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No se asusten. No es ningún acertijo, ni un hecho real, ni una broma…Fue en su día una contraseña. Lo cuento. Corría el año 1975, Franco se moría, sin remedio… y España (¡y el mundo!) vivía pendiente de esa noticia, la de la muerte del Caudillo, del Generalísimo, del Jefe del Estado para unos y del Dictador, para otros. Yo era Director de «Pyresa», la Agencia de noticias de la Prensa del Movimiento, y en ese momento mis competidores directos eran las Agencias EFE, «Europa Press» y «Logos», que dirigían respectivamente Alejandro Armesto, Antonio Herrero Losada y Luis Venancio Agudo.

Grandes y veteranos periodistas los tres, y además buenos amigos. Pero, eso sí, los cuatro dispuestos a ser el primero en dar al mundo esa noticia: la noticia de la muerte de Franco. Así que los cuatro nos las ingeniamos para infiltrar un espía secreto entre los familiares o el equipo médico que tenían el privilegio, a prueba de bombas, de saber en cada momento el estado del moribundo. Aquello duró un mes largo, el tiempo que Franco estuvo en el hospital de «La Paz» de Madrid, un mes que me pasé comiendo y durmiendo en mi despacho y tres personas (dos redactores y un técnico, las 24 horas del día)  al pie de los teletipos para lanzar de inmediato la noticia, que ya estaba escrita y lista de antemano: URGENTE, URGENTE; URGENTE  ¡¡¡   FRANCO HA MUERTO !!! 3,30 MADRUGADA. Naturalmente, yo no sabía, ni supe nunca, cómo se lo montaron mis competidores y adversarios, pero sí sé, como me lo monté yo para que «Pyresa» se apuntase el triunfo y el aplauso de toda la prensa mundial. Casualmente, y por pura suerte, una de las enfermeras (sólo 2) que podían entrar y atender al enfermo era la mujer de uno de mis Redactores y en cuanto lo supe pacté con ellos una «paga extraordinaria» y máximo secreto, pues a la señora si la descubrían podía costarle el despido o incluso la cárcel. Así estaban los nervios aquellos terribles días de incertidumbres, porque nadie sabía lo que iba a pasar en cuanto muriese Franco (a pesar de todos los atados y bien atados).
                      Y la contraseña que acordamos con ella fue esa: «Tu cuñada ha dado a luz». Sin más. Ni una palabra más….y un teléfono directo para ella sola. Y así, en esa espera angustiosa, pasamos hasta 19 días…Justo hasta esa noche, ya de madrugada, la del 19 al 20 de noviembre, cuando ¡por fín¡¡ sonó el teléfono y yo mismo escuché una voz femenina que decía lo ya acordado. «Tu cuñada ha dado a luz»…. ¡¡ Dios, pero entonces, cuando ya me encaminaba a los teletipos para dar el «notición» sonó mi otro teléfono directo y era el Ministro en persona, mi Ministro, José Solís Ruíz, en ese momento Ministro Secretario General del Movimiento, y por tanto máximo Jefe de la Prensa del Movimiento, que me llamaba para prohibirme que diera la noticia, porque por motivos políticos y militares nosotros, los del Movimiento, no podíamos ser los primeros en informar de la muerte del Caudillo ¡¡…
                   —  Pero Ministro…
                   —  No puede ser, Merino, no puede ser… Tú no des la noticia hasta que no la den otros…
                Y con la noticia en la mano me quedé, llorando de rabia, hasta que casi una hora después la dio en ¡¡¡exclusiva mundial¡¡ Europa Pres, o sea, mi amigo Antonio Herrero Losada. «Pyresa» fue la segunda.
               SÍ, muchas veces, muchas, desde entonces me he arrepentido de «aquello», porque un buen periodista, o incluso un simple periodista, habría mandado al señor Ministro a la mierda y habría dado el «notición» de su vida y de la vida de la Agencia «Pyresa»… Claro que viendo en lo que ha llegado a ser el Periodismo de hoy lloro más,  mucho más.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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