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Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Díez y José María Merino, escritores leoneses y académicos de la Real Academia Española, (excepto el primero) protagonizaron una velada literaria en la madrileña Institución Libre de Enseñanza, el día 9 de junio, en torno al Filandón.
El «Filandón» es una vieja palabra leonesa que designa las reuniones nocturnas en las que se contaban historias mientras las mujeres hilaban. Ocurría cuando la nieve cerraba los caminos, y los narradores tomaban el pulso a la intimidad del frío y la atmósfera del relato prendía en las sensibilidades de los oyentes. Estas formas de reunión narradora se expanden como arquetipos de lo que la palabra suscita, con reflejo en las grandes colecciones que permean las sucesivas culturas, desde el Pantchatantra y el Somadeva a las «Mil y una noches», según algunos, un fluir narrativo que llega hasta colecciones como «El libro de Patronio y el conde Lucanor» o «El Decamerón».
También El filandón (o fiandón, filorio, hilandorio, hilandera, serano) son esa reunión nocturna una vez terminada la cena, en la que se cuentan en voz alta cuentos al tiempo que se trabaja en alguna labor manual (generalmente textil). Tal reunión se solía hacer alrededor del hogar, con atentos participantes sentados en escaños, y algunos niños aburridos al no entender los relatos de sus mayores y que derivaban en molestarles al enredar entre ellos.
Mi abuela llamaba aquello «el hilorio» y la recuerdo ilusionada tomando los bártulos, la base de madera o soporte con dos agujeros para meter y dejar en vertical el uso y la rueca. Creo que esta ancestral y respetada costumbre se perdió en las montañas leonesas a final de los años cincuenta. Una vieja costumbre y escuela de aprendizaje mediante la Oralidad de los más cultos con facilidad de palabra que parece ser el origen de la literatura. También el más documentado leía el periódico -si lo había- de pie en el centro del atento auditorio. Una especie de escuela platónica del oyente, mientras no se perdía el tiempo ya que las manos quedaban libres, y se laboraba en tareas menores, como hacer madreñas los hombres u otras manualidades, y las mujeres el hilo para confeccionar las prendas.
En el rescate de este hecho cultural ha sido capital la aportación de los escritores leoneses Antonio Pereira, Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Díez y José María Merino, con la introducción de José García-Velasco, Presidente de la Institución Libre de Enseñanza, y Salvador Gutiérrez Ordóñez, Presidente de la Fundación Sierra-Pambley, y también miembro de la RAE, y catedrático de la universidad de León.
(Antonio Pereira falleció el 2009 en su casa de León)
Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Díez y José María Merino leyeron diversos y divertidos textos de los que son autores, y algunos cuentos escritos con la explicación detallada de los mismos.
El lugar indicado se ubica en el Paseo del General Martínez Campos, 14, 28010 Madrid. Allí continúan estos programas culturales.
El filandón que se practicó en la provincia de León también se le conoce como calecho o calechu, en Asturias, y en algunas zonas montañosas del extremo oriental de Galicia. En 2010, las Cortes de Castilla y León declararon al Filandón como Bien de Interés Cultural solicitando su inclusión dentro del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco.
La fría provincia de León se presenta como una de las más prolíficas de España en buenos escritores. Sorprendidos por esta circunstancia, el año 2017, Ángel Fierro del Valle, Julio Llamazares y el Catedrático de Literatura, José Enrique Martínez crearon el «Curueño Literario», movimiento con el nombre del famoso río leonés que discurre por el corazón de la montaña y en cuya vertiente o zona se destacaba un gran número de escritores, nativos, así como otros que atraídos por sus encantos naturales mojaron su pluma en las aguas de este río, tal como Victoriano Crémer, escritor leonés aunque nacido en Burgos, (Muerto a los 102 años) o Miguel Delibes y hasta nuestro último premio Nobel, Camilo José Cela, por citar algunos conocidos y ya en el reino de Dios. Aunque recordando a los que se fueron nunca podríamos olvidar a Jesús Fernández Santos, (1926-1988) del alto Curueño y destacado líder de la generación del cincuenta.
El «Curueño literario» que ofició por la montaña con ilusión estos años de su infancia, quedó medio diezmado, como toda actividad cultural, por la pandemia que conocemos y sufrimos. Aunque desconociendo su origen.
Se destaca en el impulso cultural montañés, el etnólogo, poeta y escritor, Ángel Fierro con sus investigaciones sobre nuestros ancestros y sus costumbre y lenguaje y su obra centrada en el Arbolio, nombre del territorio montañés bautizado así por los romanos. Ángel Fierro del Valle, haciendo honor a su nombre nació el año 1941, en Cármenes, del Valle contiguo al del Curueño y río Torío que discurre por las hoces de Vegacervera, buscando aguas arriba a Cármenes, capital de la Mediana, mientras que el vecino Curueño lo hace al este, por las hoces de Valdeteja, camino de Valdelugueros centro de la zona de los Argüellos. Coincidencia que casi todos estos escritores nacieron en la provincia en torno al 1941. Todos ellos como sus predecesores, son autores en lengua española, esa lengua en la que Dios dio a Cervantes el evangelio del Quijote.
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