Getting your Trinity Audio player ready...
|
Alfonso Molina Brandao, alcalde de la Coruña de 1947 a1958.
Una Coruña enlutada, dolorida y silenciosa, recibió en masa los restos mortales de su popular y querido alcalde, a su llegada a la ciudad, a las 12 del mediodía del 27 de noviembre de 1958. El comercio, las oficinas y las industrias habían cerrado sus puertas, para sumarse así, a una jornada triste e histórica, donde las banderas de edificios oficiales, entidades y sociedades recreativas y deportivas, lucieron a media asta. Ante el túmulo erigido en el salón de sesiones del palacio municipal, desfilaron coruñeses, de toda clase y condición, para dar el último adiós emocionado a un alcalde ejemplar, muy querido por su pueblo, después de ejercer como primer mandatario de la ciudad más de once años. Los alcaldes populares difícilmente nacen de las urnas, porque los alcaldes que nacen del sufragio llevan siempre consigo la impronta de las pasiones.
Alfonso Molina fue un alcalde de todos y para todos. Consiguió hacer de La Coruña una capital moderna y elegante. Su muerte acaeció, de modo repentino, cuando ya se aprestaba a regresar a La Coruña, después de haber tomado parte en el VII congreso Interamericano de municipios, celebrado en Río de Janeiro, en noviembre de 1958.
En su última tarjeta, con una vista nocturna de la bahía de Guanabara de Rio de Janeiro, enviada desde el gran hotel Excélsior de la ciudad brasileña, y destinada a su cuñado Ángel Rego, con fecha del lunes 17 de noviembre, afirmaba que había finalizado el congreso, el cual había resultado muy bien y donde había aumentado sus amistades. Que había sido espléndidamente tratado con magníficos banquetes y recepciones. Que se encontraba muy bien, a pesar del calor tropical. Contaba que tenía pensado visitar Brasilia, Petrópolis y Sao Paulo, algo que haría, regresando a Rio de Janeiro el domingo 23 de noviembre, para emprender viajar a España el martes 25. Ese martes, el alcalde del municipio coruñés de Santa Comba, gran amigo de Alfonso Molina, recibía desde Rio de Janeiro un telegrama de un íntimo amigo de ambos, que le decía: “Alfonso gravísimo. Derrame cerebral. Ingresó en Beneficencia Española. Bien atendido. Esperase falta desenlace”. El alcalde, profundamente impresionado, visitó al teniente de alcalde del ayuntamiento de La Coruña señor Fuentes Otero, a quien comunicó la triste noticia.
El motivo del fallecimiento del alcalde Molina, según explicaría con posterioridad, a los medios de comunicación, el director del banco de crédito local José Fariña Ferreño, presente también en aquel congreso Interamericano de municipios, fue una angina de pecho. Inmediatamente Alfonso Molina fue trasladado al hospital de la beneficencia española, donde sufriría un derrame cerebral, que acabaría con su vida.
Fariña Ferreño relataría los últimos días de vida del alcalde Molina, en aquel congreso Interamericano de municipios. Además de asistir a todas las sesiones de congreso, Alfonso Molina se bañó todos los días en la gran playa de Copacabana. Visitó Sao Paulo, Brasilia y Petrópolis. E incluso tuvo tiempo para realizar gestiones a cerca del presidente del Flamengo de Rio, a fin de que su jugador Adrualdo Barroso da Silva, “Duca”, fichase por el Deportivo de la Coruña. Duca había participado con su equipo el Flamengo, en la edición del trofeo Teresa Herrera, de aquel año 1958, disputada en el mes de junio en el estadio de Riazor de La Coruña, enfrentándose al Nacional de Montevideo, que se haría con el decano de los trofeos españoles, al derrotar a los cariocas por 2-1. El tanto del Flamengo lo marcó Duca, qua asombró con su excelente juego. La muerte de Alfonso Molina echaría por tierra aquella operación deportiva y Duca acabaría firmando, al final de la temporada 58-59, por el Real Zaragoza, donde jugaría por espacio de siete temporadas.
