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Con el estallido del alzamiento militar el 17 de julio de 1936, la escuadra quedaría en casi su totalidad en manos del gobierno del Frente popular, tras la sublevación de las dotaciones de numerosos buques, que en la mayoría de los casos asesinaron a sus mandos de forma ignominiosa y cobarde.

El lunes 20 de julio de 1936, la guarnición de El Ferrol se une al Alzamiento Militar, iniciado por parte del Ejército y la Armada, con el apoyo de aquella media España. “que no resignaba a morir”, contra el desgobierno infame, sectario y malvado del Frente popular. La decidida y valerosa actuación en el Arsenal Militar de la Infantería de Marina, junto a un grupo de jefes y  oficiales de la Armada, entre los que destacaran los hermanos Francisco y Salvador Moreno Fernández,  así como en las calles de los Regimientos de Infantería de Mérida y de Artillería, hará que la ciudad departamental quede en poder de las tropas, tras tres días de enconada lucha.

La flota Nacional tiene que partir prácticamente de cero. A sus filas se incorporaran el crucero “Almirante Cervera”, que se hallaba en el Arsenal de el Ferrol en esas jornadas del mes de julio; El viejo  acorazado “España”, fuera de servicio, también anclado en el Arsenal Ferrolano, al igual que el “Destructor Velasco”. De igual forma se unirán a la incipiente Marina Nacional  algunas pequeñas unidades fondeadas en los puertos de Cádiz, Ceuta y Melilla, ciudades también donde ha triunfado el Alzamiento Nacional.

En gradas del astillero ferrolano, finalizando su puesta a punto, los modernos cruceros “Canarias” y “Baleares”, que se van a convertir en las joyas de la Marina Nacional. Dos buques que desde su entrada en servicio  en el conflicto bélico serán, sin género de dudas, la pesadilla de la flota roja, enseñoreándose de las aguas del mar Mediterráneo y obligando  a la flota frente populista a mantenerse escondida en su base de Cartagena. 

El crucero “Canarias” había sido construido en los Astilleros de la Sociedad Española de Construcción Naval de El Ferrol. Su quilla fue colocada  el día 15 de agosto de 1928, al mismo tiempo que la de su gemelo, el “Baleares”, siendo presidido el acto por el presidente del Gobierno General Miguel Primo de Rivera. El crucero “Canarias” fue botado el día 28 de mayo de 1.931, en presencia del  Ministro de Marina, de la recién llegada al poder II república española, Santiago Casares Quiroga, cuya esposa fue la madrina.

Botadura del Crucero Canarias.

Desplazaba  10.000 toneladas. 13.283 toneladas a plena carga. Sus medidas eran 193,90 metros de eslora; 19,52 metros de manga; 12,57 metros de  Puntal y 6,51 metros de calado. Su protección de blindaje era de 50 mm. En los costados de la flotación, reforzada con 100 mm, a la altura de los pañoles de las torres artilleras, defendidas a su vez por blindajes de 25 mm. Cubierta protectriz entre 20 y 75 mm. Bulges para la defensa submarina. El buque estaba dividido en 292 compartimentos estancos que se cerraban en caso de sufrir desperfectos graves. Desde la quilla al puente de observación había que atravesar 12 cubiertas paralelas. Estaba dotado del siguiente armamento: 8 cañones SECN de 203 mm, 2 en cada una de las 4 torres que poseía. 8 cañones de 120 mm, 4 por banda. 12 tubos lanzatorpedos de 533 mm, 6 por banda. Su propulsión constaba de 8 calderas Yarrow.4 turbinas Parsons. 4 hélices. Potencia: 90.000 cv. Alcanzaba una velocidad máxima de 33 nudos. Su tripulación la componían alrededor de 1000 hombres.

El advenimiento de la II república con sus nuevas medidas, encaminadas a triturar el Ejército, provocaron numerosos cambios en la estructura y organización de la Armada, entre ellos la decisión de extinguir los Cuerpos de  Infantería de Marina y Eclesiástico; cambio de nombres y emblemas en unidades; escalafón de ascensos, Todo aquel maremágnum hizo que la construcción de los cruceros “Canarias” y “Baleares” se viese afectada por un notable retraso, ya que tenían que haber sido entregados a la Armada en 1933.

