15/09/2024 13:50

¿También Iber (ber) ia tiene lugar como tragedia y luego como farsa?…

La reciente visita a Mauritania —con fin de trayecto en Senegal y colofón en círculo vicioso sobre “migración circular” en modo “donde dije digo digo Diego”— del conde Don Julay, encarnación —encarnización, mejor— del arquetipo del traidor español del conde Don Julián, constituye el virtual viaje al futuro —socialismo corporativo (o capitalismo financiero) globalitario, a manos de Marlackas— en La máquina del tiempo de H.G. Wells, réplica acelerada de la Conquista musulmana del reino visigodo hispánico —trágica en aquella ocasión para el invasor arabo-bereber, merced al Deus ex machina de la Cristiandad que ayuntara en su Reconquista a los reinos godo-hispanorromanos.

—“Soy el gran visir Iznogud y quiero ser califa en lugar del buen califa, comendador de los creyentes.”

Goscinny y Tabary, Las aventuras del gran visir Iznogud.

Disuelto (¿o disoluto?) el califato de Córdoba, tras la muerte del bereber Almanzor, en 25 taifas o autonomías auto-determinadas —precursoras del secesionismo virreinal en 20 repúblicas, del cantonalismo federal de la 1ª República a tutiplén o del régimen desintegrador de las autonomías—, el reconstituyente para un Alá-ndalus exangüe vino con la sangre nueva de berberiscos recién conversos al fundamentalismo mahometano.

El conde Don Julay en la máquina del tiempo

«¿Piensas en Nostradamus, verdad? —lo había adivinado—, pero ¿ qué es el tiempo en realidad? Un Premio Nobel que murió hace veinte años [estamos en 1957] decía: “Pasa el tiempo que no es nada”. Otro que nunca lo será dirá dentro de de doce años: “La textura del tiempo”. […] No tienes por qué creerme, la verdad no depende de la fe como tampoco de la geografía.

Pero la fe si puede depender de la geografía, de la teología y de la geometría.»

José Joaquín Bermúdez, El hombre de negro [Madrid, La Huerta grande, 2017, pp. 30 y 32].

Y de esas oleadas —nunca mejor dicho, pues su paso natural era el estrecho de Yabal Tariq—, de esos refuerzos berberiscos —islamizados a calzón quitado tras siglos de resistencia ante sus conquistadores omeyas, fueran de la facción damasquinada o yemení— de magrebíes consagrados a la Yihad, como morabitos armados que eran, fueron los almorávides —como lo había sido ya un siglo atrás su pionero Almanzor— quienes, procedentes de ¡Mauritania!, irrumpen en Iberia a finales del siglo onceno mostrando la tarjeta de presentación de su victoria en Zalaca (el actual Sagrajas, 1086) —coetáneos y enemigos a muerte del Cid Campeador, para situarnos mejor), llevando hasta el río Tajo la frontera norte de un imperio que, tras haber sometido el Magreb al integrismo sunní, se había extendió hacia el sur, subyugando a la fe en Alá, en racistas razias por Sudán —agarenos tan racistas con los camitas africanos como con los jafetitas europe(d)os—, al subsahariano “país de los negros” hasta situar su frontera meridional en el ¡Senegal!

Pues bien, a esos territorios, a los descendientes de aquellos morabitunes negros que fueran ganados para —y pastoreados por— la fe del Corán por los “velados” nómadas de los confines del Sahara, es a quienes este conde Don Julay lleva su banderín de enganche de tercios de (i)rregulares, como quien pone una pìca en Flandes, para avasallar a la Hispania de 17 ta(r)ifas. Farsa de Contra-reconquista de Iberberia que dé al islam, erre que erre, la revancha de la tragedia que le supusiera la Reconquista de Alá-ángelus.

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Sólo que en esta ocasión con el camelo, el engañabobos Don Julay, de la “migración” en sentido literal, es decir “ida y vuelta”, cuando la Reconquista muestra que las harkas almorávides no retornan si no son desalojadas por otra nueva invasión, la de los almohades, bereberes del Atlas invictos frente a la presión almorávide, chiíes integristérrimos que venían a disputar en Iberbería su hegemonía imperial islámica medio siglo después.

¿Regreso al futuro o tercio de banderillas?

Era […] una repetición de la vida, la confirmación decisiva del deja-vú [sic], la vida que vuelve a por nosotros, la segunda oportunidad en vivo y en directo, lo imposible, la abolición del pasado, el tiempo ucrónico, el infinito sin salir de su salón.”