Tras conocerse la noticia del fallecimiento del alcalde Molina, centenares y centenares de telegramas fueron llegando al Ayuntamiento de la Coruña, entre ellos uno enviado por el Jefe del Estado Generalísimo Franco y su esposa Carmen Polo, que remitieron también otro a doña Evarista Brandao, madre del alcalde Molina, que decía textualmente: “Profundamente conmovidos por la noticia del fallecimiento de su hijo Alfonso (q.e.p.d) le expresamos nuestra más sentida condolencia por tan irreparable pérdida. Francisco Franco y señora”. Un incalculable número de coronas y ramos de flores, llegados desde todos los lugares de España y de algunos del extranjero, fueron llenando los bajos del palacio municipal donde seria instalada la capilla ardiente.
Los restos del malogrado alcalde llegaron al aeropuerto de Barajas de Madrid, a las diez menos cinco de la noche del 26 de noviembre, a bordo de un avión de la compañía IBERIA, Lockheed L-1049 Super Constellation, que realizaba rutas transoceánicas y a cuyos mandos iba el comandante, medalla Militar individual, obtenida en la guerra de liberación española de 1936-39, y gran amigo de Alfonso Molina, Teodosio Pombo Alonso-Pesquera. Fueron recibidos en el aeropuerto por el ministro de Aire, teniente general José Rodríguez Díaz de Lecea, acompañado por numerosas autoridades y personalidades, entre ellas, los jefes de las casas civil y militar del Jefe del Estado, conde de Casa Loja y teniente general Carlos Asensio Cabanillas, junto a más de mil madrileños y coruñeses, residentes en la capital de España, entre los que destacaban los miembros de la peña Chicote, de la que el malogrado alcalde coruñés era miembro, así como amigos personales de Alfonso Molina como el almirante Nieto Antúnez; Pedro Barrié de la Maza; el presidente de la Diputación provincial de Madrid, marques de la Valdavia; el escritor Mariano Tudela; el productor cinematográfico Cesáreo González; el director general del Instituto Nacional de la Vivienda, Enrique Salgado Torres; el empresario José González Chas; el actor Fernando Rey;; el director del banco de crédito local José Fariña Ferreño; el cuñado del Jefe del Estado, Felipe Polo Martínez-Valdés; el coronel Mosquera Palleiro, entre otros. También se hallaba presente la señorita Charo Ferro, novia en aquellos instantes del alcalde coruñés.
Ya en tierra, el primer teniente de alcalde del ayuntamiento de la Coruña, alcalde en funciones, Enrique Vilariño, junto a varios concejales, se hizo cargo del féretro, a fin de trasladarlo a La Coruña por carretera. Se colocó en una furgoneta funeraria, mientras el párroco del aeropuerto de Barajas rezaba un responso. Antes de partir la comitiva, el subsecretario del ministerio de la Gobernación, Luis Rodríguez de Miguel, entregó al alcalde accidental de La Coruña señor Vilariño, la Gran Cruz de Beneficencia, que le había sido concedida a Alfonso Molina, a título póstumo, por el gobierno de la Nación.
A las once de la noche, la comitiva fúnebre, de la que formaba parte el alcalde accidental de La Coruña Enrique Vilariño, acompañado por los concejales Moyano, Trillo, Armesto y Sáez Alfeirán y los funcionarios municipales Rafael Barros, Ricardo Lago y el chofer del alcalde Molina, César Sabino, emprendió viaje con destino a La Coruña.
A la mañana del día 27 de noviembre, las autoridades regionales, provinciales e infinidad de personalidades, se aprestaron a recibir en La Coruña el cortejo fúnebre, donde venía el féretro del alcalde Molina. Antes, la comitiva, se había detenido en Betanzos, donde por expreso deseo de su alcalde, Tomás Dapena, en la plaza del Campo de la ciudad de los caballeros, se rezó un responso. Allí estaba mi recordado amigo fraterno Pirulo Iglesias, montado en su moto Vespa. La moto en cuestión, abriría la comitiva y desde ella, el fotógrafo coruñés, el inolvidable Alberto Martí, que acompañaba a Pirulo, realizó unas históricas y únicas fotos de tan señalado acontecimiento.
Llegada a la plaza del Espino, también llamada de Madrid, de La Coruña de los restos mortales del alcalde Alfonso Molina Brandao.
Miles de personas acompañaron la larga comitiva de más de trescientos vehículos, entre los que se encontraban la mayoría de los taxistas coruñeses y que discurrió en dirección a la plaza de María Pita por la amplia Avenida de Lavedra, obra insigne del alcalde fallecido. A la entrada de la avenida se había colocado un monolito, que con el nombre de Alfonso Molina, rotulaba la gran avenida, inaugurada un año antes y que pasaba a denominarse, por méritos propios Avenida del Alcalde Alfonso Molina.
