Corrupción sistémica. Por Filípides

En el proceso de ingeniería social que ha conducido a la destrucción de España en tan sólo unas décadas, podemos observar nítidamente cuáles han sido las líneas de acción seguidas. Por un lado, el socavamiento de los vínculos que nos unen, empezando por el olvido intencionado de la Historia común y continuando por la división artificial de España en el llamado “Estado autonómico”. Es decir, alimentando el egoísmo, la insolidaridad, la irresponsabilidad y el enfrentamiento entre compatriotas. En segundo lugar, deslegitimando el valor de la unidad nacional y atacando físicamente a quienes la defienden. Y también, más frecuentemente, aunque suele pasarse por alto al ser una vía más sutil o menos evidente: mediante el acoso y la intimidación psicológica en la escuela, instituto y universidad. Por otra parte, el caramelo envenenado del llamado “Estado del bienestar”, que ha envilecido y debilitado a los españoles por el miedo a perderlo¹. Asimismo, la deslegitimación de la familia y de la Nación bajo el imperio del relativismo², propiciando la destrucción de una moral compartida. Y, por último, la instrumentalización y perversión del lenguaje con el fin de manipular, silenciar, tergiversar o reconstruir la realidad. En este sentido, no puede olvidarse que la partidocracia ha contribuido decisivamente a la “transformación social” de España a través de la “resignificación” partidista del lenguaje. Por ejemplo: uno puede proclamarse abiertamente anfifascista, antimadridista o antiespañol, pero ningún medio admitirá un discurso antisocialista, antibarcelonista o anticatalán. Y no porque no exista animadversión más que justificada hacia el socialismo, el Barcelona o hacia los separatistas, sino porque hay fobias que se permiten, reivindican y alientan –ya que resultan “políticamente correctas”– y, sensu contrario, hay otras que se reprimen y silencian.

Siguiendo con el ejemplo anterior: ¿Acaso los antimadridistas no lo gritan pública e impunemente? ¿Es que en los alrededores de los campos deportivos del Fútbol Club Barcelona, Atlético de Madrid, Valencia Club de Fútbol, Athletic de Bilbao, Sevilla, o Rayo Vallecano no se venden desde hace décadas bufandas que llevan impresa la divisa “antimadridista”? ¿O no se ha “normalizado” que la afición del Barcelona pite el himno español en la final de la Copa del Rey?

De igual modo, resulta difícil negar que el “antimadridismo” u odio al Real Madrid Club de Fútbol responde habitualmente a un sentimiento negativo hacia Madrid como capital de España y contra España misma. Madrid y España como sinónimos del mal absoluto, del centralismo opresor, de Franco… aunque la capital del Reino mantenga a buena parte de esos parásitos autonómicos improductivos y cómodamente anclados en el victimismo y la reclamación de una colosal y eterna “deuda histórica”… y aunque el Real Madrid sostenga la imagen de una Liga y unos clubes que viven, en gran medida, del prestigio y los ingresos que genera el club blanco.

Por supuesto, siempre habrá quien niegue la “coincidencia” de estas fobias, pero la presencia habitual de pancartas y cánticos separatistas en los estadios de fútbol o canchas de baloncesto donde juega el Real Madrid es un hecho; o, más bien, muchos hechos que por su reincidencia certifican una conexión inequívoca entre el odio al Madrid y el odio a España. Y es que el club blanco siempre ha sido uno de los mejores embajadores de España en todo el Mundo y, por esa misma razón, ha sido y es un factor de cohesión nacional. Salvando todas las distancias que se quiera, como el Museo del Prado o el Descubrimiento de América. De hecho, la dimensión internacional³ del Real Madrid sólo tiene parangón con la universalidad del Catolicismo, difundido en todo el orbe, precisamente, por España.

Ahora bien, ¿cómo explicar la hostilidad hacia el Real Madrid en aficiones como la del Sevilla, Atlético o Valencia? ¿Sólo por rivalidad deportiva? Evidentemente, no. Sirva como respuesta aquello que apuntaba Elvira Roca Barea en el libro “Imperiofobia y Leyenda Negra”: porque hay quienes no soportan los éxitos del mejor y porque ha calado un relato falso de la Historia. Por envidia, por frustración y por fanatismo, sí, pero fundamentalmente porque dicho resentimiento ha sido alimentado con mentiras⁴ de forma sistemática durante décadas tanto en las escuelas como en los medios de comunicación. Y ya se sabe que cuando una mentira se repite mucho y se imprime a fuego en las conciencias infantiles durante varias generaciones, acaba convirtiéndose en una “verdad” indiscutible; no por ser cierta, sino porque nadie se atreve a cuestionarla.

Desde luego, no hay casualidad en que tanto la enseñanza como el periodismo sean ámbitos dominados por la misma ideología disolvente que tiene por socios a todos los partidos separatistas y declaradamente antiespañoles. Lo cual permite entender cómo el discurso de parte y ciertas etiquetas se han impuesto a escala nacional: recordemos dónde y quiénes acuñaron y difundieron aquello de “los medios de la meseta”, “la caverna mediática” o la “central lechera”; cómo se acabó eligiendo periodistas “neutros” para retransmitir los partidos del Real Madrid, y cómo los propios comentaristas madridistas fueron autocensurándose cada vez más para no parecerlo en absoluto. Medios públicos y privados que, para no ser acusados de “centralistas” por los separatistas antiespañoles, admiten y amparan “naturalmente” los discursos antimadridistas en sus tertulias, justificándolos como “libertad de expresión”. De forma que, por lo visto, nos debe parecer lógico el uniforme forofismo pro-barcelonista en los medios catalanes –recuérdese el editorial único en 2017–, y, por el contrario, debemos asumir un “equilibrio” en el número y perfil de los tertulianos que participan en los programas de “Madrit”. Aunque en realidad sabemos que dicho “equilibrio” implica unas cuotas “igualitarias” que sitúan a los madridistas en minoría y, por lo tanto, refuerzan el discurso antimadridista. ¿Y qué decir si, como sucede, muchos de esos periodistas presuntamente “madridistas” odian al mejor presidente desde don Santiago Bernabéu⁵? Por no hablar de aquéllos que se prestan a servir de muñecos del pim pam pum⁶ en las tertulias, los bufones, exquisitos, tibios o rematadamente idiotas⁷. Pues que así no hay ni puede haber equilibrio ninguno y lo que pasa es que el discurso antimadridista no sólo es hegemónico en Cataluña, sino que se ve difundido y reforzado a escala nacional. Basta escuchar medios radiofónicos como la COPE⁸, la SER⁹, Onda Cero¹⁰, Marca¹¹, leer el As¹², El País¹³, El Mundo¹⁴ o ABC¹⁵, ver la información deportiva en RTVE¹⁶, Tele5¹⁷, Antena3¹⁸, Cuatro¹⁹ o GolTV²⁰, o seguir las retransmisiones en MoviStar+²¹. Los mismos que silencian, encubren y blanquean el mayor caso de corrupción en la historia del deporte español: la adulteración de la competición liguera durante al menos veinte años por parte del F.C. Barcelona mediante el pago de 7,5 millones de euros al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, José María Enríquez Negreira.

Filípides 

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