José Joaquín Bermúdez, El hombre de negro [p. 200].

Está por ver si, como con la máquina del tiempo DeLorean de Regreso al futuro, aún se puede aprender de los errores de la historia para no volver a repetirlos, modificando el presente —o sea, este futuro inmediato programado por las élites anglobalistas en la Agenda 2030— o si el ruedo ibérico cambia al tercio de banderillas: del pincho covid al pincho moruno de los almohadones metidos de matute por piratas berberiscos y del pillaje y correría con machete grupal por el rito halal a cristianas de toda edad y condición mientras sus veladas mujeres se bañan vestidas —algo vetado de toda la vida a las gitanas, que serán gitanas, pero son “nuestras gitanas”, con perdón sea dicho del patriarca— a meter en varas con algaradas en algarabía a ese orgulloso guirigay de lo LGTBIQ+; de la candorosa acogida a “refugiados que huyen del hambre y de la guerra” a las aceifas y sarracinas de jóvenes en la plenitud de la vida, inducidos a desertar del trabajo y su país para entregar a manos de corporaciones la explotación de su subsuelo y sus tierras raras.

En fin, saber si aún se puede esperar una liga de taifas autónomas como aquella que en 1212, en Las Navas de Tolosa, derrotara a las órdenes militares almohades —pues eran monjes guerreros, del mismo modo que cistercienses los de Calatrava o agustinos los de Santiago—, rubricando el triunfo con las tomas de Sevilla y Córdoba. Unos almohades, a quienes les pisaba los talones el reemplazo benimerín, que de Fez irrumpe en una Hispania cada vez más mozárabe y menos muladí, más cristiana y menos sarracena—vale decir más hispana y menos magrebí— en refuerzo del reino nazarí de Granada a mitad del s. XIII, pero quedándose para el arrastre en el tercio de muerte del río Salado (1340).

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Año 1402 de la Hégira y 5º bajo la égida del conde Don Julay

El mal es uno y todo procede del maligno, las eternas circunvoluciones están conectadas entre sí a lo largo del tiempo y del espacio, poco importa si la marca del fabricante de medicamentos asesinos ha cambiado mil veces de licencia o el consorcio de estudios nucleares pasa de público a privado, si el dueño de los burdeles donde se tortura a las vírgenes es un sátiro apátrida o un club contra la decadencia de costumbres, […]. Siempre el mal, todo el mal, nuestro mal.”

José Joaquín Bermúdez, El hombre de negro [p. 193].

Víctima de la distopía dictada por el émulo del conde Don Julián, dispuesto esta vez a coronar la traición histórica a Hispania, su asignatura pendiente, merced al anacronismo de retrotraerla a comienzos del siglo XV del viaje de la Meca Alá Ceca de Mohammad (2024-622=1402, dicho sea con guarismos arábigos), España vira hecha un Cristo hacia Mahoma, en virtud —y ¡defecto!— del Julay, matador más bárbaro que un berberisco y cachetero presto a darle el descabello y, en modo Sancho —Sancho (III), Daniel, el del foso de los… tigres, en el circo tailandés del domador del Gran Tigre Marcos y Cía (con su pequeño salta)Montes, más la troupe de los payasos Chipirrás y Balfagón— culminar los tres tercios de una lidia en mala lid con el descuartizamiento y taxidermia de la piel de toro peninsular por el Julay de la Real Mastertranza: disecada/desecada por la ONU.

Un siglo, pues, el XV —y no hay mal que cien años dure, ni Cuerpo que lo resista— en la ucronía de aquella permuta del bizantino imperio oriental a cambio de la Granada del imperio occipital, con un Julay y hombre del tiempo, como el meteorólogo del Día de la Marmota, por partida doble: del tiempo atmosférico —sus tratados apócrifos sobre el cambio climático— y del cronológico, Atrapado en el tiempo, al albur de cambiar de opinión en el bucle temporal o encabezar el cartel de incriminados en la Causa General contra la Regencia de Pedro II el Cruento por descuartizamiento premeditado de la Patria, macroproceso en que el tirano caería con todo su equipo defendido por Gª Montes.

 ¡OjAlá!

*Mi agradecimiento a Philippe Conrad, sin la lectura de cuya Reconquista, la historia prohibida [Eds. La Tribuna, San Sebastián, 2024, España; prólogo de J. Javier Esparza]esta jocosa relectura actualizada habría sido imposible.

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