Allí recibieron al féretro el capitán general de la VIII Región Militar, Teniente General Gutiérrez de Soto; gobernador militar general Aranaz; teniente de alcalde Fuentes Otero, con toda la corporación municipal; autoridades civiles, militares y eclesiásticas con el Abad de La Coruña al frente; cuerpo consular, innumerables representaciones de entidades provinciales y locales, sociedades recreativas, culturales y deportivas, así como un ingente número de coruñeses.
En medio de un impresionante silencio, el féretro fue sacado de la furgoneta que le había trasladado desde Madrid y colocado en un coche fúnebre descubierto. El teniente de alcalde señor Fuente Otero, colocó sobre el féretro, que se cubrió con la Bandera Nacional, el bastón de mando de alcalde. El canónigo de la real e insigne Colegiata Don José Sardina Muiños, rezó un responso. Tras ello se inició la entrada oficial en la ciudad de la comitiva fúnebre, que discurriría por la gran avenida, plaza de Madrid o del Espino, Marqués de Amboage, Cuatro Caminos, avenida de Primo de Rivera, Linares Rivas, Sánchez Bregua, Cantones y avenidas de la Marina y Montoto, hasta la plaza de María Pita. La bandera Nacional con crespón negro, lucia en centenares de ventanas y balcones por donde pasó la comitiva. De igual manera, las aceras de todas esas calles estaban tomadas por una inmensa multitud, que en señal de respeto, se arrodilló al paso del féretro de su querido alcalde, musitando oraciones y llorando desconsoladamente en muchos casos.
La llegada del féretro a la plaza fue emocionante. Las miles de almas que abarrotaban María Pita, lo recibieron en completo silencio, roto solamente por los sollozos de los presentes. En la puerta del palacio Municipal estaban formadas la Guardia Municipal con uniforme de gran gala y gala, así como la banda de música municipal, que interpretó la marcha fúnebre de Chopin, en el instante, la una de la tarde, en que el alcalde accidental Enrique Vilariño y siete concejales, escoltados por ocho guardias municipales en uniforme de gran gala, sacaron el ataúd del furgón fúnebre y cargado sobre sus hombros, fue llevado hasta el salón de plenos, donde quedó situada la capilla ardiente, que presidian un Cristo Crucificado y una pequeña imagen de la Virgen del Rosario, Patrona de La Coruña, por la cual el alcalde Molina tenia especial devoción y a la que el día que tomó posesión como alcalde de La Coruña, el 4 de mayo de 1947, visitó en su iglesia de Santo Domingo, para rogarle su protección y ofrecerle el bastón de mando de alcalde con estas palabras :”Aquí Santísima Virgen te entrego esta vara para que con ella gobernéis por mí el ayuntamiento de La Coruña”.
El abad de la Colegiata rezó un responso, mientras que el jefe de protocolo del Ayuntamiento, el recordado Luis Antón y la que fuera secretaria particular del alcalde Molina, Carmen Faginas, colocaban sobre el féretro, la bandera Nacional y la de Galicia, así como la banda y el bastón de alcalde. De seguido se iniciaron los turnos de vela que abrieron las primeras autoridades, y que continuaron concejales y funcionarios municipales.
A las dos menos cuarto de la tarde, las puertas de la capilla ardiente se abrieron a los coruñeses, que de forma incesante, hasta la hora del entierro, quisieron dar el último adiós a su popular y querido primer regidor. Las escenas de pesar y lamento se fueron repitiendo ante la enorme afluencia de personas, de toda clase y condición, que pasaron ante el cadáver. En la puerta y vestíbulo del palacio municipal, se colocaron mesas de duelo, donde miles y miles de coruñeses estamparon sus firmas y dejaron sus tarjetas de pésame.
Sobre las cuatro de la tarde se cerró al público la capilla ardiente. El cardenal Fernando María Quiroga y Palacios, rezó un responso. Eran las cuatro y media de la tarde cuando, a la puerta del Ayuntamiento, el Gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, Evaristo Martín Freire, impuso, sobre uno de los lazos con los colores de la bandera Nacional, que rodeaban el féretro que contenía los restos mortales de Alfonso Molina, la Gran Cruz de la Beneficencia, que el gobierno de la Nación había otorgado, a título póstumo, al regidor coruñés. Por su parte el alcalde accidental, señor Vilariño, prendió en otro de los lazos del féretro la medalla de oro de la ciudad, concedida por acuerdo unánime de la corporación, reunida en sesión extraordinaria, mientras la banda de música municipal interpretaba el himno Nacional.
