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La nochebuena del 1521 Oviedo sufrió un terrible incendio que destruyó casi toda la ciudad. El incendio se inició en la calle Cimadevilla. Quedaron implicadas la Plaza de Trascorrales, calle Mon, calle Máximo y Fromestano, Plaza del Paraguas, Corrada del Obispo, Tránsito de Santa Bárbara, calle Santa Ana y Casa de la Rúa. También quedaron afectadas la puerta de Sacastiello, el Hospital de San Juan, el barrio de la Chantria y Lonja hasta la puerta de Gascoña, el Monasterio de San Pelayo, la calle Portal, la calle San Antonio y el Hospital de San Julián.
En el conocido como callejón de los Huevos, se accedía a la calle Cimadevilla y, de ahí, a la Plaza de Trascorrales. Según las crónicas de la época, el incendio se inició en una casa que estaba calentando unas brasas. Una de ellas quedó mal apagada y ese fue el principio del desastre. Al ser casas de madera y estar todas muy juntas, el fuego se propago de una a otra de una manera muy rápida. En apenas una hora tres cuartas partes de Oviedo quedó completamente destruido por el fuego.
Aquella brasa mal apagada y el desordenado diseño urbanístico de la ciudad provocó el caos. La distribución de las calles era angosta y asentadas. A esto unimos lo dicho, que las estructuras eran de madera, y el coctel estaba servido. Las brasas tardaron casi dos meses en extinguirse.
Si seguimos la ruta que tomó en su destrucción el fuego, tenemos la Plaza de Trascorrales, donde acudían las mujeres a vender leche, huevos y pescado. La actual calle Mon, en aquella época, se conocía como calle de los Ferreros. Aunque la calle se llamara así, en ella no había ningún ferrero o herrero. Estos, por el peligro que suponía la forja, los sacaron fuera de las murallas, en la zona de Campillín. El incendio, en esta calle, incendió el antiguo hospital de San Julián y Santa Basilisa.
En el cruce de las calles Mon con Máximo y Fromestano se considera que existía una antigua morada de Templarios, también desaparecida. En la Corrala del Obispo se levantaba el Palacio Arzobispal, que sufrió graves daños durante el incendio. Ahí según parece estaban las cuadras del obispo. En Tránsito de Santa Bárbara se levantaban las ruinas del palacio del rey Alfonso II y la antigua torre defensiva. Gracias a la altura de estas construcciones, el fuego no avanzó hacia la Catedral, salvándola de quemarse.
En la calle Santa Ana quedó muy afectada la iglesia de San Tirso. Esta calle, a pesar de haber sufrido graves perdidas por el incendio, se reconstruyó como era en su origen. Esto supone una visión medieval de la Catedral, tal y como había sido concedida. Finalmente tenemos la Casa de la Rúa o Palacio de los marqueses de Santa Cruz de Marcenabo, que es la edificación más antigua de la ciudad, y que sobrevivió al incendio.
Los habitantes de Oviedo tuvieron que huir de la ciudad. Desconocemos las personas que fallecieron en aquel incendio. Los que pudieron salvarse lo lograron porque o bien se escondieron en las cuadras que había en los arrabales o bien en ermitas e iglesias. Una crónica de la época decía que “toda la ciudad se abrasó dentro de los muros, sino fue la Santa Iglesia que quedó libre en medio del incendio, aunque el maderaje y andamios de una torre, que se iba haciendo, se quemó también”.
Una vez sofocado el incendio se tenía que empezar de nuevo. En el momento de reconstruirse la nueva ciudad se diseñó un nuevo proyecto urbanístico, con casas sin balcones no colgadizos, para evitar la propagación del fuego. Los muros se rediseñaron. En vez de madera se sustituyeron por mampostería. Se cambió el trazado radical por otro ortogonal. Esto propició un crecimiento comercial y económico de la ciudad.
Con respecto a este crecimiento comercial, en febrero de 1522 los dirigentes de la ciudad de Oviedo le pidieron al rey Carlos I, para paliar las grandes consecuencias económicas del incendio, que les concediera un mercado franco, en el cual no se cobraran impuestos. El rey accedió. Esto fue un importante apoyo económico para la ciudad. Al principio empezó a celebrarse los lunes, para pasar a los jueves. El actual mercado del Fontán es heredero de aquel del 1522.
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