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¿Se imaginan ustedes al actual Presidente del Gobierno, el señor Sánchez, paseando solo, sin guardaespaldas, sin acompañantes por la Puerta del Sol a pleno sol del día y deteniéndose ante el escaparate de una librería para ver las últimas novedades?… ¡¡Imposible!! ¿Verdad? Pues, así iba caminando aquella mañana del 12 de noviembre de 1912, don José Canalejas, en ese momento Presidente del Gobierno, por la Puerta del Sol, y al pasar ante la librería San Martin, casi esquina con la calle Carretas, cuando se detuvo a contemplar las novedades, tan tranquilo, tan seguro, o tal vez, tan insensato, y el terrorista Mariñas se le acercó por la espalda y de un disparo en la nuca lo mató… ante el asombro de los viandantes que no pudieron hacer nada para evitarlo y asustados contemplando el cadáver del Presidente del Gobierno ensangrentado y tirado en el suelo.

No era el primero que caía asesinado también en las calles de Madrid, porque años antes, también murió asesinado el General Prim, siendo Presidente del Gobierno, en la calle del Turco (hoy Marqués de Cuba), cuando volvía del Congreso de los Diputados a su casa que era el Palacio de Buenavista, o sea, la Sede del Ministerio de la Guerra.

Ni sería el ultimo porque todavía estaba reciente la muerte de Canalejas cuando no muy lejos, en la Puerta de Alcalá, esquina Serrano, caía asesinado el también Presidente del Gobierno don Eduardo Dato.

Y muchos madrileños y muchos españoles nos hemos preguntado qué pasa en España para que el primero que pague el pato de las situaciones difíciles sea el Presidente del Gobierno… y otra interrogante curiosa, que nunca se ha sabido realmente quiénes estaban detrás de esos asesinatos. Lo que sí está comprobado en la historia es que en el momento de las muertes la situación económica, social y política de España era de incertidumbre o de desastre.

Pero ¿quién fue don José Canalejas y quién le disparó a muerte?

 

Infancia y formación

Nació en Ferrol, provincia de La Coruña, el 31 de julio de 1854. Era hijo del ingeniero de los ferrocarriles y director del periódico El Eco Ferrolano José Canalejas y Casas y de María del Amparo Méndez Romero. Niño prodigio, a los diez años tradujo del francés y publicó una pequeña obra titulada Luis o el joven emigrado. A la edad de once años era ya corresponsal político de prensa con el seudónimo de ‘El cantor de Mugardos’. Se trasladó con su familia a Madrid, y en octubre de 1867 se matriculó en el Instituto de San Isidro, «porque en aquella época no podían los colegios incorporados enseñar los dos últimos años de los seis que componían el bachillerato».

Ya en la Universidad Central de Madrid, obtuvo las licenciaturas de Derecho en 1871 y de Filosofía en 1872, y el grado de doctor en ambas facultades. En 1873 era auxiliar de cátedra, pero fracasó en dos oposiciones a cátedra, por lo que abandonó la enseñanza. Ingresó en la compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Ciudad Real y a Badajoz, donde alcanzó el cargo de secretario general y defendió como abogado a la compañía en pleitos con otras empresas ferroviarias españolas.

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Carrera política.

Simpatizante del Partido Demócrata Progresista, de ideas republicanas, cuando se produjo la Restauración borbónica abandonó estas ideas para incorporarse al Partido Liberal de Sagasta, dirigido a la sazón por Cristino Martos.

En las elecciones de 1881 resultó elegido diputado en Cortes por el distrito de Soria. En los siguientes procesos electorales obtuvo acta de diputado por el también soriano distrito de Ágreda (1884), y por el distrito gaditano de Algeciras (1886). A partir de 1891 y hasta su muerte obtendría escaño por el distrito alicantino de Alcoy en los sucesivos comicios celebrados en 1891,6 1893,7 1896,8 1898,9 1899,10 1901,11 1903,12 1905,13 190714 y 1910. Llegaría a renunciar a los escaños, por los que también fue elegido, de Madrid (electo en 1891), Ciudad Real (electo en 1905) y El Ferrol (electo en 1910). Presidió el Congreso de los Diputados entre 1906 y 1907.