En la presidencia del duelo figuraban el capitán General de Galicia, teniente general Fermín Gutiérrez de Soto, que ostentaba la representación del Ministro del Ejército y el Arzobispo de Santiago, Cardenal Quiroga y Palacios. Detrás se situaron, el capitán General del Departamento Marítimo del Ferrol, Almirante Fernández Martín; el subsecretario del ministerio de trabajo, Graciá Martínez; el Gobernador civil, Martín Freire, que representaba al Ministro Secretario General del Movimiento; el presidente de la Diputación Diego Delicado, con delegación expresa del presidente de las Cortes Españolas, Esteban Bilbao; rector de la Universidad de Santiago; los presidentes de las otras diputaciones de las provincias gallegas; los alcaldes de las villas que fueron capitales del reino de Galicia; cuerpo consular, otras autoridades militares, civiles y eclesiásticas y representaciones de todo orden. Detrás la banda Municipal y el pueblo sin distinción de clases, pues su alcalde convivía con todos ellos como un ciudadano más, amigo de todos y paradigma de coruñés ejemplar a quien muchos de ellos, llamaban cariñosamente Don Alfonsiño.
El féretro del popular Alcalde Molina fue llevado a hombros hasta el cementerio de San Amaro por multitud de coruñeses. En la foto el turno es para la directiva del Casino de la Coruña con su presidente Juan Morros Sardá y el directivo Luis Caparrós en primer término.
Una manifestación multitudinaria de pesar como no se recordaba en la Coruña. Más de cien mil personas siguieron por las calles, desde la plaza de María Pita hasta el cementerio de San Amaro, el cortejo funerario. El féretro fue llevado a hombros por autoridades, directivas de sociedades, empleados municipales, empresarios y parientes de Alfonso Molina.
A las seis menos cuarto de la tarde, los restos de Alfonso Molina Brandao, llegaban a la puerta del cementerio de San Amaro. Tras el desfile de la Guardia Municipal, ante los restos de quien había sido su alcalde, estos eran depositados, a hombros de sus concejales, en el panteón familiar, situado en el segundo departamento del camposanto coruñés. El arzobispo de Santiago, Cardenal Quiroga y Palacios, rezó un responso por el eterno descanso de su alma y pronunció unas sentidas palabras de homenaje a Alfonso Molina Brandao.
El cuerpo de aquel coruñés de 51 años, ingeniero de caminos, canales y puertos, técnico en urbanismo, teniente honorífico en la guerra de liberación española, ingeniero de la Diputación provincial, presidente del Casino de la Coruña, procurador en Cortes, Consejero de ASTANO, cónsul de los países Bajos, Noruega y República Dominicana, nieto de Alcalde y once años y medio primer regidor de la ciudad, entraba ya para siempre en la paz de Dios. Quedaban en el recuerdo sus múltiples logros conseguidos para la ciudad.
El impresionante entierro del alcalde de La Coruña Alfonso Molina, a su paso por la plaza de España de La Coruña.
Alfonso Molina, soltero impenitente, aunque confesaba a sus íntimos que un fraile de Medinaceli le había recomendado contraer matrimonio, -de hecho aquel año 58 tenía novia-, fue una persona amable, dicharachera, simpática, habladora, magnifico gourmet. Con su talante había revolucionado La Coruña.
Su amistad personal con el matrimonio Franco-Polo hizo que saliese triunfante de muchas pugnas políticas. Su gestión tuvo muchos partidarios, pero también enemigos encontrados. Su enemistad con un gobernador civil, José Manuel Pardo de Santayana, fue muy conocida y comentada en la ciudad. Incluso llegó a hacerle esperar más de una hora en su antedespacho municipal. De ella también salió ganador y Santayana fue relevado por Graciá Martínez al frente del Gobierno Civil coruñés. Modernizó La Coruña hasta límites insospechados. Cuenta Alfonso González Catoyra en su libro Biografías coruñesas que “de los siete millones invertidos por el ayuntamiento en el período 1939-1947, Alfonso Molina llevó las inversiones del concejo a la fabulosa cifra de 103.465.064 pesetas”.
