21/11/2024 11:28
Los españoles, al igual que el resto de ciudadanos miembros de la UE, nos encontramos actualmente de resaca electoral. Hemos asistido a unos comicios donde podemos celebrar que el pueblo europeo haya decidido castigar severamente la pésima gestión de Von der Leyen y sus socios burócratas globalistas durante esta última legislatura. La considerable subida en apoyos de las fuerzas patriotas en la mayoría de países del continente, se explica fundamentalmente porque los europeos empiezan a hartarse de la aplicación de políticas ecosocialistas que tanto daño provocan al campo, del descontrol migratorio islámico que deriva en violencia e inseguridad, o también de la imposición de los postulados 2030 como si de la propia Biblia se tratase. Con respecto a España, considero que podemos estar satisfechos ante ciertos resultados, pero debemos mantener la cautela con otros.
 Es cierto que en nuestra nación el espectro de centroderecha (PP, Vox y SALF) ve aumentada su representación, así como que podemos festejar que el bolivariano Sumar haya entrado en una especie de «noche de los cuchillos largos». Yolanda Díaz ha visto por primera vez cuestionada su autoridad por ciertas voces críticas de HaMás Madrid o Izquierda Hundida, si bien parece intentar aferrarse a toda costa al cargo gubernamental y busca evadir responsabilidades. No obstante, me parece extremadamente preocupante que todavía un importante número de compatriotas siga apoyando al cabecilla del régimen dictatorial posmoderno que se ha instalado en la Moncloa. Parece que los escándalos de corrupción que salpican a su hermano o a su esposa no son suficientes motivos para que estos electores dejen de ser abducidos por la papeleta sanchista, ni tampoco lo es la definitiva aprobación del adefesio de la amnistía que atenta contra la igualdad de los españoles ante la ley.
 No obstante, pese a considerar necesario este breve repaso electoral para poder entrar en contexto, quisiera centrar mi artículo en el análisis de varios sucesos reportados recientemente por los medios, y además desde una perspectiva médica. El primero de ellos se trata de un coloquio organizado por el programa Espejo Público, donde diversos colaboradores debaten acerca de la eutanasia. La razón es que en los Países Bajos se ha permitido aplicar esta aberración a una joven de 29 años con depresión crónica, y podemos lamentablemente visualizar cómo estos periodistas se convierten en auténticos aduladores y palmeros de la cultura de la muerte. Con absoluta ignorancia y desconocimiento bioético, supuestos «expertos» como Fernando Marín o Ángel Antonio Herrera, buscan justificar el empleo de la eutanasia en este contexto bajo argumentos ridículos.
 Como futuro profesional de la Medicina, me veo en la obligación moral de explicar correctamente la posible salida a este conflicto. La eutanasia se encuentra rechazada automáticamente desde el Juramento Hipocrático, y en estas situaciones debemos fomentar la aplicación de los cuidados/sedación paliativa ya que garantizan que, aparte de la disminución de la conciencia, el fallecimiento del paciente se produzca naturalmente y evitando el sufrimiento. Sin embargo, también es necesario ser cuidadosos a la hora de utilizar esta opción, pues no en todos los formatos es aceptable éticamente. Es necesario asignar fármacos concretos y con dosis adecuadas, así como que es fundamental la existencia en el caso clínico de un síntoma refractario (síntoma que no puede ser controlado adecuadamente con los tratamientos corrientes). Por tanto, la depresión crónica sí que podría llegar a ser refractaria, con lo cual se podría plantear el uso de los cuidados paliativos. Curiosamente, el señor Herrera miente a la población en la entrevista, asegurando falsamente que todas estas características mencionadas corresponden a la eutanasia, en un intento por convertir en ético algo que no lo es y que vulnera la defensa de la vida.
 Además, me gustaría profundizar en otra noticia sanitaria que me escandaliza. Hago referencia esta vez a la publicación de la revista Redacción Médica, donde se informa de que el partido de extrema izquierda CUP (los amigotes de la ETA política y herederos de Terra Lliure) andan obsesionados con imponer el genocidio abortista en tierras catalanas. Concretamente, se menciona que han elaborado una proposición de ley para violar el derecho de los profesionales sanitarios a la objeción de conciencia, derecho que no solo se encuentra recogido en el ámbito jurídico, sino que tiene sus orígenes también en la filosofía hipocrática. Todo ello lo hacen de nuevo, buscando imponer una sociedad decadente que rechace la alegría y el amor de la maternidad, y bajo la justificación de un supuesto ensalzamiento de la libertad de la mujer que no son más que patrañas del feminismo marxista que asola Occidente.
 Existen numerosas razones que desmontan al aborto como símbolo de empoderamiento. La primera de ellas es meramente biológica, puesto que el feto está vivo desde el momento de la concepción y en consecuencia sufre dolor durante el proceso abortivo. La segunda se relaciona con la psicología, puesto que las parejas tienden a ser manipuladas y desinformadas sobre las consecuencias que supone la ejecución de esta salvajada. Y, por si fuera poco, el aborto viola los cuatro principios básicos que constituyen la Bioética al atacar a la criatura que se está gestando. Se incumple la beneficencia y la no maleficencia desde el momento en que se opta por causar la muerte del feto. También se vulnera la autonomía, porque no se tiene en cuenta la dignidad del futuro ser humano, y finalmente la justicia, ya que es injusto acabar con una vida solo por meros caprichos ideológicos y sectarios.
 En conclusión: pese a que los defensores de la libertad podemos estar esperanzados ante los positivos datos obtenidos el pasado domingo en las urnas, queda mucho trabajo que hacer. Lamentablemente, vivimos en un mundo donde los valores cristianos y tradicionales se están viendo desplazados por una mentalidad wokeista que quiere acabar con nuestras señas de identidad. Ante esta importante amenaza, debemos responder defendiendo nuestras creencias y manteniéndonos unidos, pues el rival que tenemos enfrente no se dejará batir fácilmente. No obstante, tal y como usualmente afirma Javier Milei, «somos superiores moralmente», por lo que es nuestra obligación actuar con valentía y firmeza.

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Redacción
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