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Denis Collin (Rouen, Francia, 1952), después de ocupar diversos empleos, obtuvo el grado en filosofía (1994) y el título de Doctor (1995) y profesor agregado, enseñó filosofía en un Liceo en Évreux e impartió clases en la Universidad de Rouen hasta 2018. Actualmente está retirado. Fundó y presidió hasta 2019 la Universidad Popular de Évreux. Lleva la pagina web de información política La Sociale. Su filosofía se sitúa en continuidad con pensamiento de Karl Marx, mientras rechaza el marxismo ortodoxo en sus diversas variantes, aproximándose en sus posturas a las de otros pensadores transversales como Alan de Benoist, líder de la llamada Nueva Derecha o los marxistas heterodoxos Costanzo Preve y Diego Fusaro, de quienes ha llevado a cabo traducciones y con quienes comparte muchos planteamientos. Además de Marx, dedicó diversas obras a figuras clave de la Filosofía Política como Maquiavelo, Vico, Spinoza y Marcuse. Se esfuerza por reconciliar socialismo y republicanismo, y es autor de varias obras dedicadas a la moralidad, las teorías de la justicia y la concepción republicana de la libertad. Defiende el Estado–nación frente a las tendencias disolventes, mundialistas y globalistas de nuestro tiempo (mostrándose contrario a la monstruosidad de la Unión Europea, la ONU, y demás entidades transnacionales). La reflexión moral en Collin adquiere una gran importancia, desde la moral y la justicia social hasta el análisis de los peligros de la ingeniería social. Las cuestiones morales «espinosas» se tratan en su blog (eutanasia, ideología de género, homosexualismo, ultra–feminismo, queer, posthumanismo, etc.). Otra parte de su trabajo se refiere a la epistemología y la reflexión sobre la técnica y, en particular, la inteligencia artificial. En la editorial Letras Inquietas, ha publicado los ensayos En defensa del Estado nacional, Transgénero: Un posthumanismo al alcance de todos los presupuestos y Malestar en la ciencia.
Nación y soberanía (y otros ensayos) – Letras Inquietas
¿Por qué decidió escribir el libro «Nación y soberanía»?
Esta es una pregunta que me ronda la cabeza desde hace mucho tiempo. El gran punto de inflexión para el internacionalista que era y sigo siendo fue el Tratado de Maastricht. Me posicioné en contra de este tratado y pedí el «No» en el referéndum de 1992. Desde entonces, no he dejado de retomar este tema. En 1997 publiqué un libro, La fin du travail et la mondialisation (L’Harmattan), que aborda la cuestión de la mundialización y denuncia las ilusiones de la superación del Estado-nación, ilusiones que relacioné con las ideas en boga en aquel momento del «fin del trabajo». Escribí muchos artículos sobre este tema, que vuelvo a tratar en mi libro de 2005, Revive la république (publicado por Armand Colin). Hoy en día, casi todo el mundo está de acuerdo en que hay un «fin de la globalización», el regreso de los estados y los imperios. Los que se hayan dejado adormecer por las canciones almibaradas del «bonismo» (como lo llaman nuestros amigos italianos) se encontrarán perdidos.
¿Cuáles son las dos funciones principales del libro?
Es un poco de historia e historia de las ideas. Todo lo que estamos hablando hoy fue discutido por grandes autores, esos faros de la civilización europea, Rousseau, Herder, Kant y Hegel. Pero también hay que tener en cuenta las ilusiones del progresismo, de esa loca idea de que podemos ignorar esos agregados históricos que son las naciones, que están lejos de ser asociaciones para maximizar nuestro bien, como piensan los utilitaristas anglosajones. Las naciones son el terreno en el que el individuo humano puede nacer y desarrollarse.
¿Por qué es importante construir una fuerte defensa de la soberanía?
Los humanos son animales políticos, decía Aristóteles. En esto se diferencian radicalmente de otros animales gregarios. Se reconocen en el uso común de la palabra y en ese deseo de ser dueños de su destino. Toda la historia puede leerse como una lucha entre las fuerzas que esclavizan al pueblo y su lucha por la libertad. No ser un esclavo es no tener ningún otro hombre por encima de ti. En eso consiste la soberanía. Todos los grandes imperios han caído porque a las naciones no les gusta vivir bajo la dominación extranjera. En la perspectiva de Marx, que sigue siendo en gran medida la mía, la conquista de la soberanía nacional es la forma a través de la cual puede tener lugar la emancipación de los trabajadores. ¿Cómo podrían ser libres los trabajadores en una sociedad sometida a una potencia extranjera? También observo que la «clase capitalista transnacional» destruye constantemente estas formas de vida nacionales, pulveriza la independencia de los Estados y causa estragos en todo el mundo. Desde este punto de vista, las clases trabajadoras, los patriotas, todos los apegados a la historia deben ser capaces de mantenerse unidos para evitar que el mundo se derrumbe.