Su gran amor a La Coruña, quedaría patente en sus palabras, al tomar posesión del cargo de alcalde en mayo de 1947, ante el gobernador civil de la provincia, señor Martin Ballesteros. “Deseo” diría el nuevo alcalde Alfonso Molina, “hacer presente mi última satisfacción por la confianza que recibo de las autoridades superiores que, como hombre disciplinado, acato con todo respeto, prometiendo poner toda mi buena voluntad en el desempeño del honroso cargo que se me confiere de alcalde mi ciudad.“
“Quiero a La Coruña, un trozo de mi España, por ser mi ciudad y la de mis mayores, y deseo para ella el máximo y ordenado crecimiento y progreso al mismo tiempo que el bienestar de todos sus vecinos. Por este motivo, continuaremos la inteligente labor de nuestro querido alcalde, Eduardo Ozores, entrañable amigo de siempre”.
“Con la gracia de Dios, la colaboración de la corporación y de los funcionarios, junto con el entusiasmo de los coruñeses, trabajaremos para que esta ciudad, que ha sido siempre la capital de Galicia y seguirá siéndolo, sea un orgullo entre las principales ciudades españolas, siguiendo la trayectoria que nos viene marcando, con todo desvelo y sacrificio, nuestro Jefe del Estado y Caudillo en pro del engrandecimiento de España. ¡Arriba España! ¡Viva Franco!”
El féretro del alcalde Alfonso Molina a hombros de concejales de su corporación llega al cementerio de San Amaro.
Sus innumerables obras: avenida de Lavedra; ciudad escolar; trasformación del andén de Riazor; plan general de urbanismo; creación de la Banda Municipal de música; reforma de los Cantones; el gran amor que sentía por los jardines, los cuales renovó en algunos casos y creó en otros. Puso especial atención a los barrios más humildes como las Atochas o Monelos. De ahí el cariño que los vecinos de esos lugares, especialmente las Atochas, sentían por su alcalde y que quedaría reflejado en la esquela que esos vecinos, tras suscripción popular, buscando el dinero casa por casa, insertarían en los dos diarios coruñeses, enviado también una palma floral, que junto a centenares de coronas, figuraría en la comitiva fúnebre, como un gesto de inigualable amor hacia su inolvidable alcalde, aquel que asistió puntualmente, durante su mandato, a las fiestas anuales de barrio a divertirse como un vecino más.
Se marcaba un baile igual con una pescadora o una sirvienta que con bellísimas señoritas coruñesas, a las que como buen soltero, galanteó y cortejó. Se dijo de él que era muy anárquico en sus formas. No le gustaba madrugar y era un trasnochador empedernido. Incluso llegó a celebrar plenos municipales a altas horas de la tarde-noche. Se le acusó de ser muy absorbente y que en el consistorio no se movía un papel sin su consentimiento. La Voz de Galicia, haciéndose eco del aquel pretendido acaparamiento de funciones, publicó una composición gráfica en las que aparecía una fotografía del alcalde Molina y otras diecisiete del propio alcalde, con un pie de foto que decía: “El Alcalde Alfonso Molina con su corporación municipal.”
En su época de presidente del Casino, cuando llegaba de noche a la sociedad, acompañado de alguna señorita, sobretodo forastera, pedía a algún empleado que se acercase con él hasta el parque del Leirón de la calle de Juan Flórez, a fin de abrirle sus puertas. Allí, a la luz de la luna, enseñaba a sus amigas aquellas magníficas instalaciones. El bueno de Antonio Lesta, uno de aquellos empleados, en mi paso por la presidencia del propio Casino, me contó con detalle, que para abrirle el Leirón a Don Alfonso, en horas intempestivas, los trabajadores hacían cola, debido a las magníficas propinas que daba.
EL Caudillo de España Francisco Franco saluda al alcalde Alfonso Molina.
Alegre, generoso, viajero contumaz, visitó un sin fin de países y llegó a ser recibido por el Papa Pío XII. Estaba en posesión de multitud de condecoraciones.
De vuelta de uno de sus viajes a Brasil, se trajo consigo una marchiña musical brasileña titulada “A Cachaça”, que enseñó a cantar a los componentes de la Tuna de S.E.U, notable formación musical nacida en 1953, de la inspiración del apreciado e inolvidable Pirulo Iglesias, junto a su hermano “Willy” Iglesias, Chelín Berea, Tucho Pena y Joaquín Casal, entre otros, con el elegante Miguel Valcuende “El Ciringallo“ de abanderado, y de la que el alcalde era un devoto seguidor.