Con el triunfo de los partidarios del Alzamiento Nacional en el arsenal Militar de El Ferrol y en la ciudad, el “Canarias”, al igual que su gemelo el crucero “Baleares”, se encontraba con su armamento incompleto. El «Canarias», que había realizado las pruebas de mar a finales de 1934, se encontraba, en ese mes de julio de 1936, en fase de armamento con la artillería principal montada sin probar y, sin montar la dirección de tiro y artillería secundaria. Se le alistaría apresuradamente instalándosele alzas de baterías de costa de 152,4 mm para la dirección de tiro y cuatro piezas de 101,6 mm procedentes del acorazado «España”.

El 6 de septiembre enarboló en él su insignia el almirante Francisco Moreno  Fernández y, el día 12, era nombrado comandante el capitán de navío  Francisco Bastarreche y Díez de Bulnes. El día 27 de septiembre, el «Canarias», junto con el crucero «Almirante Cervera», zarpó de El Ferrol rumbo al Estrecho de Gibraltar, con intención de presentar combate contra la flota roja y romper de forma definitiva el bloqueo que dicha armada realizaba en aquellas aguas, para impedir el paso de las tropas del bando sublevado desde África a la Península.

Crucero Canarias. Montajes artilleros de proa..

Es en ese mes de septiembre cuando el gobierno del frente popular va a cometer un de sus grandes errores militares de la campaña. Al comprobar lo ineficaz que resultaba la flotilla de cinco submarinos enviada en agosto y principios de septiembre de 1936 al mar Cantábrico, cuatro sumergibles de la clase “C” y uno de la “B”, con  objeto de acabar con el dominio que tenía en ese mar la pequeña flota del bando nacional, compuesta por el crucero “Almirante Cervera”, el viejo acorazado España, destructor Velasco y una nutrida flotilla de Bous Armados, arrastreros y bacaladeros, en su mayoría,  algo que no conseguiría, decidió enviar desde el mar Mediterráneo al grupo de la flota roja compuesta por el acorazado “Jaime I”, los cruceros “Libertad” y “Cervantes”, los destructores “Almirante Valdés”, “Almirante Antequera”, “Almirante Miranda”, “José Luis Díez”, “Lepanto”, “Alsedo”, y “Lazaga” y tres submarinos Clase “C”. Sus órdenes tajantes: hacerse con el control del mar Cantábrico, auxiliar a sus fuerzas de tierra, que iban de derrota en derrota, tras perder Irún, Fuenterrabía y San Sebastián a manos de los nacionales; poner fin al férreo bloqueo que la flota nacional sometía a los puertos de Bilbao, Gijón y Santander, y de paso prestar apoyo al Gobierno de la República en el País Vasco, donde estaba a punto de formarse un gobierno autónomo en cuanto se aprobase el estatuto de autonomía, algo que se produciría el día uno de octubre.

Por el contrario y con elevadas dosis de superioridad, desprecio del enemigo y total falta de información, mantuvo, en la zona del estrecho de Gibraltar,  cinco destructores, “Almirante Ferrándiz”, “Gravina”, “Churruca”, “Sánchez Barcaíztegui” y “Alcalá Galiano”, en la creencia que serían suficientes para mantener el bloqueo, impidiendo de esa forma el paso de tropas del bando nacional a la península y la llegada a los puertos de Melilla, Algeciras, Ceuta, Cádiz y Sevilla en poder de los nacionales, de buques con pertrechos de abastecimiento y material de guerra. Pero no contaban con el “Canarias”.

El mando frente populista sabía que la flota nacional no operaba por aguas del Estrecho y Mediterráneo, creyéndola en la base de El Ferrol, pues tenían información, que resultaría falsa de toda falsedad, que el Crucero “Canarias” estaba siendo reparado de los graves daños que le había infligido una bomba lanzada por la  aviación  frente populista y que por tal motivo tardaría  largo tiempo en  entrar en servicio. 

