21/11/2024 10:18
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Hace más de un año vemos a la izquierda radical chilena organizando la conmemoración de los “50 años del Golpe”. Proliferan documentales, entrevistas, productores de eventos, artistas queer y feministas, un variopinto grupo de los “artistas” de la izquierda progresista, todos dispuestos a la actuación gracias al gentil auspicio de los impuestos chilenos.

Derechas e izquierdas expectantes ante esta confrontación interminable, hoy revivida por quienes probablemente ni siquiera participaron del suceso, pero que año tras año se aferran al quiebre institucional chileno como tabla de salvación, para mantener sus costosos cargos públicos y privilegios aristocráticos que de otra forma, en el mundo privado, jamás hubieran obtenido.

Así, una generación tras otra, observa cómo esta maquinaria de propaganda política resulta altamente efectiva para hacerse del Estado. Con ella despliegan su mensaje principal que versa algo así como que Chile, que vivía en un paraíso socialista de tranquilidad y amor por los pobres, fue destruido el 11 de septiembre de 1973 porque las Fuerzas Armadas ese día se levantaron con ganas de bombardear el Palacio de la Moneda.

Cualquier persona con un mínimo de sentido común entiende que los procesos políticos nunca son así de simples. Intentar comprenderlos implica un esfuerzo intelectual y la altura moral necesarios para buscar la verdad, poniendo entre paréntesis nuestras propias creencias e incluso experiencias, sabiendo que éstas constituyen una mínima porción de un fenómeno cuyo alcance es una sociedad completa.

Lo cierto es que esta lamentable parte de nuestra historia no comienza el 11 de septiembre de 1973, sino mucho antes, y no termina con el suicidio de Allende, sino mucho después; y aunque es indiscutible que durante el gobierno militar hubo violaciones a los derechos humanos (hechos a los que, por razones personales, jamás podría ser indiferente), es igualmente cierto que las condiciones en las que la Junta Militar recibió el país dista de manera radical a las condiciones en las que lo entregó. Nosotros heredamos un país más seguro, más próspero, más educado, más conectado y hasta con más años de expectativas de vida, eso para todos los chilenos, sin importar si son de izquierdas o derechas.

Llegado ya el controversial 11 de Septiembre, no podemos dejar de mirar que Chile en la actualidad parece navegar sin timón hacia rumbo desconocido; lo que si sabemos es que este camino se parece mucho a uno ya recorrido. Han pasado 50 años y el triste espectáculo de la turba enardecida sigue alzando su dominio en las calles mientras deja sus huellas en iglesias, negocios, mausoleos y hasta en el mismo Palacio de la Moneda. Resulta tragicómico que en medio de esa masa enardecida que marcha puño en alto, se encuentre también el presidente.

Aún así algunos se asombran de que Gabriel Boric sea considerado el presidente que más ha dividido a los chilenos y que tenga una desaprobación casi generalizada; resulta evidente que las calles dejaron a Boric, pero que Boric no deja las calles para ocupar su nuevo lugar en La Moneda. Difícilmente la mayoría pensará distinto, cuando ya existe conciencia de que la cuenta por los destrozos la pagamos nosotros con los impuestos.

Continúa abierta la interrogante acerca de qué hubiese ocurrido con Chile si el 11 de septiembre de 1973 hubiese sido un día normal y el gobierno de Allende hubiese seguido sin interrupción. Lo que sí sabemos es que estas mismas ideas que en la actualidad lideran nuestra política no sólo han inducido a las empresas estatales a pérdidas históricas, sino que además han facilitado la corrupción en proporciones sorprendentes. La inestabilidad continúa y el cambio constitucional forzado por vía revolucionaria el 18 de octubre de 2019 no parece retroceder. Las pestilencias totalitarias de su fallida anterior propuesta siguen en el aire.

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Mañana, cuando se termine la cuantiosa conmemoración del 11 de Septiembre, el país seguirá enfrentando los mismos problemas, sólo que con varios miles de millones menos en la cuenta del banco. Por supuesto, la mayoría esperamos que un quiebre institucional no vuelva a repetirse, sabiendo que eso está muy lejano, porque ni la izquierda ni las Fuerzas Armadas de hoy son lo mismo que eran antes.

Por desgracia, las guerrillas, atentados terroristas, hambrunas provocadas y crimen organizado han ido transformando a nuestros países en narcoestados. En mayor o menor medida, todo lo anterior crea una antesala que sólo el uso de la fuerza puede repeler. Cuando eso no ocurre, ocurre Nicaragua, Cuba o Venezuela.

Haciendo un esfuerzo por mirar hacia adelante sin dejar de considerar la historia, resulta decepcionante ver cómo nuestros países -en mayor o menor medida- no avanzan porque continúan repitiendo sus mismos males: leer a José Antonio Primo de Rivera hablando de los problemas de España en los años treinta, o a la prensa chilena de los años setenta exhortando a Allende con su titular: “Renuncie, Hágalo por Chile”, es casi lo mismo que adentrarse en el libro de “La Vida Oculta de Fidel Castro”, escrito por el guardaespaldas del tirano de Cuba; en él expone su influencia destructiva en todo el mundo y cómo fue creando un nuevo modelo: el narcopolítico. Desde las viudas argentinas de la Plaza de Mayo al asesinato de Fernando Villavicencio en Ecuador, tienen en común el macabro guión de la dialéctica entre víctimas y victimarios. Desde ahí, de nada sirve que pasen los años si nosotros seguimos estancados.

