06/10/2024 01:13
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Durante mi travesía por la antaño prestigiosa Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza, tuve un excelente profesor de derecho internacional público, don Leandro Rubio García, que en paz descanse.

Seguramente aprendí poco de sus sabías lecciones, pues era un torrente, a veces desbordado, de información y conocimientos, pero hay algo que me quedo muy claro: el enemigo de mi enemigo, es mi amigo.

Ergo, Argelia es un país amigo de España, pues al igual que nuestra Patria, tiene grandes encontronazos con Marruecos, esa potencia mediana, pero con aires de grandeza, posiblemente heredadas del Protectorado de Francia, que ya sabemos que a “grandeur”, a los franceses no les gana nadie…

Don Leandro sostenía la tesis, sustentada en ejemplos históricos, de que muchas veces países casi enemigos, acababan siendo grandes amigos, ante la existencia de otro país, enemigo común de ambos.

Cuyo es el caso que nos ocupa, y preocupa.

Marruecos, con una extensión casi similar a la de España, 446.550 kilómetros cuadrados, y una población de 36.500.000 habitantes, ha ocupado, por la vía de hecho, como un auténtico okupa, y pasándose por la entrepierna las resoluciones de la ONU, la antigua provincia número 53 de España, el Sáhara, con una extensión de 266.6000 kilómetros cuadrados, y una población en 1975 de unos 200.000 habitantes, y eso como mucho, y actualmente de un millón de habitantes, la mayoría marroquíes, llevados allí de forma obligada en la mayoría de los casos, por Marruecos, y en otros como consecuencia de sus cargos y empleos: militares, policías, funcionarios del sátrapa moro, etc.

Solamente una parte de esos 266.000 kilómetros cuadrados, algunos autores hablan de un tercio, es decir unos 90.000 kilómetros cuadrados, han quedado fuera del muro construido por Marruecos, para “consolidar” su apropiación indebida del Sáhara.

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Fuera de ese muro, y entre el Sáhara y Argelia, asienta su escaso poder la República Árabe Saharaui Democrática, RASD, gobernando a unas 300.000 personas, la mayoría residentes en los campamentos sitos en la provincia argelina de Tinduf, y con una pequeña capital, casi simbólica, en su propio territorio, Tifariti, del que algunos autores cifran su población en unas 3.000 personas…

Pero, eso sí, con Universidad, que da enseñanza a 500 alumnos, más o menos, y que empezó impartiendo cuatro carreras; es posible que ahora haya alguna más.

Confieso mis simpatías por la nueva república, y sigo sin entender la penosa y lamentable actuación del actual gobierno social comunista que los españoles sufrimos…

El enemigo de mi enemigo es mi amigo, ergo España debería estrechar lazos con Argelia, país protector de la RASD…, y con la propia república árabe saharaui democrática.

Y, para empezar, deberíamos reconocerles como un nuevo estado en la comunidad internacional, como ya les han reconocido, de iure, más de ochenta naciones, y otras muchas más –quiero pensar que entre ellas está España-, de facto.

El gobierno de España, que tan mal se portó con los saharauis en 1975, y décadas posteriores, debería cederles, gratis et amore, un edificio simbólico y representativo en Madrid, para sede de su embajada en nuestra Patria.

Asimismo, y vista su situación de guerra, por lo menos de guerrillas, con Marruecos, y teniendo en cuenta que España es un país fabricante de armas, y además tenemos armamento obsoleto, que posiblemente no necesitamos en demasía, debería dar toda clase de facilidades a la RASD para adquirirlo, o acceder a él…

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Repito, los enemigos de mi enemigo son mis amigos.

Excuso decirles que deseo lo mejor a Argelia y a la naciente república, segundo país de África donde el español es un idioma oficial.

Tenemos unos deberes históricos, políticos y jurídicos con ellos, por mucho que les traicionaran determinado rey “demérito” y gobiernos cobardes y pusilánimes, de esos que siempre andamos sobrados en nuestra vieja piel de toro.

Pero no el pueblo español, que es noble y sufrido.

¡Demasiado sufrido para tantos hideputas, cobardes, corruptos y traidores como hay al mando de la nave!

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Ramiro Grau Morancho