Crucero Canarias disparando con sus cañones de banda de 120 mm en tiro antiaéreo.

Nadie por tanto esperaba en aquellas aguas del paso del estrecho de Gibraltar al moderno “Canarias”, que junto al crucero “Almirante Cervera”, con total silencio de radio y luces apagadas,  llegaron a la zona  en la madrugada del 29 de septiembre. Sus órdenes: para el Crucero “Canarias”  ocupar con las primeras luces del día las posiciones en la vertical del faro de Punta Almina de Ceuta, y la vertical del Cabo Espartel, situado en la costa africana, en la entrada sur del estrecho de Gibraltar, frente el cabo de Trafalgar, para el  Crucero “Almirante Cervera”.

A las 4,20 de la madrugada el “Canarias” toca a zafarrancho de combate y dejando atrás al “Cervera”, se apresta a cruzar el estrecho, dirigiéndose, de forma peligrosa, al mar Mediterráneo. En la oscuridad de la madrugada, los vigías del Canarias, provistos de prismáticos y telémetros, divisan la silueta de un destructor, que resultaría ser el “Gravina”, completamente apagado, que pasa muy cerca y se pierde luego en la espesura de la noche.

El comandante del Canarias, capitán de navío Bastarreche, levanta el silencio de radio y comunica  al comandante del “Almirante Cervera”, capitán de fragata Salvador Moreno, del avistamiento de un destructor,  que navega en su dirección, solicitándole su reconocimiento e identificación, algo que haría el “Cervera” tras avistarlo.

A las 5,40 de la madrugada, los telemetristas y vigías del “Canarias”, perciben a una distancia de 30.000 metros, una columna de humo, en dirección oeste. A las 6,05, el “Canarias”, a distancia de 22.000 metros, reconoce al buque  como un destructor, que resultaría ser  el “Almirante Ferrándiz”, de la flota roja, que avisado por el “Gravina”, navega, sin bandera, por aquellas aguas de Punta Europa.

El destructor “Ferrándiz”, ante su asombro, identificó al crucero como el “Canarias”, quien disparó entonces dos primeras salvas de aviso. Pero en vez de detenerse, izar bandera y dar su nacionalidad, el destructor de la flota roja intenta virar en redondo, a escape, aumentando su velocidad, a pesar de no tener su planta propulsora alistada para dar la máxima velocidad, -debido a su completa ignorancia de la presencia  del crucero “Canarias”-, bordeando la costa española, realizando diversos cambios de rumbo, navegando en zigzag y lanzando columnas de humo.

Entre los primeros y segundos disparos, que resultaron cortos y largos, el “Canarias” interceptó el siguiente mensaje de radio: “Almirante Ferrándiz, atacado en el estrecho”. Al no tener ya duda de que se trataba de un destructor enemigo, el “Canarias”, a una distancia de 16.000 metros, disparó con sus torretas de proa, una tercera andanada de proyectiles de 20,3, dos de los cuales  alcanzaron al “Almirante Ferrándiz” entre sus dos torretas de proa, prendiendo fuego a las gárgolas y matando a casi todos los sirvientes. Sin embargo el buque continuó su curso, zigzagueando y tratando de protegerse detrás de una cortina de humo.

Destructor Almirante Ferrándiz

El capitán de navío Bastarreche ordenó que el “Canarias” maniobrase, para poder de esa forma disparar con las torretas de popa, dos proyectiles  más, a la distancia de 15.000 metros, que alcanzarán de nuevo al “Ferrándiz”. Otros dos, los últimos, cuando el Canarias, a la distancia de ocho mil metros,  divisa perfectamente las letras “AF” pintadas a proa del destructor,  produciendo estos una gran explosión en la proa del barco, de cuyas resultas el “Ferrándiz”, envuelto en llamas y escorado a babor, comenzó a hundirse. Eran la 7, y 20 de la mañana. Un avión Dornier nacional, procedente de Ceuta, alarmado por los cañonazos, sobrevuela al “Canarias”·, al que sus tripulantes reconocen, saludándoles brazo en alto, respondiendo los marinos de igual forma desde cubierta. 