En Chile, después de la última revolución octubrista del año 2019, nuestro país -otrora el más pujante de Hispanoamérica- se ha vuelto un incipiente nido de alimañas. Proliferan delincuentes, inmigrantes ilegales, carteles de droga y crimen organizado. Siguen instalando la división, como si nosotros no recordáramos que sí tuvimos tiempos mejores y no fue gracias a ellos, sino a pesar de ellos.

En tanto, en la región, la narcopolítica se ha vuelto un sistema de gobierno ya casi normalizado, muchos sabemos que un nuevo enemigo se cierne sobre nosotros: la explotación sexual infantil ha llegado a mover más dinero que el mismo narcotráfico. ¿Será que la siguiente oleada de extremismo político se llamará “la proxepolítica”, y el poder se alzará sobre los cadáveres de nuestros niños?

Entre tanto estímulo de historias repetidas, la actualidad demanda gente más despierta que mire hacia el futuro, capaz de trascender las divisiones que benefician a un puñado de parásitos; personas que defiendan los principios que hacen grandes a los países, como el respeto por los derechos fundamentales y el modelo de la libertad resguardado por una Constitución Política en la que prevalezcan los intereses de los ciudadanos de la patria por sobre organismos internacionales, una que limite el cada vez más creciente poder del Estado. Restaurar la valoración de Dios siempre trae aparejada la prevalencia de las familias y una infancia protegida.

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En términos psicológicos, podríamos decir que los individuos necesitamos escoger entre dos arquetipos: el de Simón Bolívar o el de San Agustín. El primero, con todo su perfil guerrillero e independentista, y tras sangrientas guerras terminó afirmando: “la única cosa que se puede hacer en América es emigrar. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos los colores y razas”.

El segundo, San Agustín, nos muestra una Ciudad de Dios y una Ciudad de los Hombres, escogidas una u otra por propia voluntad; nos invita a mirarnos como seres humanos poseedores de una vida que también es espiritual, lo que nos faculta a crear sociedades que reflejen aquello en lo que creemos. Hay una cita suya que refiero habitualmente: los hombres dicen que los tiempos son malos, que los tiempos son difíciles: vivamos bien y los tiempos serán buenos. Nosotros somos los tiempos; así como nosotros somos, son los tiempos.

De nosotros depende si seguiremos como en el mito de Sísifo, año tras año, cargando sobre nuestras espaldas a resentidos, guerrilleros y parásitos que no dejan de romper nuestras heridas para alimentarse de ellas, o escogeremos el encararlos y forjarnos un mejor destino que no podremos alcanzar sin alivianar la carga. Sintámonos inspirados a devolverle el significado a la palabra progreso, seguro sucederá cuando aceptemos que “nosotros somos los tiempos”.

Autor

Inés Farfan U.
Inés Farfan U.
Psicóloga-Gerente de Desarrollo de Personas en
Easy Coaching-Vicepresidenta y Coordinadora Nacional Ladies of Liberty Alliance-Profesor docente en varias universidades.

"En lo personal puedo decir que me he encontrado con varias verdades: como Psicóloga sé que nuestro desafío es que la razón prevalezca y cuando sea conveniente, domine a nuestras emociones; como Magister sé cuáles son las condiciones para que los seres humanos podamos tener una vida más significativa; como Dip. en Dirección y Gestión de Empresas sé que el emprendimiento juega un rol fundamental en el bienestar y que la iniciativa empresarial es irremplazable si queremos salir adelante como sociedad; como Master Coach sé que el liderazgo es la clave para influir en otros con las ideas correctas; como mujer sé que somos complementarias a los hombres y no necesitamos estar en guerra cuando necesitamos ser aliados; como madre sé que la familia es la célula principal de una sociedad; como católica sé que cuando Dios está en el centro de nuestra vida y dejamos “cautivarnos por Su alegría”, nuestra existencia se llena de color; como chilena hispanista sé que el legado de nuestra maravillosa cultura merece ser preservada y difundida, y que debemos sentirnos orgullosos por nuestra tradición que no parte en 1810 sino desde antes de la gran Cruzada del Océano".
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Alberto Mallofré

No hubo violaciones a los derechos humanos.

Geppetto

Chile iba de cabeza al comunismo y Pinochet enderzo ese torcido andar dandole a Chile la oportunidad de volver a ser una nacion llena de vigor que emergio del naufragio que le tenia preparado Salvador Allende.
En la actualidad los chilenos han olvidado lo que significa tontear con el comunismo y vuelve a las andadas, volverán a destruir Chile

Alejandro Salvatierra

Profundas reflexiones!!! Y si pues que hubiera pasado, si Allende hubiera continuado, tal vez la sombra de España del 36 se hubiera cernido sobre Chile.
Y definitivamente la familia es el núcleo de la sociedad, mientras la preservemos y protejamos, lo haremos con la sociedad y con nuestros hijos.

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