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Conocí a Julio Anguita las Navidades del curso 69-70 (concretamente el día 22 de diciembre, el día de la lotería y el de las vacaciones de Navidad) y porque mi buen amigo Antonio Pérez que era el Director del grupo escolar «Francisco García Amo», al que Anguita había llegado como Maestro Nacional, y había organizado una comida para los tres, con el «gusanillo» de oírnos discutir de política a los dos Julios, decía él.

Y así fue. Un combate a dos bandas, porque «Don Antonio» apenas si intervino y con dos personajes como marco del cuadro. Él, ojo, todavía no era del PCE montado sobre su caballo preferido: Vladimir Ulianov Lenin, y yo sobre el mío, por aquellos meses, José Antonio Primo de Rivera… ¡Y allí saltaron chispas!… Aunque sucedió algo curioso, que Anguita conocía mejor que yo la obra de José Antonio y yo conocía mejor que él la obra de Lenin y la Revolución Rusa, aunque yo tampoco era comunista.

Descubrí enseguida, que Anguita no había leído el «Regreso de Moscú» de André Gide, y por ahí le cogí. Porque Gide, que cuando fue a Rusia invitado por Stalin como presidente del recién creado Comité Antifascista, iba convencido de que el comunismo era el futuro del mundo volvió tan desilusionado que su discurso se transformó en un verdadero antídoto contra el marxismo e incluso contra Stalin y la Dictadura del proletariado. «Jamás había visto-escribiría- lo que he visto y presenciado en muchas ciudades y muchos pueblos del «Paraíso comunista», pues aunque mis guías trataban de mostrarme lo bello y lo exportable (¡y a fe de Dios que también encontré cosas buenas!) no podían ocultar la miseria que habían en cuanto se salía de las zonas controladas por las milicias populares. Aquellos ojos de tristeza y aquellos niños vestidos uniformados se metieron en mis ojos como puñales.»

–Bueno, Merino, esas miserias a las que tú te refieres– habló Anguita– también las hay en cualquier ciudad europea, vete a los alrededores de Madrid y verás familias enteras viviendo en chabolas, o a París, o a Londres… ¿O es que el Capitalismo es la panacea del mundo? Gide podrá decir lo que quiera de Rusia y Stalin, pero la revolución cambió la Rusia inquisitorial de los zares y ha acabado con la esclavitud de los obreros… Y dirán lo que quieran de Stalin y habrá cometido todos los errores que quieras, pero ahí tenéis a Rusia como gran potencia mundial, por no decir la Primera.

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–¿Errores? Querido Anguita, ¿le llamas tú errores a los más de cien millones de seres humanos que han muerto o desaparecido desde que Lenin llegó al poder y sobre todo desde que Stalin hizo una escabechina humana con sus purgas famosas y de exterminio?

Bueno, que acabamos tres horas más tarde hablando de José Antonio Primo de Rivera, de Franco y de las cárceles a rebosar y de los paredones de los franquistas, según él, y naturalmente, de lo mal pagados que estaban los maestros en España. «Ya sabes, ganas menos que un maestro escuela.»

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.