El siete de octubre de 1968, festividad de la Virgen del Rosario, Patrona de La Coruña, el alcalde Demetrio Salorio Suárez, acompañado por el gobernador civil, Prudencio Landín Carrasco; Gobernador Militar, general Julio Coloma Gallegos; Presidente de la Diputación, Rafael Puga Ramón; presidente de la audiencia provincial, señor Basanta Silva; la corporación municipal al completo, bajo mazas, guardia municipal de honor en uniforme de gran gala y otras autoridades civiles, militares y eclesiásticas, inauguró, frente a la casa del recordado alcalde, en Puerta Real, un monolito dedicado a su memoria. Cientos de coruñeses acompañaron al alcalde en tan señalado acontecimiento.
La madre de Alfonso Molina Doña Evarista Brandao, estuvo acompañada por otros miembros de su familia. También estuvo presente la Reina de las fiestas de la Ciudad Vieja, María Cristina Sánchez Tembleque y sus damas de honor, así como miembros de la comisión organizadora de los festejos en honor a la Patrona de La Coruña la Virgen del Rosario.
inauguración del monopolito dedicado a Alfonso Molina Brandao.
El alcalde, a los acordes del Himno Nacional, descorrió la bandera que cubría el monumento entre grandes aplausos de todos los congregados. Luego tuvo unas palabras de enaltecimiento de tan egregio personaje. En una de las caras del monolito figura una sencilla leyenda: “La Coruña a su alcalde Alfonso Molina Brandao (1947-1958)”. Por la otra un medallón con su efigie, sobre una bellísima poesía de Felipe López Delgado, dedicada a una de las mayores pasiones que tuvo el inolvidable alcalde: Las flores:
“Gladiolos y Tulipanes
rosas, dalias y jazmín
que engalanáis los jardines
que sembraron sus afanes
Palmas, yedras, arrayanes
Huérfanos de su fervor.
Mariposa, planta y flor
¡Aún os mima una por una
con besos de sol y luna
en prueba de eterno amor!”
Fue tanto el amor que Molina tuvo por su Coruña, que todavía se le recuerda con enorme cariño. Y sino valga de muestra que en la votación del premio, “Coruñeses de toda la vida”, celebrado en el año de 2008, a instancias de la formación política Unión Coruñesa, que lideraba Carlos Marcos Blanco, los ciudadanos con sus votos, a través del teléfono y de Internet, eligieron, entre los diez premiados, a su añorado e irrepetible alcalde, cincuenta años después de su muerte. Curiosamente la canalla mareante podemita y la pijo progresía marxista-socialista, que como una horda arrasó y arrasa con su desgobierno la ciudad desde 2015, no se atrevieron ni a retirar el monolito, ni a cambiarle el nombre a la avenida.
Autor
-
Nacido en La Coruña el 1 de abril de 1957. Cursó estudios de derecho, carrera que abandonó para dedicarse al mundo empresarial. Fue también director de una residencia Universitaria y durante varios años director de las actividades culturales y Deportivas del prestigioso centro educativo de La Coruña, Liceo. Fue Presidente del Sporting Club Casino de la Coruña y vicepresidente de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña. Apasionado de la historia, ha colaborado en diferentes medios escritos y radiofónicos. Proveniente de la Organización Juvenil Española, pasó luego a la Guardia de Franco.
En 1976 pasa a militar en Fuerza Nueva y es nombrado jefe Regional de Fuerza Joven de Galicia y Consejero Nacional. Está en posesión de la Orden del Mérito Militar de 1ª clase con distintivo blanco. Miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, es desde septiembre de 2017, el miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, encargado de guiar las visitas al Pazo de Meiras. Está en posesión del título de Caballero de Honor de dicha Fundación, a propuesta de la Junta directiva presidida por el general D. Juan Chicharro Ortega.
Últimas entradas
- Destacados20/11/202312 de Julio de 1979: Atentado contra el Hotel Corona de Aragón. Por Carlos Fernández Barallobre
- Contenidos23/10/20231934. Los preparativos para la revolución socialista de octubre. Tercera parte. Por Carlos Fernández Barallobre
- Destacados22/10/20231934. Los preparativos para la revolución socialista de octubre. Segunda parte. Por Carlos Fernández Barallobre
- Contenidos18/10/20231934. Los preparativos para la revolución socialista de octubre. Primera parte. Por Carlos Fernández Barallobre