20/09/2024 13:30
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Magnánimo Punk, movimiento auténticamente antisistema que acusa y denuncia y toca los cojones al poder. Punto. Faustamente, hogaño, no todos los punkarras son enardecidos lameanos de Gates, Soros, Rockefeller y heterogénea y piramidal y plutócrata morralla. Genocidas globalistas que se han vuelto «buenos» para muchos “antifas” simplemente porque son señalados por Trump y Abascal. Ahora, un ejemplo de lo mejorcito, veamos. Glorioso álbum anti-plandemia de los navarros Lendakaris muertos. Coctel Molotov al chivato del balcón, sublime temazo. Y, por supuesto, eterno, Evaristo. 

La plandemia, un exterminio de pobres

Hace escasos días a Jason Cenador, el sublime Evaristo, ex-cantante de La Polla Records, imprescindible pollón musical, proporcionándome la idea del título. “Sea porque se aprovechan de una enfermedad o porque la han creado ellos, la cuestión es que es gente con mucho poder, porque hunden el turismo, hunden economías(…) Hay que tener mucho poder para meterse con eso tan tranquilos(…)Yo tiendo a creer, por los antecedentes penales que tienen, que todo está preparado. Pero claro me van a llamar conspiranoico. Cuando dicen “negacionistas” es fantástico porque te meten el rollo como si fueran los neonazis negando el Holocausto pero yo digo: ¿Y tú que eres? ¿hijoputista? En serio, hay muchas preguntas que hace y ellos van a una velocidad tal que nos pasan volando por encima mientras estamos protestando de otras. Van superrápido y esto es un exterminio de pobres, créeme”. Pues eso, “negacionista”, todo tan orwelliano. Las palabras-policía.

 

La «revolucionaria» basura de género

Macho, como (casi) siempre, lo clavas. Otro ejemplo. Sobre la tiranía de género siempre lo tuviste claro, cristalino, luminoso. Desde el principio a la contra, como debe ser. Como mis venerados salmones, a contracorriente. Contra el liberticidio de género de la progresía posmoderna. Manipulación mediática, educativa y política, con el fin de dividir a la sociedad y beneficiar social, jurídica y económicamente a un sector apelando hipócritamente a una justicia que nada tenía que ver con un mínimo de lógica. Ni con el mismo concepto de justicia, obvio. 

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Mayúscula y basuriento estafa disfrazada de revolución. El último gran golpe de las élites contra la clase obrera. Y la pregunta del millón. ¿Desde cuándo una revolución está promocionada por instituciones oficiales, todos los partidos políticos, todos los grandes empresarios, todos los centros educativos «públicos», concertados y privados, acompañado todo ello por un despiadado bombardeo de prensa, radio y televisión y medios digitales, además de la monarquía (Leti, vanguardia) y , por supuesto, la banca privada (Ana Patricia Botín, adalid)? Honestamente, ¿alguien en su sano juicio cree que esto es una revolución?  Experiencia “revolucionaria” artificial, tan evidente. Pijos progres y tontos útiles plurales jugando a revolucionarios. Y Evaristo, como el librepensador que es, siempre denunció la farsa. 

Toda la puta vida igual

Lo sé, al igual que Evaristo, que los tiempos felices nunca terminaron de llegar. En el fondo, quién cuerdo lo puede dudar, llevamos “toda la puta vida igual”. Qué «divertido». Y con la plandemia, todo peor. 

Y ahora, mientras escribo, escucho en vinilo, como Dios manda, las cuarenta y cuatro joyas – apretada síntesis de cuatro memorables décadas – de Levántate y muere, glorioso álbum del concierto que realizaron los días 18 y 19 de octubre de 2019 en el BEC (Bilbao Exhibition Centre) de Baracaldo ¡Ni descanso, ni paz! Pues eso, ni descanso ni paz. Y perpetua gratitud, Evaristo. Y, también, nos llamaron “conspiracionistas”, macho. Ellos, conspiradores de manual. Para mear y no echar gota. Y se llamaba realidad. El desierto de lo real. En fin.

 

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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