23/11/2024 09:09
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Desde 2019 fui reseñando y advirtiendo de la deriva totalitaria por la que nos encaminábamos y en la que, ahora, sólo estamos empezando a vivir: Informe: de la democracia liberal al totalitarismo, Hacia la tiranía o Hacia un país totalitario. Y reseñaba que nos encaminábamos hacia una III República –aquí y aquí, por ejemplo-

 

Rodríguez Zapatero anunció una “Nueva Vía” -Segunda Transición-masónica basada en tres ejes esenciales:

 

a) Un cambio educativo y social eliminando la concepción cristiana de la persona y la llamada familia tradicional.

 

b) Un cambio del derecho natural por los llamados derechos sociales e históricos.

 

c) Un cambio que encauce la acción política y la violencia hacia la reforma constitucional, una Segunda Transición que acabe destruyendo la nación y dando a España una nueva forma constitucional y política. Desde entonces hasta el presente estos tres puntos se han ido cumpliendo milimétricamente. En esencia:

 

1) Destruyendo la sociedad, vulgarizándola, sometiéndola mediante un continuado lavado de cerebro a través de los medios de comunicación. La »plandemia» ha sido elemento sustancial para someter a toda la sociedad. Los medios de comunicación abren sus programaciones con el ya habitual “parte de guerra”, aterrorizando.

 

2) En el ámbito legislativo, desde los gobiernos estatal y autonómicos claro es el camino trazado de eliminar las libertades y derechos fundamentales, anulando de facto la constitución: se han sacado viejas rencillas y odios pasados que ya estaban enterradas. Leyes como la de delitos de odio, de memoria histórica, leyes audiovisuales, los comités de control audiovisual o el decreto de medios digitales.

 

Pero es que, además, la »plandemia» ha permitido hacer cambios legislativos que restringen y en la práctica anulan los derechos y libertades fundamentales, y sin que la gran masa de españoles proteste; antes bien, aplauden y apoyan contentos la supresión de sus derechos y libertades. Y todo en base a la supuesta “lucha” contra la »plandemia».

Como en los mejores tiempos revolucionarios los Comités de Salud Pública vuelven a actuar (autoridad sanitaria, los llaman). Son los comités de salud pública estatal y autonómicos los que realmente están al frente de la labor de eliminar las libertades y derechos fundamentales. Los gobiernos autonómicos marcan el paso mientras el gobierno central asiente.

 

El ejemplo más reciente, la ley gallega BOPG 29/11 que establece: detección, seguimiento y control de los ciudadanos; inspección e intervención de centros sociales, empresas e instalaciones asumiendo el control y cambiando al personal; intervención sobre personas –¿detenerlas?-, controlarlas y vigilar el entorno de las personas “afectadas”; incautación de bienes y productos y suspensión de actividades; imponer a los ciudadanos medidas de “autoprotección individual”;  imponer restricciones (eliminación) de los derechos fundamentales (circulación, movilidad, reunión, manifestación y cualquier otro); “relocalizar” y “trasladar a personas” a “instalaciones”. El Comité de Salud Pública tendrá facultades punitivas, de castigo y escarmiento para todo aquel que presente oposición y/o resistencia.

 

3) Los partidos del Régimen se han lanzado a la lógica destructiva de las instituciones:

 

Un Comité de Dirección de la Presidencia del Gobierno (gobierno en la sombra) reúne funciones de seguridad nacional, política económica y G20, Unión Europea, comunicación e información, asesoramiento a los organismos gubernamentales. Un Parlamento controlado por los partidos gubernamentales pero donde el resto de partidos son parte del entramando destructivo, especialmente a cuenta de la »plandemia». Un Poder Judicial minado y ya prácticamente doblegado en su independencia, además del control de la fiscalía.

 

En cuanto a la dinastía reinante, observo que está recibiendo fuego artillero enemigo y también, supuestamente, amigo. Y las andanadas alcanzan a la institución monárquica. Ha sido un error unir monarquía y dinastía. La institución es la monarquía no la dinastía en la que se encarna ni la persona en la que se encarna. La Institución Monárquica debería estar por encima de la dinastía. Por este motivo, desde mi punto de vista, la dinastía se tambalea y en su caída puede arrastrar a la Monarquía. La institución monárquica corre el riesgo de ser desmantelada.