Durante la Regencia, siempre en gobiernos presididos por Sagasta, fue ministro de Fomento entre el 14 de junio y el 11 de diciembre de 1888, ministro de Gracia y Justicia entre el 11 de diciembre de 1888 y el 21 de enero de 1890, ministro de Hacienda entre el 17 de diciembre de 1894 y el 23 de marzo de 1895 y, ministro de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas entre el 19 de marzo y el 17 de mayo de 1902, departamento desde el que impulsaría la creación del Instituto del Trabajo. Posteriormente, durante el reinado de Alfonso XIII, sería nuevamente ministro de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas entre el 17 y el 31 de mayo de 1902 también con Sagasta y ministro de Gracia y Justicia entre el 29 de junio de 1911 y el 12 de marzo de 1912 en un gabinete presidido por él mismo.

 

Renovador de la izquierda

Canalejas no solo era un hombre de gran inteligencia y gran personalidad, era también uno de los hombres más cultos de aquella España. Hablaba idiomas, francés e inglés, y procuraba estar bien informado de lo que sucedía en otros países europeos… y además en el Parlamente destacaba por su excelente oratoria y por encima de todo fue, o quiso ser “el principal renovador de la izquierda liberal española”.

 

La “ley del candado”

Pero la medida estrella de su mandato fue la denominada “ley del candado”, por la que se limitaba la extensión de las órdenes religiosas, que en aquellos momentos atravesaban una etapa de fuerte crecimiento. Sobre todo, por la llegada de numerosas congregaciones extranjeras, procedentes básicamente de Francia, de donde habían sido expulsadas a raíz de los conflictos entre el Estado y la Iglesia. Estos religiosos disfrutaban de una gran influencia gracias a sus instituciones educativas y sus contactos con las clases altas.

Su apuesta era en favor de una “gran política democrática y expansiva”. Canalejas suponía que esta línea reformista disfrutaría del apoyo de la Corona, con vistas a poner fin a la dialéctica destructiva de las dos Españas. Si algo no llevaba bien de la política era la necesidad de someterse a la protección de los guardaespaldas. Jugaba, en ocasiones, a despistarlos. No imaginó que, en el momento en que más iba a necesitarlos, estos no podrían reaccionar a tiempo.

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Fuenteovejuna, todos a una

La historia se repite una vez más: son innumerables las incógnitas sin despejar en el asesinado de Canalejas. En los primeros momentos, fresco aun el magnicidio, el caso queda bajo el riguroso secreto sumarial que la justicia exige para poder actuar con plena independencia y sin apresuramientos imprudentes. Luego, transcurridos los años y desaparecidas por ley de vida las personas que más interés pusieron en la aclaración del misterio, el asunto es desplazado por otros acontecimientos y sobre el tema cae como una piedra sepulcral y el total olvido. Y así permanece hasta que los historiadores entran en materia y se deciden a husmear los hechos. Eso sí, cada uno da su versión, muchas veces contradictorias, y la papeleta se complica aun más. Pero para entonces el magnicidio ha perdido ya toda pasión y da lo mismo cualquier veredicto.

En el asesinato de la Puerta del Sol una cosa, al menos, no ofrece dudas. Se sabe quién es el asesino y cómo lleva este a cabo el crimen. Lo demás queda todo confuso y hasta misterioso. ¿Por qué matan a Canalejas? ¿Quién está detrás del asesino? ¿A quién beneficia su muerte? ¿Fue un acto individual o existió complot? ¿Es cierto que el asesino esperaba al Rey y se encontró con el Jefe de Gobierno? ¿Por qué la Policía dejó libertad de movimientos a un anarquista sospechoso y fichado? ¿Qué medidas tomó el Ministro de la Gobernación? ¿Tuvo algo que ver en la preparación del atentado el socialista Pablo Iglesias? ¿Es cierto que un hombre bien visto en Palacio había dicho tiempo atrás que “hay que matar a este hombre”?… Sí ciertamente son muchas las interrogantes y poco, muy poco lo que quedó para la posteridad. El caso es que Don José Canalejas, Presidente a la Sazón del Consejo de Ministro, cayó asesinado la mañana del 12 de noviembre de 1912, o sea, hace exactamente 110 años.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.