecerse en el último siglo (estupidez suicida), asemejan mucho a Adán y a Eva, que desconfiaron de Dios, en quien debían confiar plenamente, y confiaron con plenitud en quien les sedujo, en el demonio, padre de la mentira (y, por tanto, de la política), que prometió hacerles reyes en el «paraíso democrático» («Todo esto te daré si postrándote ante mí, me adoras». ¿Y qué fue lo que traería la demonio cracia? Pues supuesta prosperidad como se veía en la tele de «Europa» y «USA», eso mismo. Por eso se pasó de la ley a la contra ley). La tolerancia con la mentira ha sido tal desde 1976 (año de la reanudación política de la guerra contra Dios y los suyos), que no sería de extrañar que generaciones enteras ardan casi sin excepción para siempre en el infierno si no se arrepienten con dolor y contrición, al menos, a última hora, cosa improbable, porque hoy hay una sobredosis de soberbia persistente nunca antes vista. Desde luego que España necesita una penitencia brutal por todas las maldades que aquí se llevan perpetrando desde ese fatídico año, contra Dios y contra todo lo bueno y santo. Pero Dios Todopoderoso, que es infinitamente bueno y misericordioso, que no olvida a los suyos y a su nación evangelizadora, salvará España contra todos sus enemigos, los políticos de todo signo, que la han llevado a ésta situación de ruina material y moral con sus pervertidos votantes. De eso ningún católico debe tener la más mínima duda si verdaderamente lo es (Jesús, en Tí confío).

Debería publicar su lúcido comentario como artículo.
Lo merece.