17/05/2024 10:05

La semana pasada, por causa de una reunión del claustro de un Instituto de Madrid, convocada a las cuatro de la tarde, tuve la “fortuna” de ir a comer con varios colegas del citado centro, tocándome en suerte la compañía, a mi diestra, de J. A. L. P., veterano profesor de Física y Química. Nada más sentarnos a la mesa, éste tuvo a bien compartir con los presentes un episodio que al parecer le atormentaba desde hacía un par de días; a saber, la colocación de una bandera de España en el panel de corcho de una clase por parte de unos alumnos de primero de bachillerato. La escena fue como sigue:

¿Pero os podéis creer lo que me ha pasado? ¡Que han puesto una bandera en la clase de 1º C de bachillerato!

¿Una bandera? –pregunté.

Sí, sí, una bandera de España sobre la que ponía “Viva España”. Sospecho quienes han sido –nos decía J–.

¿Y cuál es el problema de que alguien ponga una bandera de España? –pregunté de nuevo.

Hombreeee…

Ante lo cual, le tiré un poco de la lengua: – ¿Y qué piensas hacer?

Pues quitarla –respondió–. Se lo voy a decir a Jefatura de Estudios para que la quiten.

¿Y por qué vas o vais a quitar una bandera de España? No lo entiendo. Es la bandera de tu país.

¡Ah, no! Es una provocación. Y encima pone “Viva España”, y ya sabemos con qué intención se dice eso y quienes lo dicen.

¿Una provocación? ¿Una bandera de España es una provocación?

¡Sí, sí, una provocación! Esa bandera a mí no me representa. Es que no es sólo la bandera sino cómo se usa. Esa bandera la llevan los fachas. Para mí es un trapo. Sí, un trapo. En todo caso, mi bandera es la del Atleti.

¿La bandera de España es de fachas? Pues allá tú con tus complejos, macho, pero si te parece mal la bandera de España ¡en España!, creo que tienes un problema. Entonces España está llena de fachas y yo también lo soy.

El tipo se quedó descolocado y concluí:

Lo que me pregunto es por qué razón piensas que puedes soltar lo que te dé la gana y exponer tus aversiones en público ante gente que no conoces –como yo– sin pararte a pensar que puedes molestar.

¡Bueno, bueno, tampoco es para ponerse así!

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¿Así? ¿Cómo? ¿Quieres que te aplauda? Has sido tú quien nos ha venido a contar que te parece inadmisible que unos alumnos pongan una bandera de España en un pequeño tablón de anuncios dentro de un aula. Y que te parece un vulgar trapo, pero su sola visión te lleva a querer perseguir a los “culpables” y lo consideras una terrible provocación…

Venga, venga, vamos, no sigáis –intercedió la comensal a mi izquierda, dirigiéndose a mí solamente.

La cosa no fue a más, pero quedó claro quién quedó señalado en aquella mesa ¡de siete! en la que, me temo, todos daban por hecho que sólo existe una manera de ver las cosas.

Aunque algunos quieran sorprenderse, el caso expuesto no es excepcional. Lo raro es que un discurso antipatriota o la “banderofobia” selectiva de algunos –sólo, al parecer, si la bandera es la española– tenga respuesta. De hecho, la frescura para expresar ciertos odios es lo habitual en el medio docente. ¿Y por qué? Pues porque tras años de constante intimidación y aplastamiento de cualquier disidencia por parte de los sindicatos y de los docentes activistas, muy pocos profesores se atreven a expresar libremente su opinión1. Lo cual ha alimentado una sensación de impunidad en el bando progre, y por eso ya ni siquiera contemplan la posibilidad de que haya otra forma de pensar.

Y añado otro ejemplo más. Según le contaba este caso a un viejo amigo historiador, me refería él otro muy a propósito en su instituto –también en Madrid– el curso pasado. Una profesora de Lengua se quejó al director del centro por la presencia de otra bandera de España en una clase… y éste la retiró alegando que era un “símbolo político”, como demandaba la “ofendida”. Apenas un mes después, con motivo del akelarre feminista del 8 de marzo, la misma profesora de Lengua hizo elaborar a sus alumnos unos murales conmemorando a grandes figuras del feminismo, incluida la entonces ministra Irene Montero. Algunos alumnos de bachillerato escribieron al director indicando que se debía retirar la foto de la ministra por la misma razón por la que se había retirado la bandera; es decir, por tratarse –en este caso, sin duda– de un inequívoca manifestación política. El director tuvo que retirar la imagen de la ministra comunista y la profesora montó un circo porque aquello era un “ataque intolerable contra la libertad de expresión”.

