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Los críticos de Franco sólo le acusan de ser un dictador. Aparte de que le entrada en la Jefatura del Estado se produjo en una época de turbulencia en la actuación pública y peligro para la convivencia que dio lugar a la guerra, Franco tuvo a su disposición el poder del Estado, pero nunca se distinguió por hacer un mal uso del mismo, entre otras razones porque consideraba que tanto la actuación pública como la sociedad había de respetar la Ley de Dios, así que para ejercer el mando no tuvo la ilimitación jurídica que se da en los dictadores.
Tras la lectura de la biografía que sobre él escribió Luis Suárez y los libros “Mereció la Pena”, de Licinio de la Fuente; “En una España cambiante” de Pedro González Bueno; “Río arriba” de Gonzalo Fernández de la Mora, y de haber escuchado de viva voz el testimonio de José Utrera Molina, todas ellas personas que le trataron durante mucho tiempo y que al escribir no pueden ser acusados de hacerlo en beneficio propio o de sus intereses, he llegado a la conclusión de que la inmensa mayoría de los que “no dejan de llamarle dictador” sin comentario alguno sobre su actuación, tienen un astronómico desconocimiento de Franco.
Se dice que ahora tenemos un régimen de “libertades”, pero esas libertades son libertades abstractas. Ahora se puede elegir a quien te gobierna, se dice- pero no conocemos a casi ninguno de las listas en que figuran los designados por el partido y que nos presentan para que en el ejercicio de nuestra libertad escojamos entre una y otras lista de desconocidos para que sean diputados representantes del pueblo, – se dice- pero que estarán sometidos a la disciplina del voto. Ahora podemos decir lo que pensamos pero convivimos con lo “políticamente correcto”. Teníamos que ir a Perpiñán para ver cine de desnudos, y ahora tenemos las familias desestructuradas, y muchos padres y madres de matrimonios rotos se refugian afectivamente en sus hijos. Los que vengan, lo tendrán más crudo.
¿Y con Franco? Se elegían entre los cabezas de familia a 100 procuradores; en el mundo sindical a 150 y el territorio elegía a otros 58 procuradores. Los presidentes de las instituciones, de los Colegios profesionales también formaban parte de la cámara, y por ello se legislaba mejor. Me impresionó leer que el Presidente de las Cortes estaba preocupado por la de Proyectos de Ley que se devolvían por las Cortes al Gobierno, situación hoy impensable desde que ”disfrutamos de la independencia de poderes”. En aquellos años se impartía justicia sin que se produjera presión alguna sobre los jueces y se gobernaba mejor, sin que los que participaban en el Gobierno tuvieran adscripción a grupos por su adscripción política, a lo sumo se les consideraba de filo esto o aquello.
¿Dónde están los que legislaban, y sus hijos? ¿Dónde están los que juzgaban y sus hijos? ¿Dónde están los que gobernaban y dirigían la Administración, y sus hijos? Muchos han muerto el resto están jubilados o a punto de jubilarse, mientras que los que se limitan a llamarle “dictador” no le conocieron.
Solzhenitsyn testimonió lo que era una dictadura: control en fronteras de personas y mercancías; vigilancia tipo Stasi; racionamiento de alimentos; planificación de la actividad económica, etc. Nada de esto en época de Franco, el régimen era reconocido por todos los Países, se entraba y se salía con entera libertad, la actividad económica se desarrollaba en constante mejoría, no eran precisas las empresas de seguridad y la población reclusa era menos que la actual; el acceso a la educación en escuelas, universidades y universidades laborales alcanzó a todas las capas de la sociedad, se formó una clase media fuerte, que es lo que dio estabilidad social a España, hasta el punto de que la muy valorada “Transición” fue posible por la situación social y política de partida pues todo cambio histórico en tiene en ella su propia explicación.
Es cierto que no podíamos entrar en la Comunidad Económica Europea porque los partidos políticos eran ilegales en España y no es menos cierto y basta mirar al siglo XIX para reconocer que en España nunca nos ha ido bien con los partidos políticos y cuando parecía que funcionaban, todo el mundo reconoció el pacto de turnos.
España sólo ha hecho cosas importantes y grandes cuando ha estado unida y los partidos, tal y como los hacemos, nos llevan a un cainismo estéril y en la actualidad, desde que tenemos estas libertades abstractas, el pueblo vive desconectado de sus representantes por falta de mecanismos electorales adecuados y contempla indefenso la situación esos partidos políticos que, dicho sea de paso, son las instituciones peor valoradas por la sociedad, pero que ocupan, o quieren ocupar, el poder para plasmar sus ideas y no para atender a los problemas reales de esa misma sociedad las cuales sí eran debidamente atendidas cuando existían unas libertades concretas bajo la mirada “del dictador”
José Luis Montero Casado de Amezúa
Autor
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Ingeniero Agrónomo.
A lo largo de su trayectoria profesional, Montero Casado de Amezúa ha desempeñado diferentes puestos de responsabilidad en el Ministerio de Agricultura, como jefe provincial del IRYDA en Cáceres (1981-1985), subdirector general de Coordinación Institucional (2002-2004), director general de SEIASA (2012-2014) o vocal asesor en la Dirección General de Desarrollo Rural (2014-2020), entre otros.
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Se podría leer también el escrito que dejó Enrique Jardiel Poncela sobre la guerra civil, en el que pone como no digan dueñas a Alfonso XIII y a la izquierda en general; curioso que nadie parezca conocerlo, pues aunque a la izquierda en pleno tiene, por fuerza, que ponerla muy nerviosa – y temo que a la derecha blandiblú también – los supuestos «patriotas» deberían conocerlo y citarlo de cabo a rabo, sin despreciar una sola frase de un testimonio inesperado de alguien que, según propia confesión, sólo se definió políticamente una sola vez: como «anti-izquierdas españolas», sin por ello encontrar su sitio ni entre los de Gil Robles ( blandos, miedosos e inoperantes ), los carlistas ( clericales ), los monárquicos ( pocos y ridículos ), los jonsistas ( define a Ramiro Ledesma como un joven alucinado ) o los falangistas ( considera a José Antonio demasiado intelectual, con vocación de apóstol y hasta mártir, pero incapacitado para la acción, que ni siquiera permitió que le rescatasen los suyos ); pero Jardiel alaba la acción de Franco en la guerra y cómo está reconstruyendo – sin el menor totalitarismo ni represalias – el país después de ella y se indigna con los «exiliados» a quienes califica de embusteros, vagos, infantiles y pueriles.