Diez minutos después, el crucero “Canarias”, tras cesar el fuego, recogía a 28 supervivientes, que se mantuvieron a flote encima de una balsa de corcho, mientras que el mercante francés “Koutubia”, que navegaba por la zona, rescataba a otros 25, que en otra balsa intentaban ganar la costa española. Otros 85 tripulantes del destructor “Almirante Ferrándiz” desaparecieron con el buque, incluido el comandante, el alférez de navío José Luis Barbastro.

A las 7,33, el “Canarias” enviaba un radio al crucero “Almirante Cervera”: “Destruido destructor Almirante Ferrándiz, Comunique resultados de su encuentro Gravina”.

Por su parte el crucero Almirante Cervera, una vez identificado el destructor avistado como el “Gravina” inició su persecución. El “Gravina” puso su maquinaria a tope, alcanzando más 35 nudos y con maniobras evasivas y cortinas de humo fue despegándose de la persecución del “Almirante Cervera”, que llegaría a alcanzar los 32 nudos, efectuando  292 disparos con su artillería de 152 mm.. Tan solo dos alcanzarían al Gravina en la proa, causándole pequeños desperfectos, lo que le permitirían refugiarse en el puerto internacional de Casablanca,

Crucero Almirante Cervera.

Como consecuencia del éxito táctico alcanzado por los cruceros nacionales en el Estrecho, la vía marítima entre el puerto de Ceuta y los del sur de la Península quedó completamente abierta, escoltando, ambos cruceros, tres días después del combate con los destructores de la flota roja, desde el puerto de Ceuta a los de Algeciras  y Cádiz, a 12.000 hombres con toda su impedimenta y material. Hasta el 31 de diciembre de 1936, 42.569 hombres del ejército nacional cruzarían de esa forma el Estrecho, -algo que se había iniciado de forma heroica por el convoy llamado de la Victoria, el cinco de agosto- y que se convertirían en más de 70.000 durante toda la guerra.

Con aquel extraordinario logro, la Marina Nacional, además de obtener el dominio de las comunicaciones marítimas entre las ciudades españolas del norte de África de Ceuta y Melilla con la península, que ya no abandonaría hasta el uno de abril de 1939,  final de la campaña, asestó un durísimo golpe a la moral de la flota roja, que se vería reflejado en el amargo mensaje que el Capitán de Corbeta Miguel Buiza, jefe de la flota frente populista, dirigiría al Ministro de Marina y Aire Indalecio Prieto Tuero, señalando la  grave situación de indefensión en que se encontraron las unidades atacadas, privadas de todo tipo de información y apoyo aéreo. No podemos olvidar que las “ilustradas eminencias” del ministerio que dirigía Indalecio Prieto, se mantuvieron, durante unos días, en el empecinado error de que el Destructor “Ferrándiz” había sido hundido por el crucero “Cervera”, operando en solitario, en la creencia de que el “Canarias” se hallaba en El Ferrol reparando gravísimos daños.  Tuvo que ser el comandante de un destructor británico, que atracaría en el puerto de Málaga, unos días después del combate de Cabo Espartel, quien informase a las autoridades rojas de que el “Ferrándiz” había sido hundido por un buque identificado desde Gibraltar como el “Canarias”, causando un gran revuelo y un enorme asombro en las autoridades del frente popular, ante la lamentable desinformación que habían manejado.

  

Destructor Gravina.

Prieto, cegado por su miopía política, pues pasaría por alto la importancia estratégica  decisiva que suponía para el bando nacional el trasladar, sin ningún tipo de obstáculo, tropas desde el protectorado marroquí a la península, en esos primeros meses de guerra, contestaría a Buiza rechazando sus reproches. El mismo Prieto, al que se le había calentado la boca cuando exclamó, al conocer el alzamiento militar, apoyado por la media España que no se resignaba  a morir: “¿A dónde van esos locos? Nosotros tenemos las principales ciudades, los núcleos industriales, todo el oro del Banco de España, inagotables reservas de hombres, y tenemos la Escuadra”, se quejaba ahora de que la falta de apoyo aéreo a los dos destructores atacados, era debido a  la escasez de medios que obligaba a priorizar misiones. Evidentemente lo tenían todo menos la razón.

