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En el siglo XX ha habido dos grandes Bestias. Una, el socialismo marxista y otra el nacional socialismo. Sus crímenes han sido terribles y numerosos y hay información bastante para denunciarlos.
La primera Bestia, tiene como referencia fundamental a Marx y Engels y cabe situar su fecha de fundación en febrero de 1848, cuando ambos presentaron El Manifiesto Comunista. Desde entonces el marxismo recorrió un camino persistente, sin renunciar a sus principios, y fue llevado finalmente a la práctica el 7 de noviembre de 1917, cuando Lenin dio un golpe de Estado y derrocó al gobierno republicano de Kerenski. No derrocó al zar Nicolás II, como frecuentemente se deja entender, sino al gobierno republicano que se había instalado en marzo de ese año, y que, en el difícil contexto de la Primera Guerra Mundial, mantuvo al zar y a su familia bajo arresto y fue dando claros pasos hacia la democracia, que debería finalmente consolidarse cuando se eligiese la Asamblea Constituyente.
Lenin derribó mediante la violencia armada al gobierno de Kerenski, aunque tuvo que aceptar que el 25 de noviembre de 1917 se celebraran las elecciones a la Asamblea Constituyente, en las que creía que iba a salir victorioso. Sin embargo, se encontró con la sorpresa de que su partido tan solo obtuvo el 24% de los votos y ciento setenta de los setecientos siete escaños, mientras que los socialrevolucionarios, que eran demócratas a pesar de su nombre, obtuvieron el 40,4% y trescientos sesenta escaños.
La Asamblea, no reconoció al gobierno de Lenin como autoridad suprema y se negó a someterse a las decisiones de los Soviets. Dentro del propio grupo bolchevique hubo una cierta división, pues no todos compartían el boicot del gobierno a la Asamblea Constituyente. Pero Lenin, que se había autodenominado Comisario del Pueblo, aplicó la doctrina marxista, disolvió las manifestaciones, en las cuales hubo muertos, y declaró el estado de sitio, dificultando la acción de la Asamblea, la cual finalmente fue convocada el 18 de enero de 1918. Al no validar ese día la Asamblea las decisiones del Comisario del Pueblo, a Lenin no le tembló el pulso: procedió sin más a disolverla y la sustituyó por la “democracia” marxista.
A partir de ahí se inició una cruenta guerra civil entre blancos y rojos, con hechos terribles por ambos bandos, debiendo quedar claro que las del bando marxista-leninista no fueron inferiores a las del otro bando. Lenin había creado el 20 diciembre de 1917 la CHEKA (Comisión Extraordinaria Nacional para la Lucha contra la Contrarrevolución, la Especulación y el Sabotaje), que alcanzó la cifra de doce mil funcionarios en julio de 1918, y que se dedicó a realizar una intensa actividad contra los «saboteadores», partidos de derechas, social revolucionarios, periodistas, huelguistas… haciendo llamamiento a la delación y promoviendo la constitución de Checas locales.
En el caso de Rusia, la guerra civil duró desde 1918 hasta principios de 1923. En ese periodo, Lenin dio orden de que fuera exterminada toda la familia del zar, lo cual tuvo lugar el 17 de julio de 1918, aunque el comunicado oficial solo anunció la muerte de Nicolás II, añadiendo que «la esposa y el hijo de Nicolás Romanov han sido enviados a un lugar seguro». El asesinato de toda la familia, a palos, tiros y fue ocultado hasta 1926 tras la publicación de una investigación realizada por un emigrado blanco.
La implantación del régimen comunista, en el contexto de la guerra civil rusa, fue terriblemente dura. El terror se incrementó tras la muerte de Lenin en enero de 1924. Stalin implantó un régimen de una crueldad extrema durante su dictatorial periodo de casi treinta años. Apoyó intensamente al gobierno republicano durante la Guerra Civil española, introduciendo las famosas “checas” y el sistema de Comisarios Políticos y, tras el final de la II Guerra Mundial en 1945, tomó el poder de todos los países del Este, mediante la manipulación de las elecciones y el uso brutal de la fuerza militar y policial.
Tras la II Guerra Mundial la Bestia marxista resultó triunfante al consolidar su poder sobre el territorio soviético y al incluir en su órbita política e ideológica a los países de la Europa del Este y los países bálticos.
Fue tal el grado de terror de Stalin, que la URSS respiró con alivio cuando, tras su muerte en marzo de 1953, tomó el poder Kruschov y denunció a los crímenes del estalinismo en su famoso, amplio y detallado Informe Secreto, de 25 de febrero de 1956, al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), dando a conocer numerosos casos de personalidades del propio PCUS que habían sido torturadas y ejecutadas.
