Aunque, como suele suceder, los líderes de las diferentes formaciones políticas tras finalizar el escrutinio de las elecciones europeas del 9-J han trasladado a la opinión pública las bondades de los resultados obtenidos, lo cierto es que los datos señalan de forma incontestable que el PP, tanto en España como en el conjunto de la Unión Europea, ha recibido el apoyo mayoritario de la ciudadanía en las urnas.
Así, en el ámbito estrictamente nacional, el PP ha logrado el 34,2% de los votos, es decir 14 puntos porcentuales más que en las pasadas elecciones europeas, pasando por ello de 10 a 22 escaños. Además, su distancia con el PSOE se ha duplicado, de tal forma que la diferencia entre ambos partidos ha pasado de apenas 300.000 a casi 700.000 votos. Quiere ello decir que el PP continúa instalado en la tendencia alcista que ha venido mostrando elección tras elección en los últimos tiempos, consolidándose de esta forma como primera fuerza política en el conjunto del territorio español. Sin embargo, a pesar del indudable éxito obtenido, los resultados no han acabado de satisfacer del todo al electorado de centroderecha, debido fundamentalmente a que esperaban una victoria aplastante del PP. La principal causa de esta sensación de victoria agridulce por parte del votante del PP radica en que las expectativas generadas antes de cada proceso electoral superan con creces las posibilidades de voto que el PP tiene en la actualidad, debido fundamentalmente a que tanto Vox por su derecha como el PSOE por su izquierda presentan un suelo electoral suficientemente sólido como para hacer que su crecimiento, si bien progresivo, no sea vertiginoso.
Por lo que respecta al PSOE resulta evidente que Pedro Sánchez va de derrota en derrota sin que sus fatuos aires de grandeza puedan ocultarlo, aunque también es cierto que su descenso electoral es más limitado de lo esperado teniendo en cuenta su demostrada incompetencia gestora y los continuos escándalos de corrupción protagonizados tanto por el propio Gobierno socialcomunista como por el entorno familiar de P. Sánchez. La explicación a esta situación hay que buscarla en el espectro sociológico que vota al partido socialista, el cual está constituido esencialmente por individuos que a la hora de votar presentan como principal rasgo el fanatismo, la ignorancia o el clientelismo. Los votantes fanáticos se caracterizan por una apasionada defensa de los postulados ideológicos propios del socialismo, generalmente como consecuencia de que algún familiar pretérito participó en la Guerra Civil formando parte del bando republicano, de tal forma que, sin someter sus creencias a un análisis mínimamente consistente, tan solo pretenden ganar la guerra que hace más de 80 años sus antepasados irremediablemente perdieron. Los votantes ignorantes son todos aquellos que no solo no han leído un libro en su vida, sino que, además, ni tan siquiera pretenden formarse su propia opinión, de tal forma que aceptan sin disquisición intelectual alguna los lemas trasmitidos por sus venerados líderes socialistas, para de esta forma sentirse parte de un grupo que les proporciona identidad y refugio. Finalmente, los votantes clientelares son aquellos que, renunciando voluntariamente a la cultura del esfuerzo para ganarse la vida, deciden entrar a formar parte de la red de subvenciones tejida con mimo por todo partido socialista que se precie de tal, convirtiéndose así en siervos de las élites políticas que les dan de comer. Una imagen paradigmática de los votantes socialistas es la pulsera con el lema “Free Bego” que con patético y vergonzoso orgullo portaban los asistentes al cierre de campaña del PSOE, justo después de estallar el escándalo de los turbios negocios de la esposa del presidente del Gobierno a costa del erario público.
Por su parte, Vox, manteniendo en su discurso las señas de identidad que le caracterizan, ha duplicado su número de escaños en el Parlamento Europeo, pasando de 3 a 6 eurodiputados. Estos resultados, sin ser espectaculares, constituyen un indudable éxito para la formación verde, ya que demuestran que, a pesar de la campaña del miedo orquestada contra Santiago Abascal y compañía por parte de la izquierda, Vox no solo se consolida como la tercera fuerza política del país, sino que además se convierte en necesario compañero de viaje del PP para alcanzar la presidencia del Gobierno de la nación.
En lo relativo a los comunistas el fracaso ha sido estrepitoso, ya que entre Sumar y Podemos ni tan siquiera han conseguido retener los votos obtenidos solo por Podemos en las pasadas elecciones europeas. Por lo tanto, estas elecciones han venido a poner de manifiesto que el comunismo es actualmente un barco a la deriva, cuyos tripulantes están más preocupados por sobrevivir políticamente para así seguir viviendo del cuento que en desarrollar un proyecto político orientado a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Ello se debe, por un lado, a que Yolanda Díaz es tan solo una figura meramente decorativa en el panorama político español, ya que carece de un discurso estructurado, coherente y plausible; a su vez, por otro lado, Irene Montero, en este caso con un discurso enloquecido que atenta contra el orden natural de las cosas, se muestra incapaz de articular un relato asumible desde el sentido común. En consecuencia, lo que estas elecciones han venido a demostrar es que, ante la falta de un discurso mínimamente atractivo para la inmensa mayoría de la ciudadanía, ambas formaciones están en vías de ser fagocitadas por el PSOE, viéndose por ello abocadas a la irrelevancia política.