No voy a detenerme en el evidente doble rasero de la individua en cuestión, ni en la actitud del director del centro, incapaz, por lo que se ve, de controlar motu proprio las iniciativas adoctrinadoras de una profesora sectaria en el instituto que presuntamente gobierna. Pero sí cabe preguntarse lo siguiente: Si los alumnos no se hubieran atrevido a enviar una carta al director denunciando la situación, y si además no hubiera existido un precedente tan próximo en la censura de la bandera por la misma profesora, ¿se habría actuado igual? Obviamente, no.

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Por desgracia, el activismo unidireccional y la impunidad son “lo normal” desde hace décadas en los institutos de enseñanza secundaria en toda España. También en Madrid, pese a que los medios lo ocultan: los zurdos porque no les conviene, y los liberales por no perjudicar a Ayuso.

Ahora bien, no nos digan las autoridades de ese PP que gobierna la Comunidad madrileña desde hace cuarenta años que “no les consta” el adoctrinamiento en las aulas. Todos los días, en todos los institutos de Madrid se adoctrina en el mismo sentido. Y en el PP lo saben, callan y lo tapan. Los responsables de la Educación en Madrid –jerarcas políticos, inspectores y directores– prefieren mirar para otro lado por aquello de “no tensar” o por preservar la “paz social”. Pero en realidad se rinden al chantaje de unos delincuentes que entienden las aulas como una cantera de futuros votantes.

Por esa cobardía de quienes no tienen agallas para oponerse a la coacción y a la extorsión, quienes mandan en la Educación y la Nación son los chantajistas.

1 El miedo a las represalias es real. Unas represalias que pueden ir desde el aislamiento en el propio departamento al señalamiento por parte de la dirección, que cuenta con múltiples herramientas de presión: discriminación en los horarios, falta de apoyo si se produce algún conflicto con algún alumno o con un compañero, exclusión de ciertas actividades, omisión de información, etcétera.

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Observador

Todo esto que usted explica es un juego de niños comparado con lo que ocurre en Cataluña, en el día a día en las aulas de Cataluña. Pero esto no es lo peor. En España éste es el sistema educativo:
Desde 1 de la ESO: Visitas de supuestas enfermeras a las aulas para enseñar todo tipo de guarrerías sexuales, invitacion a que los alumnos mantengan sexo con «no mires no quien» y si te sientes incómodo/a hazlo con una amiguita que es como tú y hay confi. O La maleta sexual. Se establece una sala para supuestas enfermeras para que los niños vayan a contarles sus preocupaciones: «que si posiblemente estoy embarazada», «pues toma ésta píldora», que si «no sé si soy lesbiana o homosexual» «que puedo hacer» «pues pruébalo y a ver qué pasa». Se lleva a los alumnos al teatro para ver obras sobre homosexualidad. Se lleva a los alumnos a festivales de cine sexual. Esto es el pan nuestro todos los días en los institutos de España. Y los padres ¿Dónde están? Pues unos no se enteran de nada, otros no quieren enterarse, a otros las da lo mismo, y a muchos les parece muy bien porque hay que educarlos en el sexo y prevenir embarazos. Esta es la realidad del sistema educativo en España.

BdT

A) Lo inconcebible es que el del trapo se fuera a casa de una pieza y que quien escribe este artículo no se levantase de la mesa y se largase, como mínimo después de ciscarse en su p*** madre.

B) Todos estos no son profesores. Les pagan como a tales, pero no lo son. Una cosa es tener una plaza de profesor y otra ser profesor.

Profesionalmente son nefastos, su metodología de enseñanza es tercermundista, sus criterios absurdos y los colegios son principalmente aparcaniños (hablo de Madrid). Utilizan a los padres de profesores y desmotivan a cualquier alumno. Les meten ideología a los niños y, eso sí, mucha basura en inglés, que los padres están así encantados.

En la Universidad ya es de traca, contenidos ideologizados y nula pretensión de metodología crítica o revisión de vías alternativas, pero es que el alumnado no da tampoco para más ni quiere más. Como decía uno: «no hombre, exámenes, no, que nos hagan un test y ya está». O mejor, una prueba de «pinta y colorea».

Pero esto no es casualidad. Forma parte del plan. Generaciones de inútiles e indigentes intelectuales que no hagan sombra y que sean perfectamente prescindibles y manipulables.

Pedro

No son profesores…
Son comisarios políticos, y actúan como tales.
Una gran parte de las Facultades, especialmente las de Letras, son nidos de rojos, y de allí salen, poco instruídos, pero debidamente aleccionados.
La famosa autonomía universitaria en realidad es AUTONOSUYA, pues hacen lo que les da la gana.
Pero, eso sís, A PAGAR EL DESPILFARRO, NOSOTROS…

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