Ahora bien, la denuncia de los crímenes de Stalin no quiere decir que Kruschov fuera un santo ni mucho menos, pues aplastó con sus tanques los levantamientos anticomunistas que tuvieron lugar en Polonia en junio de 1956 y en Hungría en octubre de ese mismo año. Kruschov dejó claro que una cosa era repudiar a Stalin y otra cosa muy distinta tolerar que se desmontasen las dictaduras del proletariado.
La Bestia marxista se endureció de nuevo cuando Kruschov fue depuesto y sustituido por Breznev el cual, durante casi veinte años, desde 1964 hasta su muerte en 1982, retornó a un cierto culto a la personalidad, aunque no al nivel de Stalin, y promovió la expansión de la marxista dictadura del proletariado por todo el mundo, alcanzando a un tercio del territorio y de la población mundial.
Por cierto, la dictadura de Breznev coincidió casi cronológicamente con la dictadura militar de derechas de Brasil (1964-1985). Si se comparan ambas, cabe señalar que la de derechas desembocó en la democracia, con una transición rápida y no traumática, mientras que la marxista de Breznev, se prolongó en las dictaduras de Andropov y Chernenko.
Fue Gorbachov quien, a la muerte de Chernenko, tras su elección en 1985 como Secretario General del Partido, lideró un proceso de apertura, que permitió la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989, 72 años después del golpe de Estado de Lenin. Resulta curioso como a pesar de su indudable buena voluntad y de sus esfuerzos, el propio Gorbachov estuvo sumido en el adoctrinamiento comunista y hasta su dimisión el 25 de diciembre de 1991, siguió insistiendo en que lo que había que hacer era “había que regresar a Lenin”
La Bestia marxista no quedó eliminada plenamente con la Caída del Muro de Berlín. Subsisten las dictaduras comunistas de China Comunista, que ya dura 73 años, la de Corea del Norte (74 años) y la de Cuba (63 años). La propia Rusia, tras la etapa de Gorbachov y luego de Yeltsin, no llegó a inserirse en la cultura democrática occidental, sino que parece anclada en los patrones autoritarios, con el zar Putin al frente, que lleva ya casi un cuarto de siglo en el poder. Por otra parte, la vigencia ideológica de la Bestia sigue pisando fuerte y conquistando nuevos países, en particular en los países de la América hispana (Cuba, Venezuela, Nicaragua, México, Perú, Chile, Colombia, etc.). ´
Junto a la Bestia Marxista, apareció en el siglo XX, la segunda Bestia, el Nacionalsocialismo (en alemán, Nationalsozialismus).
La Bestia nazi, tuvo su nacimiento el 24 de febrero de 1920 al crearse el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. En él se proclamó el programa nazi de 25 puntos y se creó grupo paramilitar uniformado, el llamado Camisas pardas similar al que había creado Mussolini en 1919. Posteriormente Hitler suprimió cualquier intento de cambiar el programa, negándose a abordar los asuntos después de 1925, porque “el Programa Nacionalsocialista era inviolable e inmutable”. Su libro “Mi lucha” fue publicado una parte en 1925 y otra en 1926
El programa nazi ponía especial énfasis en la raza alemana “la unificación de todos los alemanes” “Sólo un miembro de nuestra raza puede ser un ciudadano” … “ningún judío puede ser miembro de la raza y, por tanto, no puede ser ciudadano alemán” … “cada cargo público, de cualquier tipo, debe ser ocupado solamente por ciudadanos alemanes” “Cualquier tipo de inmigración de no-ciudadanos debe ser detenida” … “Todos los escritores y empleados de los diarios que aparezcan en lengua alemana deben ser miembros de la raza”
En lo económico el programa proponía que “el Estado debe encargarse de proporcionar un sustento y modo de vida para los ciudadanos… se obtengan más tierras y territorios (colonias) para el sustento de nuestro pueblo…la abolición de las ganancias obtenidas sin trabajo y sin esfuerzo, y la abolición de la esclavitud del interés”.
Exigía además “la nacionalización de todas las industrias asociadas al complejo militar… el reparto de beneficios de todas las industrias pesadas…. la colectivización inmediata de los grandes almacenes y su arrendamiento a bajo costo de las pequeñas empresas… una reforma agraria adecuada a nuestras necesidades, la promulgación de una ley para la expropiación gratuita de terrenos con fines de utilidad pública… la prevención de toda especulación en los terrenos.