¿Qué es este nuevo totalitarismo del que nos advierte?
La dinámica del capital es esencialmente totalitaria. El motor del capital es «la valorización del valor y, por tanto, el sometimiento de toda la vida humana a la lógica de la mercancía«. En el proceso de producción capitalista, «los muertos se apoderan de los vivos«, el trabajo muerto sustituye al trabajo vivo. La máquina y la sustitución del elemento humano por la tecnología es el nuevo totalitarismo tecnológico. Las personas serían máquinas perfectas si no fueran seres vivos y con sentimientos. De ahí la búsqueda de lo «posthumano», la superación del hombre. La investigación sobre la «inteligencia artificial» está en plena consonancia con estas perspectivas. Lo mismo ocurre con la ingeniería genética aplicada al ser humano.
El otro aspecto de este nuevo totalitarismo es el establecimiento de una red de vigilancia mundial. Todos los individuos conectados son eslabones de este sistema de vigilancia, a menudo sin ser conscientes del papel que desempeñan. La esperanza es hacer que la gente sea predecible y preparar la liquidación de cualquier cosa que pueda parecerse remotamente a la libertad.
¿Por qué este libro va directamente a la línea de flotación del pensamiento woke/multiculturalista?
El pensamiento «Woke/multiculturalista» es un arma de destrucción masiva dirigida contra la civilización humana. La literatura, la «alta cultura», todo esto debe desaparecer. El individuo humano debe renunciar a todo lo que pueda superarlo, a todo lo que pueda elevarlo. En Europa hemos visto los estragos del pensamiento “woke”, hemos visto a gente sensata aceptar las peores tonterías sin inmutarse. Sabemos que uno de los elementos de la empresa totalitaria consiste en hacer que la gente admita y repita los absurdos más inverosímiles. Pero recordemos que estos estragos salieron de Europa. En África, los nuevos colonialistas «woke» intentan que la gente admita los absurdos del pensamiento «woke», por ejemplo en la forma en que niegan la realidad de la diferencia de género. Ayer, los «blancos» pretendían dictar a todo el mundo. Hoy los «despiertos» se dedican a la misma empresa.
¿Por qué escribe contra los agoreros que, desde hace 30 o 40 años, anuncian la muerte inminente del Estado? la muerte inminente del Estado-nación?
Como último recurso, necesitamos el Estado como organización para la protección colectiva, independientemente de las críticas que podamos hacerle. La alternativa al Estado es la privatización de la seguridad: feudalismo, tribalismo, mafia. Cuando el Estado se derrumba, las mafias toman el relevo. El Estado es un mal, nace porque hay maldad en el hombre. Si el hombre fuera perfectamente bueno, no tendría necesidad de un Estado, como ya dijeron Agustín de Hipona y los anarquistas. Pero debemos partir del hombre real y esforzarnos por construir y mantener un Estado que sea garante de la única libertad de que disponemos.
¿Por qué es tan importante su reflexión moral, desde la justicia moral y social hasta el análisis de los peligros de la ingeniería social?
Hace unos años escribí un libro con Marie-Pierre Frondziak titulado La force de la morale (R&N, 2020). Las crisis evidentes en las que se debaten nuestras sociedades vuelven a poner en primer plano las cuestiones de la moral y la posibilidad de determinar los principios de una moral común. Todo el mundo empieza a ver que el lema «es mi derecho», reclamado por todos, nos lleva directamente a un muro. Se trata de entender cómo se transmite la moral y por qué la mayoría de las veces acabamos obedeciendo. Se trata también de tratar de determinar los fundamentos de una moral común que pueda resistir en el tribunal de la razón. La moral no es política. La moral apunta al bien, mientras que la política sólo puede evitar el mal en la medida de lo posible. La convicción moral da a la política toda su dimensión. Debemos tener una cierta idea del valor y la dignidad del hombre que nos aleje de las tentaciones del «todo vale». La ampliación de la PAM [siglas en francés de “Procreación Médicamente Asistida”], y la eutanasia no son cuestiones técnicas ni políticas, sino morales.
Autor
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Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.
Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.
Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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