06/10/2024 03:36
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A pesar del natural escepticismo que despierta la calidad más que discutible de una gran parte de las piezas que alberga, y aunque haya quien lo tenga por un enorme contenedor de basura, el Museo Reina Sofía se suele considerar un centro de arte moderno y contemporáneo. Ahora bien, el MNCARS –según su acrónimo– sobre todo es una pieza esencial del aparato propagandístico de la izquierda. Vital para la supervivencia de sus organizaciones políticas a través de la “educación” o adoctrinamiento de sus más menudos visitantes. No en vano, miles de niños pasan por sus salas cada año para sufrir una “instrucción orientada” bajo el pretexto de “formarlos” y “ampliar sus miras”.

Sin el menor disimulo y desde su misma fundación, el citado centro de arte moderno es altavoz de las consignas de la izquierda, ignorando cualquier principio de neutralidad y reivindicando abiertamente su “compromiso” con la causa. No es necesario recordar la estrechísima vinculación de la institución con destacados miembros del PSOE más bolchevique, como José Guirao o Ángeles González-Sinde. No obstante, a fin de informar a los desconfiados o simplemente ajenos a las modernidades artísticas, no está de más que veamos algunos ejemplos que testimonian por sí solos el descarado escoramiento ideológico de la institución: Sin ir más lejos, este mismo año, la exposición titulada Los enemigos de la poesía. Resistencias en América Latina es un buen ejemplo. Una muestra en la que no sólo se exhiben imágenes del genocida chino Mao Tse-Tung; de la terrorista Edith Lagos –perteneciente al grupo terrorista marxista-leninista-maoísta peruano Sendero Luminoso–; o del asesino de homosexuales Ernesto “Che” Guevara, sino que sirve de escaparate para una visión romantizada, victimista, idealizada y heroica del comunismo. Tal vez sea pertinente señalar aquí que Mao fue responsable de más de sesenta millones de muertos –tirando por lo bajo– entre “El Gran Salto Adelante” –cuarenta millones de muertos entre 1958 y 1961– y la “Revolución Cultural” –veinte millones de muertos entre 1966 y 1976–, y que Sendero Luminoso asesinó a más de 30.000 personas entre 1970 y 1992.

Respecto al inequívoco sesgo de otra exposición también inaugurada en este 2021,  titulada Pensamiento Perdido: Autarquía y exilio, merece señalarse la referencia que se hace al comunista español Josep Renau, exiliado en Méjico en 1939 y en la República Democrática Alemana a partir de 1958. Curiosamente, se omite su participación durante la Guerra en el saqueo del gabinete numismático del Museo Arqueológico y en el expolio del Museo del Prado por orden del estalinista Negrín. Pero para justificar la elección de las obras de Renau presentes en la sala 403, así lo explica el propio museo en su web: “en esta sala se han querido destacar sus obras de diseño gráfico más explícitamente políticas y colectivas por varias razones. Primero, para señalar la continuidad con su obra de la Guerra Civil española, fundamental para el discurso de la Colección. Segundo, porque con ello se da cuenta de la ideología militante del exilio español, sus acciones y etapas. Finalmente, porque con estos trabajos Renau entra de lleno en el universo artístico antifascista internacional mexicano, un hito político-artístico alrededor del cual el Museo ha trazado una línea de fuerza con sus fondos de arte latinoamericano”.

¿Acaso cabe alguna duda de la función propagandística y sectaria del museo, cuando la propia institución la reivindica?

En la misma exposición y en idéntico sentido, la sala 406 alberga obras del Taller de Gráfica Popular (TGP), del que se afirma en la web del museo: “un colectivo de grabadores mexicanos fundado en 1937 que, bajo la dirección del artista Leopoldo Méndez, tenía como objetivo fomentar las causas sociales revolucionarias […] aglutinando a muchos de los antiguos participantes de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, la LEAR […]”. Una forma como otra cualquiera de normalizar o blanquear el activismo político comunista y que podría llevar a preguntarse: ¿Sería posible imaginar una exhibición en el Reina Sofía de algún artista contrarrevolucionario, fascista o nazi? ¿Y la apología gráfica o tridimensional de organizaciones anticomunistas o contrarias al socialismo?

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Por descontado, siempre habrá quien justifique con todo el cinismo del mundo que, en el contexto de la programación anual del museo, estas exposiciones son sólo una pequeña muestra no representativa, pero –ahora en serio–, ¿con qué frecuencia se celebran exposiciones similares en la misma institución? Sin ánimo de ser exhaustivos, la verdad es que no hay que remontarse mucho para encontrar más ejemplos que confirmen lo ya apuntado. Entre el 30 de octubre de 2019 y el 15 de junio de 2020 tuvo lugar una muestra titulada Jörg Immendorff. La tarea del pintor. ¿Y de qué trataba? –se preguntarán–. ¿No sería más publicidad comunista por casualidad? Tan sólo diremos que, aparte de elegirse como imagen de portada de la exposición una pintura del autor animando a sumarse a los espartaquistas del KPD (Kommunistische Partei Deutschslands), la muestra incluía también los retratos de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao… ¿Y quién fue el tal Jörg? Según la presentación que de él da el propio Museo: “activista político, profesor y artista”. ¿Y acaso no nos habla el mismo director del museo, Manuel Borja-Villel, en un vídeo, de “la influencia que tiene Bertold Brecht en su obra”? Un vídeo en el que el comisario de la exposición, Ulrich Wilmes, afirma también sobre Jörg: “Él está convencido de que el arte no es sólo una expresión estética, sino que siempre entendió el arte como una función social dentro de la sociedad”.