Señalaba asimismo que “La primera obligación de todo ciudadano debe ser trabajar tanto espiritual como físicamente. La actividad de los individuos no debe ir en contra de los intereses del conjunto, sino que debe actuar en el marco del beneficio de todos”.
En lo social proponía “la expansión a gran escala del sistema de pensiones para adultos mayores” … “que el Estado sea el responsable de una reconstrucción fundamental de todo nuestro programa nacional de educación, para permitir que todos los alemanes competentes y trabajadores reciban una educación superior, y posteriormente, se inserten en los cargos de liderazgo”. Añadía que “el Estado debe velar por una mejor salud estatal… abolición del trabajo infantil … hacer deporte obligatorio, con el máximo apoyo de todas las instituciones preocupadas con la instrucción física de los jóvenes.
Visto en su conjunto el programa nazi enfatizaba un nacionalismo alemán a ultranza, que derivaría en los campos de concentración y en los hoy conocidos asesinatos de judíos, pero también de otras etnias consideradas inferiores a la alemana. Por otra parte, sin llegar al totalitarismo soviético basado en las teorías de Marx, el nazismo tuvo un contenido altamente socialista en lo económico, como se puede ver en su programa, incrementando el papel del Estado en la producción económica, cosa que ya había ocurrido también en las políticas del fascismo italiano.
Ambas Bestias, marxista y nazi, llegaron a un primer acuerdo para repartirse Europa del Este, en el famoso Pacto Molotov-Ribbentrop, de agosto de 1939. Stalin se quedaría con Finlandia, parte de Polonia, Repúblicas bálticas y parte de Rumanía y Hitler con parte de Polonia. La URSS había negado siempre la existencia de tales «cláusulas secretas» pero Gorbachov, en un importante gesto de transparencia, en agosto de 1989, creó una comisión especial que concluyó reconociendo que eran ciertas. En virtud de ese Pacto, el ejército alemán invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939, lo que dio lugar al inicio de la II Guerra Mundial que enfrentó a Alemania contra Francia e Inglaterra.
La Unión Soviética no solo rechazó condenar la actuación germana, sino que lanzó su propia invasión contra Polonia dieciséis días después. De idéntica forma, Alemania guardó silencio ante el ataque lanzado contra Finlandia por parte de la Unión Soviética, durante la Guerra de Invierno, en diciembre de ese año. En junio de 1940 la Unión Soviética se anexionó Estonia, Lituania y Letonia y territorios del reino de Rumanía, justo después del triunfo alemán en la batalla de Francia.
Sin embargo, la Bestia nazi, apenas dos años después del Pacto Molotov-Ribbentrop, el veintidós de junio de 1941, invadió el territorio polaco que la Unión Soviética se había anexionado en septiembre de 1939. Ahí murió el Pacto Molotov-Ribbentrop, apenas dos años después de ser firmado, dando lugar a que la Bestia marxista se pusiese del lado de Francia e Inglaterra frente a la Bestia nazi contra Alemania e Italia. El diseño final de la II Guerra Mundial quedó completo cuando en diciembre de 1941 Japón atacó a Estados Unidos en Pearl Harbour y Alemania declaró la guerra a Estados Unidos. Hubo dos grandes bloques. Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética de un lado y Alemania, Italia y Japón de otro. En cada lado hubo una Bestia totalitaria, quedando la Bestia marxista en el lado vencedor.
Ya entrado el siglo XXI, los crímenes de la Bestia menor, el nazismo, son ampliamente conocidos, reiteradamente divulgados en los medios y lógicamente repudiados por la inmensa mayoría. Lamentablemente no ocurre lo mismo con los crímenes de la Bestia mayor, el socialismo marxista, superiores entre 5 y 10 veces a los del nazismo. En gran medida son desconocidos, son poco difundidos por la TV y el cine, lo cual hace que no sean repudiados. Son aún muchos los que perciben al Che Guevara de la boina, como un liberador de los pueblos, olvidando que en ningún momento fue capaz de enfrentarse a los crímenes, torturas y fusilamientos que perpetraba la dictadura de Fidel Castro.
No obstante, entramos en el siglo XXI y es de desear que sean ampliamente conocidos los terribles y crueles hechos cometidos por ambas Bestias, a fin de que sean repudiados y sus ideologías denunciadas como ideologías criminales. Los datos objetivos son imprescindibles para dejar atrás toda demagogia y abrir en el siglo XXI a la construcción de una humanidad solidaria, responsable, libre y constructiva que es el deseo latente de la inmensa mayoría de seres humanos y, quizás también ¿por qué no sugerirlo? el anhelo del propio Dios para sus hijos, los seres humanos.
Autor
- Administrador Civil del Estado.
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