Si malos son los resultados de los comunistas, peores son los del independentismo catalán, ya que entre Junts y ERC se dejan por el camino la friolera de casi un millón de votos, lo cual, añadido al descenso que ambos partidos políticos sufrieron en las pasadas elecciones autonómicas, viene a demostrar que el nacionalismo catalán pierde fuelle a pasos agigantados, debido fundamentalmente al marasmo económico y a la inseguridad ciudadana que asolan Cataluña, como consecuencia directa de unas políticas encaminadas tan solo a apuntalar el sentimiento nacionalista entre los catalanes. No ha pasado lo mismo, por desgracia, en el País Vasco, ya que hemos asistido al triunfo del filoterrorismo etarra representado por Bildu, lo cual da a entender que el pueblo vascongado parece empeñado en someterse voluntariamente al yugo de una dictadura nacionalsocialista semejante a la padecida por los albaneses durante la segunda mitad del siglo pasado.
En cuanto a la inusitada irrupción electoral de Se acabó la Fiesta tan solo señalar que todo parece indicar que ha recogido el voto de jóvenes que, atrapados en el proceloso mundo de las redes sociales, se han visto atraídos por el mensaje antisistema y anticorrupción de Alvise Pérez, el joven “Influencer” que lidera este nuevo partido político. Sin embargo, por más que el estreno de esta nueva formación política haya sido exitoso, entiendo que sus resultados no deben extrapolarse a la política nacional, ya que simplemente puede tratarse de un fuego fatuo, por más que P. Sánchez, aun siendo el foco principal de sus justificados ataques, le siga haciendo campañas de propaganda con la finalidad de disgregar a la derecha.
Ya en clave comunitaria, hemos asistido a un triunfo sin paliativos del Partido Popular Europeo en detrimento de una decadente y periclitada socialdemocracia. Sin embargo, quizás el fenómeno más relevante de estas elecciones europeas ha sido la definitiva consolidación de la nueva derecha como fuerza política emergente en el panorama internacional. Esencialmente este auge de una nueva derecha, caracterizada por la defensa de la soberanía nacional y la apuesta sin reservas por la reestructuración de la Unión Europea, obliga a repensar el proyecto europeo con la mira puesta en emprender juntos un nuevo camino en materia agroganadera, industrial, energética y migratoria, dejando de lado el permanente sometimiento a las directrices marcadas por unas élites globalistas alejadas de la sociedad real y ajenas a los verdaderos problemas de los ciudadanos. En definitiva, parece llegado el momento de que la Unión Europea apueste decididamente por dotar a las naciones que la componen de los mecanismos necesarios para hacer valer sus derechos e intereses, apostando, en primer lugar, por una drástica disminución de la dependencia energética y alimentaria mediante el desarrollo de nuevas centrales nucleares productoras de una energía demostradamente limpia y eficiente y la implementación de políticas arancelarias en materia agrícola que impidan la competencia desleal de terceros países y, en segundo lugar, por un exigente control fronterizo ante la avalancha migratoria que amenaza los propios cimientos éticos y culturales que posibilitaron el desarrollo de la civilización occidental.
Autor
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Rafael García Alonso.
Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.
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Victoria aplastante del desprecio a las urnas: 50,8%. La población ya no tolera la mentira continua venga de donde venga.
Ilegitimidad inequívoca de la Unión Soviética Europea y su agenda bolchevique 2030. Fracaso de todas las fuerzas políticas democráticas de un extremo a otro. Ilegitimidad de su gobierno corrupto hasta la médula vendido a la yihad musulmana invasora.
Legitimidad de la sublevación armada como el Putch de Munich de 1923 si se intenta imponer a ese 50,8% las asquerosas y enloquecidas leyes y decretos «uropeos» de una minoría en corrupta coalición que sea su gobierno corrupto próximo.
Letimidad de la INSUMISIÓN FISCAL genralizada para acabar de una santa vez con el socialismo corrupto y genocida que gobierna en Europa desde 1945 y en España desde treinta años después, sea socialismo rojo o socialismo de empresarios y ricos.
Venganza y sangre por mares si se transgrede la ley de la mayoría que dicen defender, pues ahora el parlamento europeo NO representa ni a la mayoría de los europeos.
Son 50,8% los que han rechazado a la Unión Soviética Europea, que quede bien claro a todo maldito loco democrático de izquierdas o derechas, tibias o extremas, integristas todos como el más loco de los de Bokko Haram. Que Dios haga pagar con el infierno el mal que desde décadas vienen provocando de continuo y sin corrección.