25/11/2024 09:09
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Amigos míos, abrí esta mañana el ordenador con cuentas de escribir algo sobre el loco ese que está promoviendo los fuegos artificiales nocturnos en las calles de las ciudades españolas con el beneplácito del Marqués de Galapagar y con una policía y guardia civil maniatadas cuando me encontré con el discurso que pronunció el Rey Juan Carlos aquel día de 1969 al ser nombrado por el Caudillo Franco (hoy el ogro, el tirano, el dictador, el torturador, el ladrón, y asesino) heredero a título de Rey… y se me quitaron las ganas de escribir. Si así comenzó esta Monarquía y así vamos hoy ya pocas esperanzas pueden quedar… Si el Rey prometió y juró que su pulso no temblaría y hoy está exiliado en una isla paradisíaca, acusado de llevarse el dinero de los españoles y envuelto en líos de faldas que avergüenzan al mundo ¿para qué escribir?

 

He decidido mandarle a Don Juan Carlos su discurso de aquel día, para que lo lea y  se olvide de los problemas que le acucian hoy y se dé cuenta de lo que perdió por hacerse demócrata de toda la vida. También a ustedes les aconsejo que lean aquel discurso que hoy les reproduzco:

 

EL 22 de julio de 1969, Su Excelencia el Generalísimo Franco, Jefe del Estado, propone al pleno de las Cortes, presididas por don Antonio de Iturmendi, la designación de Su Alteza Don Juan Carlos de Borbón como Príncipe de España y sucesor suyo en la más alta magistratura de la Nación con el título de Rey. La votación nominal arrojó el siguiente resultado: 491 votos afirmativos, 19 negativos  9 abstenciones. Al día siguiente, por la mañana, Don Juan Carlos firmaba en la Zarzuela, ante el ministro de Justicia, don Antonio María de Oriol el acta de aceptación y, al día siguiente, en el Palacio de las Cortes, el ya Príncipe de España pronunció el siguiente discurso:

 

«-Mi General, señores Ministros, señores Procuradores: Plenamente consciente de la responsabilidad que asumo, acabo de jurar, como Sucesor a título de Rey, lealtad a Su Excelencia el Jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y Leyes Fundamentales del Reino.

 

»Quiero expresar, en primer lugar, que recibo de Su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo Franco la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936, en medio de tantos sacrificios, de tantos sufrimientos, tristes, pero necesarios, para que nuestra Patria encauzase de nuevo su destino.

 

»España, en estos últimos años, ha recorrido un importantísimo camino bajo la dirección de Vuestra Excelencia. La paz que hemos vivido, los grandes progresos que en todos los órdenes se han realizado, el establecimiento de los fundamentos de una política social son cimientos para nuestro futuro. El haber encontrado el camino auténtico y el marcar la clara dirección de nuestro porvenir son la obra del hombre excepcional que España ha tenido la inmensa fortuna de que haya sido, y siga siendo por muchos años, el rector de nuestra política.

 

»Pertenezco por línea directa a la Casa Real española y, en mi familia, por designios de la Providencia, se han unido las dos ramas. Confío en ser digno continuador de quienes me precedieron.

 

»Deseo servir a mi país en cauce normal de la función pública, y quiero para nuestro pueblo: progreso, desarrollo, unidad, justicia, libertad, grandeza, y esto sólo será posible si se mantiene la paz interior. He de ser el primer servidor de la Patria en la tarea de que nuestra España sea un Reino de justicia y de paz. El concepto de justicia es imprescindible para una convivencia humana, cuyas tensiones sean solubles en la ley y se logren dentro de una coexistencia cívica en libertad y orden.

 

»Ha sido preocupación fundamental de la política española en estos años la promoción del bienestar en el trabajo, pues no puede haber un pueblo grande y unido sin solidaridad nacida de la Justicia Social. En este campo nunca nos sentiremos satisfechos.

 

»Las más puras esencias de nuestra gloriosa tradición deberá ser siempre mantenidas, pero sin que el culto al pasado nos frene en la evolución de una sociedad que se transforma con ritmo vertiginoso en esta era apasionante en que vivimos. La tradición no puede ni debe ser estática: hay que mejorar cada día.

 

»Nuestra concepción cristiana de la vida, la dignidad de la persona humana como portadora de valores eternos, son base y, a la vez, fines de la responsabilidad del gobernante en los distintos niveles del mando.

 

»Estoy muy cerca de la juventud. Admiro en ella, y comparto, su deseo de buscar un mundo más auténtico y mejor. Sé que en la rebeldía que a tantos preocupa está viva la mejor generosidad de los que quieren un futuro abierto, muchas veces con sueños irrealizables, pero siempre con la noble aspiración de lo mejor para el pueblo.

 

»Tengo gran fe en los destinos de nuestra Patria. España será lo que todos y cada uno de los españoles queramos que sea, y estoy seguro de que alcanzará cuantas metas se proponga, por altas que éstas sean.

 

»La Monarquía puede y debe ser un instrumento eficaz como sistema político si se sabe mantener un justo y verdadero equilibrio de poderes y se arraiga en la vida auténtica del pueblo español.

 

»A las Cortes Españolas, representación de nuestro pueblo y herederas del mejor espíritu de participación popular en el Gobierno, les expreso mi gratitud. El juramento solemne ante vosotros de cumplir fielmente con mis deberes constitucionales es cuanto puedo hacer en esta hora de la historia de España.’

 

»Mi General: Desde que comencé mi aprendizaje de servicio a la Patria me he comprometido a hacer del cumplimiento del deber una exigencia imperativa de conciencia. A pesar de los grandes sacrificios que esta tarea pueda proporcionarme, estoy seguro que »mi pulso no temblará» para hacer cuanto fuere preciso en defensa de los Principios y Leyes que acabo de jurar.

 

»En esta hora pido a Dios su ayuda y no dudo que Él nos la concederá si, como estoy seguro, con nuestra conducta y nuestro trabajo nos hacemos merecedores de ella.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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