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La Historia Sagrada se queda grabada en todas las personas de una forma indeleble, a además los que en su día recibimos la catequesis, esa grabación se reforzó memorizando los diez mandamientos. El decálogo.
La memorización, en general, no ha ido acompañada de un proceso racional de comprensión que permita ver el sentido altamente positivo de ayuda y de orientación vital que el decálogo lleva consigo.
Al recordar el decálogo lo primero que aparece es la división de las tablas de Moisés en dos, la primera con los tres mandamientos que se refieren a la relación con Dios y consecuentemente Jesús comenzó el Padrenuestro dirigiéndose a Dios como Padre, introduciendo la relación en una relación de amor, porque a un padre se le ama, es el amor que hay que tener a Dios sobre todas las cosas. El segundo mandamiento, también vinculado a la tradición del pueblo judío, se refiere al “nombre” de Dios, porque los israelitas no podían pronunciar el nombre de Dios y Jesús nos dice que santifiquemos el “nombre”, sin nombrarlo. La santificación de las fiestas hace referencia a cuando lleguemos a estar de fiesta en presencia de Dios, en su reino, y Jesús lo expresa con al decir “venga a nosotros tu reino”, un reino de fiesta santa.
La segunda tabla, continuación de la primera viene dada por el don de la vida, que plasma el haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, y por ello el hombre engendra en el receptáculo de la mujer una nueva vida. Por tanto el primer mandamiento de la segunda tabla es la honra debida a quienes nos han transmitido la vida. Ese respeto a la vida, don de Dios, se exige en el respeto a la vida de los demás, no permitiendo atentar contra la vida de ellos, lo que hay que entender como respeto a la vida desde que aparece en la conciencia de la mujer en el momento en el que se da cuenta de que ha concebido, y ese respeto a la vida hay que guardarlo hasta que se produzca la muerte por causas naturales, y ello es así porque la vida que transmitimos, es un don gratuito de Dios, y ya se sabe que devolver o negar un regalo es rechazar a quien te lo ha regalado. El sexto mandamiento, siguiendo con la petición del Padrenuestro, “hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo” se refiere a la forma de transmitir la vida de conformidad con la voluntad de Dios, quien nos ha puesto una inclinación al otro sexo natural, psicológica y placentera que es el desencadenante del acto de reproducción sexual.
Por ello tras los tres mandamientos referidos a la relación con Dios, están los tres mandamientos relacionados con la vida, porque recibir, respetar y transmitir la vida es la característica donde se plasma el haber sido creados hombre y mujer, a imagen y semejanza del creador de la vida.
Los siguientes cuatro mandamientos pueden asociarse en dos pares. Los dos primeros son lo que posibilitan la relación con los demás. Hay que tener presente que el decálogo se encierra en dos preceptos, amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo, y para ello se reciben estos dos mandamientos indispensables para convivir, y además también se entroncan con la vida pues para poder vivir hay que con-vivir, y es muy claro que para convivir no se puede ni robar lo ajeno ni mentir o levantar falsos testimonios, y faltar a uno u otro puede generar violencia con lo que posiblemente estaríamos faltando al respeto a la vida del prójimo.
Los dos últimos mandamientos son los que se refieren al deseo: “no desearás o consentirás deseos…”, y están directamente relacionados con el sexto y el séptimo mandamientos, porque Dios tiene presente la fragilidad del hombre y por ello en el sexo y en las riquezas hay que eliminar el deseo desordenado, la premeditación o la imaginación, en fin todo aquello que nos invita al abuso antes de que se presente la ocasión para que así no faltemos gravemente a estos dos mandamientos. El sexo afecta a la transmisión de la vida y sabemos que hoy en día hay muchas personas que han perdido la libertad cayendo en adición el sexo. La acumulación de riquezas es otra actividad que no se colma y desde siempre ha generado desigualdades económicas hirientes generando una adhesión a los bienes materiales que dificultan la relación con el prójimo. Estos dos últimos mandamientos prevén, por tanto, están orientados a frenar anticipadamente los apetitos desordenados y abusivos porque ambos son la vía por la que se llega a tentaciones que pueden percibirse como irresistibles. Por eso estos mandamientos noveno y décimo son una ayuda para que la persona ejerza su libertad racionalmente y tenga en cuenta todas las consecuencias de su conducta y, consciente de todos esto, no permita el crecimiento desordenado de los deseos terrenales que le pueden llevar a perjudicar gravemente al prójimo.
Esto es lo que ayuda a vivir y a convivir. Lo que ayuda a gobernar la mente, el cuerpo, la relación con las personas del otro sexo, las relaciones de convivencia lo básico para alcanzar la felicidad y el destino para el que hemos nacido, por eso Dios nos dio grabado en algo tan sólido como es la piedra, para que permaneciera y fuese recordado; luego vino la Palabra, que no fue escrita, y que actúa sobre las conciencias de cada hombre manteniendo lo esencial, igual que un líquido mantiene su esencia aunque adopte formas distintas según la forma del recipiente que lo contiene y el último eslabón en la historia de la salvación es la acción del Espíritu sobre diferentes personas a lo largo y ancho de la tierra, cuyo fruto se ha extendido como un gas y ha quedado reflejada en toda la actividad que ha desarrollado la Iglesia a través de los santos y de todas las personas entregadas a hacer la voluntad de Dios.
Autor
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Ingeniero Agrónomo.
A lo largo de su trayectoria profesional, Montero Casado de Amezúa ha desempeñado diferentes puestos de responsabilidad en el Ministerio de Agricultura, como jefe provincial del IRYDA en Cáceres (1981-1985), subdirector general de Coordinación Institucional (2002-2004), director general de SEIASA (2012-2014) o vocal asesor en la Dirección General de Desarrollo Rural (2014-2020), entre otros.
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