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No digo que con la que está cayendo, plantear esto no sea superfluo, banal o intrascendente. Casi hasta ridículo. Pero a lo mejor podemos llegar a una conclusión importante, porque no es posible que de ser un país de guapas y guapos nos hayamos convertido en el país con más feas y feos por metro cuadrado de Europa, y puede que del mundo; aunque en honor a la verdad esto último no lo tengo muy estudiado.

 Para mí de siempre, esto de la fealdad física ha tenido mucho que ver con la ética. Así, cuanto más educada y espiritual era una persona, más virtudes físicas poseía. Y al contrario también era cierto. Bien es verdad que dicha regla no siempre se cumplía en el caso de las mujeres. Pero bueno, dejémoslo estar.

    Para empezar, tenemos el modo de vestir de hoy. Seguramente porque prima la comodidad, que algunos suponen más democrática que la corrección en el vestir según el momento y la circunstancia. De lo que se deduce que la cosa es ir cómoda o cómodo, porque lo importante es la persona, aunque la persona también sea un desecho de virtudes. Bien es cierto que en esto pecan más los hombres que las mujeres. ¡Menos mal! Que para todo tiene que haber un consuelo.

    Así, es normal ir a cenar a un restaurante de cierto nivel, y encontrarte a una pareja (conste que llamó pareja a un hombre y a una mujer), ella estupendamente vestida, y él en plan cómodo o democrático. Lo que no quiere decir que el maître (solo porque va en la paga), le ofrezca probar el vino antes a él que a ella. Esto pasa, y es muy curioso de observar. Aunque hay veces que dé asco.   

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    La cuestión ahora va quedando clara. Clara, porque si la crisis actual es de fundamentos, es evidente que tampoco hay fundamento para vestir bien según sea la ocasión o la circunstancia, cosa que de sobra se sabía antes. Tal es así, que la consecuencia final es la fealdad, el mal gusto y la ordinariez.

Ahora bien, si nos metemos más profundamente en la cuestión. Lo que constatamos es que el hombre se ha envilecido absorbido por una concepción hedonista-materialista-economicista de la vida, y se ha hecho antitético a la ética, y al no ser ético, también ha dejado de ser estético. De ahí el estilo renovado en  todos los aspectos de su vida.

  Estamos en la “barbarie civilizada”, así llamaba M. F. Sciacca a la Europa secularizada.

P.D. De gustarme hace deporte, que no me gusta, por supuesto que vestiría de chándal. 

 

Autor

Pablo Gasco de la Rocha