16/04/2025 01:10

España, en la actualidad, es como el águila envejecida que se debate entre la muerte o la revivificación. Leí ocasionalmente que el águila, al parecer la más longeva de las aves, puede vivir alrededor de 70 años, pero hacia la mitad de esa larga existencia, debido a que sus uñas ya han perdido utilidad para agarrar a sus capturas, a que su pico se ha curvado ineficazmente más hacia su pecho y a que sus alas de pluma gruesa se han hecho grávidas, necesita una regeneración si quiere sobrevivir. No obstante, toda supervivencia precisa de decisión y esfuerzo. O lo que es lo mismo: un renacimiento requiere un doloroso proceso que no siempre está dispuesto a realizarlo su protagonista, sea éste un animal, una persona, un pueblo o una civilización.

El águila que ha determinado renovarse se aísla en el nido de una alta y escarpada cumbre y allí se dispone a golpear su pico contra la roca hasta arrancárselo de cuajo; esperará días hasta que le vuelva a crecer y con la nueva y vigorosa extremidad desarraigará una a una sus uñas decrépitas. A continuación, con ellas restauradas, se extraerá las pesadas y añejas plumas. La enseñanza que se saca de este comportamiento es que a menudo necesitamos detenernos o incluso dar un paso atrás para recuperar la fortaleza y retomar el camino con más brío, desprendiéndonos de rutinas inservibles, abandonando hábitos ineficaces y excluyendo vicios degradantes. Y de esta forma disponernos a volar de nuevo.

España ni está muerta ni puede estarlo nunca. Los verdaderos muertos son los que andan por sus calles y por sus instituciones y parlamentos, bien por su propio pie o bien con los pies que les prestan los abominables medios públicos. Y por mor de su hedionda fama, de sus corrompidas actitudes y costumbres, arrojan pestilencial olor. Hombres sin conciencia, gentes sin alma. Amebas vacías de sustancia, rebutidas de apatía, de impertinencia y de crimen son lo que vemos transcurrir por sus plazas y avenidas. Diptongos de homúnculos y de estatuas; criminales, cómplices y víctimas que actúan con enfadosa ceremonia, envueltos en el engaño cósmico labrado por el Gran Poder Temporal, más o menos anhelosos y circunspectos, tratando de parecer algo, pero que al cabo no son nada, salvo proyecto destructor de la patria indestructible.

Hombres y mujeres, en definitiva, que atan lo abyecto y desatan lo aristocrático, que sólo sirven para traer la oscuridad y embarazar el mundo. Españoles que, gracias entre otras cosas a la falaz democracia usufructuada por el socialcomunismo codicioso y aprovechado, han perdido la virtud de ser solidarios. Españoles sin fondo que nada conservan y todo lo pierden al paso de la piqueta antiespañola; que estiman más una onza de plata que un quintal de honra. Y los peores entre ellos son los de hipócrita malicia y las medianías caricompuestas de virtud y de vicio, que abrasan diariamente la coexistencia, pues no hay mayor enemigo de la verdad que la verdad a medias.

Mas pese a quien pese, sufra lo que sufra bajo la bota de los odiadores, España y sus habitantes de espíritu libre seguirán su camino, el viaje de su vida y de su historia, hacia su Unidad de Destino, hacia la Corte de la Libertad y del Saber, aplaudida y deseada por todos los prudentes y por todos los patriotas. Seguirá la tradición, que es criterio de inspiración y de canonicidad, sabiendo que todo empeora antes de mejorar, que la necesidad aviva el ingenio y que la providencia obra milagros cuando quiere.

No hay acción que deba ser más atendida que la protección a la familia, ni cosa más justa que la autoridad de los padres sobre los hijos o el derecho sobre la propiedad privada, ni más inviolable que el amor y el deber para con la patria y para con las leyes morales recogidas en todo código de principios. Algo que durante la Farsa del 78 ha sido absolutamente traicionado por nuestros dirigentes, en especial por los políticos socialcomunistas y sus cómplices.

LEER MÁS:  El conservador Javier Milei derrota a la ultraizquierda peronista en Argentina

Lo mismo que el águila superviviente, España renacerá de sus cenizas y alzará el vuelo por enésima vez, porque no es ésta la única ocasión en que se ha visto maltratada por sus enemigos interiores y exteriores. Y cuando los españoles sean conscientes del cielo bajo el que han nacido, en una patria donde los hombres y las mujeres tienen obligación de ser prudentes y valientes desde la cuna, España dejará de ser la actual nación de ovejas que alimenta unos Gobiernos de hienas.

Se cuenta que, cuando en la guerra contra Pompeyo iba de Brindisi a Dirraquio, en medio de la tempestad sobrecogedora, César tranquilizó al barquero que lo llevaba, diciéndole: «¿Qué temes?, llevas contigo a César». España es tierra de césares y entraña en su germen a los nuevos caudillos, aun sin ellos saberlo. La vida está llena de disgustos, pero también de sorpresas. Y la historia, de sucesos impredecibles. Dicen que la juventud está despertando. Y la experiencia o ley del péndulo es irrefutable. No demos ocasión a que nos maldigan nuestros sucesores, ni perdamos la esperanza. Sigamos combatiendo, porque la vida es una lucha permanente del Bien contra el Mal.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
Suscríbete
Avisáme de
guest
0 comentarios
Anterior
Reciente Más votado
Feedback entre líneas
Leer todos los comentarios
0
Deja tu comentariox