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Alrededor de 126.000 espectadores han elegido, en España, la segunda parte de Los Croods para volver al cine. De esa manera, la cinta de animación de Universal ha recaudado 787.446 euros durante el pasado fin de semana. Arrasando en la cartelera. ¿Merecidamente?
¿Carcas versus progres?
En las pantallas patrias, pues, la tremebunda y simpaticona familia cavernícola, Los Croods. Con unos enamoradísimos Eep y Chico, topándose con deleitoso lugar tras conseguir sobrevivir en el inhóspito universo que se hallaba allende su covacha. Por allí hormiguean los Masmejor, una familia mucho más «evolucionada» y sofisticada, protohipster y top cool, que pondrá en gravísimo aprieto la relación entre nuestra pareja protagonista.
Guion escandalosamente flojo
Con un guion bastante más enclenque que el magnífico de la primera parte, sin apenas esbozar sonrisas, esta segunda parte de Los Croods funciona bastante peor que la primera. Diálogos y situaciones y puesta en escena son bastante pobres y forzados. Y se nota – y mucho – que los directores y guionistas no son los mismos que en la primera parte. Joel Crawford no encamina mal del todo el producto a un nivel puramente estético y visual, pero desde luego la diferencia con Chris Sanders (director de Cómo entregar a tu dragón o Lilo y Stich, entre otras) y Kirk DeMicco (Space Chimps) es francamente palmaria.
Y temáticamente, una animación cada día más echada a perder. No tan solo la esta segunda parte nuestra comentada familia. Una animación cada vez más «ideologizado», pues. Primero el inicial maniqueísmo. Cavernícolas bárbaros versus cavernícolas postmodernos. Y enfoque de los temas adultos – muros trumpistas, el clasismo, los falsos progres o las políticas del miedo – cuanto menos discutible. Y, la guinda del pastel, un feminismo que, definitivamente, ha perdido definitiva e irreversiblemente el sentido de la realidad.
Cuando el feminismo y la ideología de género mataron el cine
Uno de los dobladores – el director de la portentosa Tarde para la ira, Raúl Arévalo- lo tiene suficientemente claro. Diríase cristalino. Arévalo como Phil MásMejor -Peter Dinklage en inglés -, indicó en la rueda de prensa de presentación de la película que el principal mensaje es «el de las mujeres al poder, cuando las mujeres toman las riendas es cuando empiezan a funcionar bien”.
Sin revelar las panzas del argumento, comentaré a los apreciados lectores de ECDE que en la peli las mujeres de la tribu son las que solucionarán las cosas ante la desidia y el infantilismo de hombres profundamente afeminados. Y con su tendencia a la jactancia y a la estupidez. «La sororidad y el empoderamiento solucionarán las cosas», palabras de Anna Castillo, la otra dobladora. La actriz afirmó que “me encanta que por primera vez en una película de dibujos, bueno, quizás no la primera, pero sí de una forma tan limpia y tan clara, son las tías las que salvan a los hombres. Por ejemplo, una de mis películas favoritas es Mulán. Y ella salva al chico y a China, pero estando enamorada, ocultando que es una mujer… siempre hay cositas que no están bien y que en este caso sí”.
El hombre blanco, encarnación del mal
El antes y después, el punto de no retorno, la secuencia de las princesas Disney en la estimable Ralph rompe Internet (sin olvidar la dolorosa puñalada trapera de la segunda parte de Los Increíbles). Sororidad y empoderamiento, fraseología de control mental, Programación Neuro Lingüística mediante. Traduzcan adecuadamente tal toxicidad léxica: odio antimasculino, sin más. El cincelado icono del mal, el enemigo a exterminar, el hombre blanco. Heterosexual. Y masculino, valga la aparente reiteración. No sólo él, toda su cultura debe ser barrida del mapa para que los nuevos colectivos que se amalgaman en la piara de Mamá-Estado nos impongan su mundo feliz, tan orwelliano.
Qué sopor. Infinito tedio. Delictuosa languidez. La ideología (tan falsaria, antihumana y criminal en el caso que nos ocupa), aniquilando el cine. Pues nada, tiren millas, dominguillos de las productoras. En estos tiempos de falsa pandemia, además de plandemia, ya no nos queda ni el cine. En fin.
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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