A mediados del mes de octubre de ese año de 1936, la flota roja, destacada en el mar Cantábrico, regresó al Mediterráneo, a sus bases de Cartagena y Málaga. Sin embargo la vigilancia y bloqueo de aguas del estrecho nunca más se realizaría, agravado con la puesta en  funcionamiento por el bando de Franco de la base de Palma de Mallorca, a finales de 1936 y  la caída de Málaga en manos del bando Nacional, en febrero de 1937, circunstancias estas que decantarían el dominio del mar Mediterráneo hacia la flota nacional con el gran trabajo, durante toda la guerra de liberación, de los cruceros pesados  “Canarias”, “Baleares” hasta su hundimiento; Cruceros ligeros “Almirante Cervera” y “Navarra”, los Minadores “Júpiter”, “Vulcano” y “Marte”, Destructores “Huesca” y “Teruel”, los submarinos “General Sanjurjo” y “General Mola” y otras unidades y  cruceros auxiliares. La flota roja, agazapada en su base de Cartagena, pasó a desempeñar misiones de protección del tráfico propio para asegurar el suministro de armas que, desde la U.R.S.S. le llegaba por el Mediterráneo. Solamente, hasta el final de la contienda, se anotaría un tanto al hundir, el 6 de  marzo de 1938, al Crucero “Baleares” en la batalla de cabo de Palos. 

P/D: Escribo este artículo, al amparo de la infecta, criminal, malvada, canallesca, mentirosa, llena de odio, de división entre unos españoles y otros; profanadora de cadáveres, manchada con la sangre de las víctimas del terrorismo, a quienes desprecia, un auténtico fraude de ley, que ataca la unidad de España, la verdad, la libertad, la historia de nuestra Patria, incluso ataca de forma ignominiosa al patrimonio cultural, histórico y artístico de España, siendo su único y malévolo fin deslegitimar un régimen, el del Generalísimo Francisco Franco, que llevo a España a convertirse en la novena potencia industrial del mundo y de él que emanó la actual Jefatura del Estado, llamada, de forma burda y grosera, ley de “memoria democrática”, de la cual me declaro beligerante, recientemente aprobada, que en un párrafo textual de su sectario preámbulo dice: “El conocimiento de nuestro pasado reciente contribuye a asentar nuestra convivencia sobre bases más firmes, protegiéndonos de repetir los errores del pasado. La consolidación de nuestro ordenamiento constitucional nos permite hoy afrontar la verdad y la justicia sobre nuestro pasado. El olvido no es opción para la democracia”. A ESO ME ACOJO. EN DEFENSA DE LA VERDAD.  ESTA ES MI MEMORIA. Y NO ME VOY A CALLAR.

Autor

Carlos Fernández Barallobre
Carlos Fernández Barallobre
Nacido en La Coruña el 1 de abril de 1957. Cursó estudios de derecho, carrera que abandonó para dedicarse al mundo empresarial. Fue también director de una residencia Universitaria y durante varios años director de las actividades culturales y Deportivas del prestigioso centro educativo de La Coruña, Liceo. Fue Presidente del Sporting Club Casino de la Coruña y vicepresidente de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña. Apasionado de la historia, ha colaborado en diferentes medios escritos y radiofónicos. Proveniente de la Organización Juvenil Española, pasó luego a la Guardia de Franco.

En 1976 pasa a militar en Fuerza Nueva y es nombrado jefe Regional de Fuerza Joven de Galicia y Consejero Nacional. Está en posesión de la Orden del Mérito Militar de 1ª clase con distintivo blanco. Miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, es desde septiembre de 2017, el miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, encargado de guiar las visitas al Pazo de Meiras. Está en posesión del título de Caballero de Honor de dicha Fundación, a propuesta de la Junta directiva presidida por el general D. Juan Chicharro Ortega.

 
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