21/11/2024 14:59
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Los banqueros han pasado a la euforia, en tanto que los clientes sufren el avinagramiento porque tras la pandemia ha caído considerablemente el servicio bancario.

A Pedro Guindaleras empiezan a no cuadrarle las cuentas, ni ver lógicas las explicaciones de los banqueros. Esos señores encorbatados o señoras presidentas con lustroso traje rojo le recuerdan a los agricultores de su pueblo: todos los años son malos y todas las cosechas se quedan cortas, aunque los datos digan que son extraordinarios y que representan las mejores cosechas del siglo. Pero lo que más descoloca a Juan Guindaleras, cliente de los bancos desde hace nueve lustros y natural de Villatempujo, es el desorbitado beneficio récord de la banca con la consiguiente pérdida de servicio al cliente.

Guindaleras comprueba que hace unos días esos mismos banqueros estaban cabreados, con cara avinagrada. En un suspiro han pasado a la euforia. Son ahora los clientes quienes sufren ese avinagramiento porque tras la pandemia ha caído considerablemente el servicio bancario: miles de oficinas rurales han cerrado, los despidos y prejubilaciones en bancos y cajas se han multiplicado por no se sabe cuánto… Además, a ello hay que añadir la permanente desatención a los mayores de 65 años, que se comprometieron a prestarlos especial atención, pero todo se ha quedado en palabras huecas.

«Si un banquero no saber labrar un majuelo, ¿por qué yo tengo que saber manejar un cajero y una aplicación informática donde se me amontonan los conceptos y las opciones»?, dice un meme muy extendido por las redes. Otro motivo para agriarse el cliente bancario es comprobar la nula remuneración del pasivo cuando el día a día nos deja ver que hay un claro alza del coste del activo. A ver si Pedro Guindaleras y demás vecinos de Villatempujo van a acabar dando la razón a la comunista, Ione Belarra, líder de “Hundidas Podemos” y presunta aspirante a Robin Hood con su Plan retrocomunista de batalla: «Ricos, alquileres y SMI»

Aquella campaña de «Soy mayor, pero no idiota» sirvió para que algunas entidades se lucieran y blanquearan la mala fama que ya arrastraban. Sea como fuere el caso es que las mejoras siguen ausentes y a los mayores los siguen tomando por tontos. ¿Alguien se ha parado a analizar la brutal caída de servicios de lo que era Bankia y lo que ahora es CaixaBank, incluido el cambio de las reglas a mitad de partido? Los clientes huyen como gato escaldado. Y solo pongo un ejemplo muy visible, pero que no se hagan ilusiones las demás entidades porque ellas también bailan están enfocads. «No es decente que Botín nade en billetes de 500 euros», dice Belarra, como «No es decente que Belarra diga estupideces sin argumentar sobre el fracaso del SMI, los ricos, el armamento a Ucrania y la libertad de mercado para los alquileres», digo yo.

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Los grandes bancos llevan tres semanas dando palmas. Ven un negocio indescriptible, mientras a Juan Guindaleras le escurre el sudor de cada poro corporal. ¿Recuerdan el impuesto a la banca, con lo que Nadia Calviño cree haber descubierto el Mar de Mármara para dar satisfacción a los mamertos de Unidas Podemos? Pues eso es el chocolate del loro y apenas superará los 1.350 millones de euros. Y, por favor, que ningún cliente aplauda con las orejas porque las entidades ya han encontrado cómo transferir el coste al cliente.

Hay formas de chantaje bancario que los clientes vemos como ventajas a corto plazo, pero quedan en la categoría de tretas, engaños y al final frustraciones. Las entidades bancarias ya están a tres telediarios de alcanzar la rentabilidad del negocio, sin más; lo de «servicio» queda en segundo plano mientras no exista una banca pública. Millones de clientes aún esperan algún tipo de remuneración a sus todavía guardados futuros depósitos, pero de momento solo toca esperar.

Muchos clientes empiezan a pensar que las grandes entidades bancarias tienen algún tipo de tara financiera o escondida deficiencia de gestión. ¿Por qué? Pues porque las familias atesoran alrededor de 196.000.000.000 de euros en espera de esas remuneraciones, sean en forma de plazos fijos u otros depósitos vinculantes. Huyen de los fondos de inversión que son el gran fracaso de la oferta bancaria actual. Ningún banco del Ibex35 ha sabido llegar hasta ahora al corazón de esos ahorros que se esconden y llenan calcetines, huecos de baldosas, cajas fuertes y espacios entre colchones y jergones o modernos canapés de doble fondo.

Cuando el alumnado más aventajado de la clase –como siempre serán Banco Santander y BBVA—dé con la tecla de la gallina de los huevos de oro y pida ese corazón que atesoran las familias en forma de miles de millones de euros (por miedo a la guerra de Ucrania y a la inseguridad jurídica y desproporcionada corrupción del Gobierno de Pedro Sánchez) entonces será el momento de pedir cuentas a esas entidades sobre los horarios limitados de caja, las citas obligatorias, la penalización de recibos y costes de Caja, los cambios de sucursal sin consulta previa ni notificación, el desprecio al cliente y su permanente envío al cajero para cualquier milonga pepinera, sorpresivos cierres de oficinas… Ah, y las colas, permanentes y largas colas que humillan al cliente mientras te miran por encima del hombro al pasar. Los banqueros y sus mandados son los nuevos ladrones del siglo XXI porque nos roban lo más preciado de la persona: el tiempo.

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Fíjense en este dato: en 2022 esos bancos de los que venimos dando testimonio han obtenido de ganancias 27.871 millones de euros, algo así como un 24% más que en 2021. ¿A alguien le sorprende que tras esos datos muestren sonrisa de oreja a oreja la tal Botín, el tal Goirigolzarri (que aún debe una explicación financiera y no traidora a Rodrigo Rato), el tal Torres… La subida de tipos ha sido como ponerlos un cohete en el culo. Y como parece que en 2023 no acabarán de subir los tipos, pues los resultados de final de año serán astronómicos. No lo duden. Y no dejen de prestar especial atención a la mala atención al cliente porque los nuevos huevos de oro son ellos.

Por cierto, en 1996, con la llegada de Aznar al Gobierno, quienes teníamos créditos hipotecarios fijos al 10,5% y superiores, en tres años los vimos reducidos al 6,75%, previa solicitud. Y diez años antes, con Felipe González los habíamos pagado al 18,3% en bancos y al 16,5% en Cajas de Ahorro.

Pues ya saben: patada a la urna y a botar al «monstruo tragaldabas» de Moncloa, y sumen votos a la confianza de la nueva economía neoliberal que representa la moderación equilibrada, alejada de mamertos comunistas y de ladrones temerarios que bajan al Moro para ser ridiculizados.

Autor

Jesús Salamanca Alonso
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