Al fin y al cabo, ¿de qué nos extrañamos? ¿Acaso no fue ese mismo “compromiso” el que permitió que el “artista” argentino Roberto Jacoby exhibiera también en el Reina una enorme cabeza de Carlos Marx? ¿Y no hubo otra exposición en 2019 en torno a la revista Amauta y su fundador, José Carlos Mariátiegui, padre también, casualmente, del Partido Comunista Peruano? Se titulaba Redes de vanguardia. Amauta y América Latina, 1926-1930, entre el 20 de febrero y el 27 de mayo de ese año.

En fin… ¿Qué se puede añadir? Sobre la factura de los cuadros de Jörg: que técnica y compositivamente son un desastre, e infantiles hasta el ridículo. Mas, ¿qué osado se atrevería a criticar lo que se expone en un museo tan “prestigioso”?

Por cierto, del 7 de junio de 2019 al 7 de febrero de 2020 se celebró en el mismo centro Reina Sofía la exposición titulada Resistencias lúdico-políticas en el Madrid de los 90. Reproduzco lo que dice la propia web del museo: “En este contexto, aparecieron colectivos e iniciativas artísticas que abrazaron el sabotaje institucional, la disolución del concepto de autoría y el fortalecimiento de la participación comunitaria […] resistencias barriales frente a los procesos de gentrificación (La Fiambrera Obrera), las políticas queer (La Radical Gai, LSD), la crítica institucional (Estrujenbank, Preiswert) y el sabotaje contra el neoliberalismo (SCCPP, Industrias Mikuerpo). Bares, discotecas, plazas, calles o espacios okupados se convirtieron entonces en centros de una efervescente actividad cultural que dio lugar a procesos de empoderamiento y autoafirmación”. ¡Toma ya! El caso es que no sé si podemos imaginar completamente en qué consistió aquella “efervescencia”, pero… ¿No estaremos otra vez glorificando la marginalidad, las drogas, la vuelta al underground, la degeneración y el comunismo?

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Como nos han adoctrinado de niños en ese mismo “templo del arte moderno” llamado MNACRS, cuando no entendemos una pintura o nos reímos de un manchurrón en la pared, el problema es nuestro; si no vemos lo que “tenemos que” ver en un cuadro, es que “hay que mirar más allá”; y cuando te plantan una castaña ante los ojos, es que “miramos pero no vemos”…

La cuestión es que generaciones de niños españoles, obligados a pasar por el “rito iniciático” de la visita al Reina Sofía, han aprendido allí a temer decir la verdad, y muchos, desde entonces, no se atreven a reconocerla. En vista de lo cual, algo habrá que hacer para que no se siga intimidando a los chavales por decir lo que piensan con libertad. A este respecto, hay quienes, indignados, desearían el cierre del museo, pero ¿acaso serviría de algo? Probablemente no. Es más, si estamos hablando de respetar la libertad de los niños, no se puede impedir que quien quiera malgastar su tiempo, siendo adulto, lo haga como le plazca. Lo único que cabría exigir, eso sí, es que tratándose de un ente público costeado con el dinero de todos, no se utilizara para adoctrinar a menores de edad.

Por otra parte, es importante añadir que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía no es la única institución cultural pública al servicio de la propaganda partidista. Para que veamos hasta qué punto la izquierda ha monopolizado el mundo “cultural”, cabe señalar aquí  una recentísima exposición titulada Buen Gobierno, perpetrada en la sala Alcalá 31, perteneciente a la Comunidad de Madrid. Sí, la Autonomía del PP de Ayuso, cuya consejería de “Cultura” dejó en manos de Marta Rivera de la Cruz (C’s), y que, confirmada en su puesto tras la desaparición de su grupo en las últimas elecciones, a esto se dedica. La muestra, anunciada oficialmente por la Comunidad de Madrid a través de su página web –concretamente por la Consejería de Cultura y Turismo–, exhibe desde el 21 septiembre 2021 hasta el 16 enero 2022 las pinturas “revolucionarias” de la “artista” hispano-peruana Sandra Gamarra Heshiki. Una de las cuales tiene como protagonista al terrorista Víctor Polay Campos, fundador en 1982 del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), responsable de más de mil muertos en los años ochenta y noventa hasta la detención del mencionado líder en 1993.

Mucho me temo que señalando estas cosas no tendré jamás el carnet de “buen ciudadano” según establece El País. Pero lo importante es que usted, amable lector, conozca la realidad y pueda elegir entre ser una oveja más del rebaño o un español pensante y libre. Y no olvidemos que si hemos llegado hasta la dramática situación actual no sólo es debido al activismo perseverante de unos, sino a nuestra negligente despreocupación respecto a cosas como las que motivan este artículo.

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Santiago Prieto
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