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El mundo entero prepara ya el 50 aniversario de la muerte del genio español por excelencia
Julio Merino sigue hoy en este españolísimo y perseguido “Correo de España” la serie sobre las 15 mujeres (solo con dos de ellas se casó) que hace años escribió para su obra “Los grandes españoles del siglo XX”
España y Francia han presidido estos días en Madrid el acto de inauguración, con presencia del Rey Felipe VI, la campaña cultural de lo que será “El año Picasso”
Por su parte, la Ministra francesa de Cultura, Abdul Maalak, destacó el interés especial que el mundo del arte tiene por conocer a fondo las relaciones de pareja y los varios matrimonios que tuvo el madrileño en su inquieta y de vorágine vida real
Y ahora sigamos con las mujeres del malagueño universal. Si ayer les hablé de 1-Louise, 2-Germaine y 3-Fernande hoy les toca a 4-Eva, 5-Gabrielle, 6-Elvira, 7-Irene, 8-Emilienne y 9-Olga
4-Eva
(el amor que se llevó el cáncer)
“Eva era amiga de Fernande y a través de ella la conocí. Yo creo que la mandó a mi lado para espiarme cuando aun vivíamos juntos, porque sus celos eran tan grandes como los míos. Quizás fuesen los celos los que pusieron fin a nuestro largo romance… y Eva acabó enamorándose de mí y yo de ella. Pero, Eva era todo lo contrario que Fernande, era una mujer sencilla, de carácter afable, cariñosa y hasta sumisa que incluso se adelantaba a mis deseos, también en la cuestión del sexo. Llegó a ser para mí como ese perro fiel que siempre está a tu lado y a tus pies haciéndote carantoñas. Yo no podía abrir los ojos sin verla a mi lado. Tal vez por ello la lloré tanto cuando murió, porque de Eva, a los cuatro años de vivir conmigo, se apoderó un cáncer que en unos mese la llevó a la tumba.
5, 6, 7 y 8 -Gabrielle, Elvira, Irene y Emilienne
(el interregno del Minotauro)
“¡Ay! Pero a pesar de mis lágrimas no pude evitar el contacto con otras mujeres y así llegaron Gabrielle, Elvira, Irene y Emilienne. Aunque “aquello” sólo fue el “desahogo” que vivió el salvaje sexual que yo era a mis 34 años. Fue una etapa tonta de mi vida, aunque pinté más obras que nunca, quizás porque mi firma era ya una mina de oro y del cubismo me fui pasando al surrealismo. Fue el interregno del Minotauro. Durante dos años no hice otra cosa que pintar y hacer el amor… aunque de ellas sólo recuerdo bien a Irene, tal vez porque estando casada, cuando se metía conmigo en la cama era una pantera”
9-Olga
(la primera mujer oficial y musa del “Arte Efímero”)
“Conocí a Olga en Roma, cuando el ruso Diaghilev me contrató para realizar los decorados y el vestuario de la obra “Parade” que iban a estrenar los “Ballets Rusos”, ya triunfantes en otras ciudades europeas. Olga era una de las 60 bailarinas que componían el cuerpo de baile, pero aún así llamaba la atención. Era bella, y como pude comprobar después, ambiciosa, empecinada, melancólica, frágil, desprejuiciada, intransigente, elegante, alegre, atlética, aristócrata y sensual como un felino… y enseguida nos enamoramos. Tanto que a partir de ese momento me olvidé de todas y me entregué a ella en cuerpo y alma. Y con ella me casé al año siguiente (1918) y tuve mi primer hijo (1921), Paulo. Recuerdo que cuando volvimos a París y entramos por primera vez en mi casa se plantó y me dijo: “Esta casa huele a demasiadas mujeres y yo quiero una casa para ti y para mí solos…” Y es que Olga tenía la virtud de decir siempre lo que pensaba, incluso de mis obras. Cuando no le gustaba algo lo decía a la cara y eso sucedió cuando le hice el primer retrato de estilo cubista. “No me gusta, amor, a mí no me gusta tener que buscar mi imagen entre cubos, cuadrados y manchas…”
Y yo que me había dejado cautivar sin darme cuenta, fui tornando al Neoclasicismo. Pero, pasaron unos años y de pronto sentí que aquella paz, tranquilidad y felicidad, ¿por qué no decirlo?, estaban acabando con el Picasso que yo quería ser (si hasta quiso que dejara de fumar). Y ahí comenzó nuestro desamor. Yo la quería, pero no estaba dispuesto a sacrificar mi obra. Fueron años difíciles, pues ella, percibió que me iba alejando, se volvió celosa y cada vez más absorbente, hasta el punto de que intentó apartarme de mis viejos amigos de la bohemia. En esas circunstancias un día cuando entraba en las galerías Lafayette me topé con una jovencita rubia y preciosa que de golpe despertó mis deseos: “Señorita, tiene una cara interesante, me gustaría hacerle un retrato, creo que vamos a hacer grandes cosas juntos, soy Picasso”. Aquella era María Teresa Walter, otro de mis grandes amores.”
Olga fue su mujer legal hasta que murió trastornada y demente en 1955… Pero no tardarían en llegar María Teresa, Dora, Françoise, Jacqueline.
En una ocasión dijo: “El amor no tiene edad” y en otra “El hombre tiene la edad de la mujer que se enamora”. Tal vez sólo era una justificación. Porque, curiosamente, el genio a medida que fue creciendo en edad, haciéndose mayor e incluso anciano (murió a los 92 años) se fue enamorando de mujeres más jóvenes. A Olga Khokhlova, por ejemplo, le llevaba cuando la conoció 10 años; a María Teresa Walter, 29; a Dora Maar, 26; a Jacqueline, 46 y a Genevieve Laporte, 48.
Y esto, según sus biógrafos, fue decisivo en su obra, ya que sus “ismos” van unidos al cambio de mujer. Cada vez que se enamoraba de nuevo rompía y creaba estilos diferentes… así se pasó de la “época azul” (con Louise y Germaine) a la “época rosa” y al cubismo (con Fernande), al “Arte efímero” y neoclasisismo (con Olga), al surrealismo (con María Teresa), al “Guernica” (con Dora) y al “Arte global” (con Jacqueline). Como curioso es el final que tuvieron las mujeres que abandonó: Fernande murió en la pobreza; Eva, murió de cáncer; María Teresa no le pudo olvidar nunca y acabó suicidándose; Dora se perdió en la nada y demente; la rusa Olga murió en la pobreza total y loca de manicomio; y Jacqueline, la que le cerró los ojos, se pegó un tiro en la sien años después de su muerte. Pero, la tragedia también alcanzó a su propia familia, su primer hijo, Paulo, murió alcoholizado, su nieto Pablo se suicidó y a sus hijos Claude y Paloma no quiso verlos en vida tras romper y abandonar a su madre.
Son las sombras de la vida del genio, como sombra fue también su inclinación por la buena vida y su pasión por el dinero. Se cuenta que un día a un amigo que le preguntó qué había detrás de uno de los cuadros que estaba pintando le respondió: “¡200.000 dólares!”. O sea, estaba pintando y pensando en lo que podía vender su obra.
En fin, sigamos con sus mujeres, nos hemos quedado en Olga KhoKhlov mañana les tocará el turno a María Teresa y a Dora.
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