 

Por lo que se refiere a la estructura político-administrativa de España. Desde el minuto uno del año 1976, los partidos del Nuevo Régimen han venido trapicheando con los independentistas, socavando día a día los fundamentos de la unidad de España y de la Constitución que sustenta el Régimen. Se ha permitido un golpe de Estado independentista en Cataluña, y el ejemplo es seguido y querido en otras regiones. Pero todo hay que decirlo, todos estos males ya estaban prefigurados en la Constitución de 1978. Se han cumplido con creces los avisos de Don Marcelo en su profética Instrucción Pastoral, sobre las maldades de la Constitución y sus consecuencias.

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En este contexto encuentra sentido el terrorismo, que no ha cesado desde 1976. A día de hoy el miedo y el terror se mantiene en Vascongadas y se ha incrementado en Cataluña. En los últimos años la algarada callejera independentista e izquierdista se ha incrementado en toda España. Cierto es que los que antes mataban ahora no matan, pero ¿a qué precio? Los partidos del Régimen han aceptado que sus miembros se incorporen a esos partidos o formen otros partidos legales y pasen a controlar no pocas instituciones, especialmente en el ámbito municipal y autonómico. Aquellos han conseguido la mayor parte de sus objetivos, se han garantizado un modus vivendi a costa de los españoles y están en condiciones de alcanzar sus últimos objetivos: las independencias regionales con la colaboración de los partidos del Régimen.

 

4) Destrucción de la red productiva y comercial. Ya lo estamos viviendo y esta quiebra sólo ha hecho que empezar. No tengo la menor duda de que lo que los partidos del Régimen buscan es la ruina económica de España. Que los españoles no tengan más opción que agarrarse a la “paguita” del Estado omnipotente. Y no protestes, no desobedezcas, no critiques; el Estado te vigila, tus vecinos te observan, te puedes quedar sin “paguita” o bien -y con el cuento de la »plandemia»- pudieran entrar en tu casa -sin orden judicial- y ser “trasladado” a una “instalación” sin que nadie sepa dónde estás.

 

Reseñado el contexto de esta hipótesis no puedo más que concluir que desde 1976 ha habido más pérdidas que días y que el Régimen de 1978 está moribundo, sólo falta darle la puntilla. Pero ¿cómo pueden dar la estocada final al Régimen?

 

En mi hipótesis explico -en otros artículos- que en un primer momento Felipe VI trataría de defenderse pactando en lo posible -intentando que no le pase como a su bisabuelo- por lo que accedería a asentar los cambios legislativos, que ya se están dando -a cuenta de la planemia- y que afectan a los derechos y libertades fundamentales.

 

Se facultaría a las comunidades autónomas para que fuesen oficialmente estados independientes. En estos más de 40 años los gobiernos autonómicos han incrementado facultades y han desarrollado organismos e instituciones propias de un Estado. Todo en acuerdo, en coordinación y cooperación con el llamado gobierno central. Aún más, con el cuento de la »plandemia» el gobierno central -con el beneplácito del parlamento- ha incrementado las cesiones de competencias que constitucionalmente sólo a él corresponden. De hecho, las autonomías ya funcionan como estados independientes, especialmente en Cataluña y País Vasco. Como efecto primario tenemos que la desigualdad de derechos y deberes entre los españoles es bien patente.

 

Respecto al llamado gobierno central, éste quedaría como un organismo burocrático cuya única función sería de supuesta conciliación entre estados. Esto es, España sería en la práctica una confederación manteniendo la denominación constitucional de “autonomía” o bajo un cambio de denominación: “federación”.

 

 Al rey se le mantendría, momentáneamente, en su puesto como mera figura decorativa, sin ninguna de las funciones que actualmente aún detenta constitucionalmente.

 

Estoy convencido que esta confederación de estados independientes bajo la forma de monarquía sería sólo un paso rápido hacia la república confederal. De hecho, algunos ya la están reclamando mientras otros hablan de transformar el estado autonómico en estado federal. Pero la cuestión es que ya vivimos, de facto, en un estado federal de los más políticamente descentralizados de occidente. Por lo tanto, cuando dicen estado federal están diciendo realmente estado confederal. La diferencia esencial entre uno y otro es que en el estado confederal los estados miembros son soberanos e independientes que ceden voluntariamente algún aspecto de su soberanía, pudiéndola recuperar cuando quieran ¿Acaso no es esto lo que reclaman los partidos independentistas? ¿Acaso no es esto lo que algunos partidos políticos llamados “de ámbito nacional” están propagando?

 

Este experimento ya se hizo en Yugoslavia y en la Unión Soviética cuando se transformó en la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Y todos sabemos cómo acabaron estas experiencias: desintegración, guerras entre estados y guerras civiles (las guerras en Ucrania y en Armenia-Azerbaijan son coletazos de todo aquello). Estoy convencido que lo mismo pasaría en España (históricamente ya tenemos la experiencia de la I y II repúblicas).

