
No, no son de los nuestros, ni nosotros de ellos.
Jesús profetizó la destrucción del Templo a manos de los romanos, o sea de extranjeros, y lloró por ello. Y lloró no tanto por ser Su casa de oración, que también, sino porque significaba la perdición de Su pueblo y su dispersión para siempre, justo castigo a su traición para con Él.
Hoy de nuevo el templo, en la figura de la basílica del Valle de los Caídos, va a ser destruido, lloremos pues por ello. Porque no sólo constituye una profanación -“resignificación” es un burdo eufemismo para engañar incautos y crear confusión-, sacrílega y blasfema, de una emblemática casa de oración, que también, sino la destrucción de la España católica, que si no lo es dejará de ser España, y la consiguiente perdición de los españoles, justo castigo a nuestra traición; así de grave es la cuestión, pues pone en evidencia que llegados al fondo del pozo, por cierto ya hace mucho, comenzamos a escarbar; y si no lo creen, tiempo al tiempo. Pero en este caso, a diferencia de aquel Templo de Jerusalén, es aún peor porque su destrucción no va a ser por mano de extranjeros, sino de los propios obispos y sacerdotes, de los elegidos, de los pastores que, además, con tan execrable acto dispersan y pierden a las ovejas en fragrante traición a su misión, a Dios.
Lo pactado, y con entusiasmo, por los obispos, todos, que conste, y por los sacerdotes que callan, todos, salvo pocas y honrosas excepciones, trae a la memoria lo ocurrido en Inglaterra con Enrique VIII cuando, menos el obispo Fisher y un puñado de sacerdotes, todo el clero se sometió y sumó al monarca, arrastrando a los fieles, que también se sometieron a tan malos pastores, a la herejía y el cisma, o sea a la perdición en la que siguen.
Lo pactado, la próxima profanación de la basílica del Valle de los Caídos, supone también un hecho gravísimo porque con él se escupe sobre las tumbas y la sangre de tantos mártires, reconocidos, conocidos o desconocidos, de nuestra Cruzada de 1936-39, declarada con tan inmenso galardón por la propia Iglesia, que con su martirio fueron la causa y el pilar por el que Dios concedió aquella increíble e impresionante victoria que supuso tanto la salvación de la Iglesia, como la vuelta a la Fe de España, sangre martirial sin la cual, junto con la de tantos héroes, la una como la otra hubieran desaparecido de la faz de nuestra Patria por durante décadas, con un coste en almas perdidas incontable. Aquellos mártires no dudaron llegado el momento en dar la cara y la vida por Cristo en terribles circunstancias que no podemos hoy ni imaginar, habiéndoles bastado unas simples palabras para salvar la vida. Hoy, obispos y sacerdotes no han sido capaces de dar la cara, porque la vida no se la han exigido, por Él en más que livianas circunstancias. La diferencia es abismal.
Los obispos y sacerdotes españoles, sin olvidar al Vaticano, con Bergoglio a la cabeza, son reos de traición a Jesús, Judas Iscariotes, profanadores de Su templo, blasfemos, sacrílegos y culpables de la perdición de los fieles que les sigan. Y es que la próxima profanación de la basílica del Valle de los Caídos es eso, por mucho que una sociedad y civilización como la nuestra actual, en plena y galopante decadencia por degeneración, por haber vuelto la espalda a Dios, no lo quiera ni ver, ni por supuesto reconocer.
A nadie se le puede otorgar ni el beneficio de la duda, porque la gravedad del hecho no se oculta a quien conserve un ápice de conciencia, a pesar de lo cual se mira para otro lado, agravando la responsabilidad del caso, llamando también la atención que los obispos, todos, en el colmo de la degeneración, sigan intentando ocultar su culpa propagando toda clase de falsedades, lo que les convierte en hijos del Príncipe de la Mentira, o sea de Satanás, pues ha insistido en afirmar que el cese de fray Cantera lo fue por obligación administrativa, lo que por fin el propio fraile ha desmentido declarando que fue expulsado, obligándosele incluso a romper uno de sus votos, o cuando ahora dicen, entre ellos el ínclito Munilla, ese que va de “distinto”, pero que nunca lo ha sido, que la basílica es “del Gobierno”. Ni para mentir valen.
Hoy, el Vaticano con Bergoglio a la cabeza, y todos los obispos españoles, que conste, y sacerdotes, salvo escasas y honrosas excepciones, junto con los fieles que se les sumen, van a destruir el Templo, la casa de oración, previa su sacrílega profanación, van a traicionar a Jesús y se van a dispersar y a perder, y con ellos España, justo castigo a tan gran pecado. Sólo esperemos que la misericordia de Dios quiera que no lo sea para siempre, aunque desde luego lo será por décadas.
Porque no son ya de los nuestros, ni nosotros de ellos, es hora de que se lo hagamos saber con hechos, es de nuevo hora de mártires y de héroes, de estar con Él o contra Él, allá cada cual.
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El 95% de los Obispos y Cardenales, han perdido la Fe, arrastran a muchos al abismo, pero ellos también caerán, hay profecías que lo confirman, la IGLESIA, va a ser purificada,y se quedará muy reducida.