 

Pero pudiera suceder que el deterioro institucional, político, económico y social llegase a ser tan grande que no hiciese falta ningún paso intermedio entre monarquía y república. En ese caso todo estaría listo para que la élite política se deshiciese de la dinastía y, de paso, de la institución monárquica. Tal sucedió en 1931.

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Aún así haría falta un detonante. En 1931 fueron unas elecciones municipales que la élite política -hasta entonces supuestamente muy monárquica- utilizó para deshacerse de la dinastía y de la monarquía y proclamar ilegalmente la República. Y ahora ¿cuál podría ser el detonante? Sigamos con la hipótesis.

 

Imaginemos. Siguiendo la estela de 1931 ¿pudieran ser unas elecciones autonómicas o municipales el acicate para tal cambio de Régimen? Después del golpe de Estado independentista de 1 de Octubre de 2017 y las elecciones autonómicas de Cataluña de 14 de Febrero de 2021, la situación en Cataluña se mantiene como estaba antes del golpe independentista. Las cosas no han cambiado. Tampoco creo que la cosa cambiase con unas elecciones autonómicas en el País Vasco. Las elecciones de Mayo en la Comunidad de Madrid, fuesen cuales fueren los resultados, no creo que dieran motivación para que algún grupo reclamase activamente tal cambio de Régimen.

 

¿Y unas elecciones municipales? Las próximas son en 2023 junto con algunas autonómicas, aquellas autonomías constituidas por los artículos 143 y 144 más cabildos y consejos insulares. Si para entonces la situación social se agravase hasta el punto de la protesta social generalizada, un proceso electoral en tales circunstancias sería problemático incluso “accidentado” pero no creo que desembocase en una asonada revolucionaria que llevase a un cambio del Régimen.

 

Pero imaginemos que, en un contexto de quiebra del Régimen y ruina social, de desesperación de buena parte de la población, se produjese una catástrofe: un terremoto, accidente o suceso que produzca una conmoción general ¿pudiera ser un atentado general (como el 11M) o de un político? Como sucedió el 11M, imaginemos a los partidos echándose las culpas. Imaginemos a ciertos grupos lanzados a la algarada callejera generalizada como protesta por ese atentado. Imaginemos que esas algaradas animan a ciudadanos -desesperados por su situación- también a lanzarse a la protesta. Imaginemos que este contexto se diera en un período electoral municipal o autonómico o general (como el 11M). Quizás sí se darían todos los elementos para el hundimiento del Régimen de 1978.

 

Ahora vienen algunas preguntas: ¿qué tipo de suceso podría ser? Si fuese un atentado general o personal ¿qué líder podría ser? ¿de la derecha? ¿de la izquierda? ¿Podría ser un atentado de falsa bandera? ¿Quién está capacitado para realizar un acto así? ¿Quién tiene los medios para realizar tal atentado? ¿Quiénes están lo suficientemente organizados y adiestrados para organizar algaradas callejeras? ¿Quiénes tienen experiencia en realizar algaradas callejeras?

 

Desde luego debemos ser conscientes que estamos en unos momentos muy delicados y la ruina económica y social, la quiebra de las familias no ha hecho más que empezar. Las disposiciones contra la »plandemia» son desarreglos que están hundiendo a toda España, pero el parlamento y los partidos políticos siguen con sus martingalas tradicionales como si nada hubiese cambiado. De momento los españoles estamos soportando y mal-llevando todas las medidas ‘covidianas’ decretadas por los gobiernos, y aplaudidas por los parlamentos, y que nos abocan a la ruina total. Si continúan y se incrementan ¿Dónde estará el límite de aguante de los españoles, el fiel que incline la balanza y de paso de la desesperación a la protesta-algarada generalizada? ¿Y si esto coincide con una catástrofe?

Autor

Antonio R. Peña
Antonio R. Peña
Antonio Ramón Peña es católico y español. Además es doctor en Historia Moderna y Contemporánea y archivero. Colaborador en diversos medios de comunicación como Infocatolica, Infovaticana, Somatemps. Ha colaborado con la Real Academia de la Historia en el Diccionario Biográfico Español. A parte de sus artículos científicos y de opinión, algunos de sus libros publicados son De Roma a Gotia: los orígenes de España, De Austrias a Borbones, Japón a la luz de la evangelización. Actualmente trabaja como profesor de instituto.