30/01/2025 22:36

Alentado por unas élites globalistas que pretendían imponer un nuevo orden mundial a partir de la subversión de los valores propios de la civilización occidental, en conjunción con una izquierda desnortada que anhelaba recuperar el terreno perdido tras el fracaso del comunismo, desde finales del pasado siglo XX se fue imponiendo progresivamente en el mundo libre el llamado “pensamiento woke”.

Esencialmente el wokismo desde el punto de vista conceptual se asienta en la “Teoría queer” y en la “Teoría crítica de la raza”, las cuales sostienen que el género, el sexo, la orientación sexual y la raza son constructos sociales sin base biológica alguna. A partir de este planteamiento irracional y anticientífico el pensamiento woke defiende que la construcción social de dichas categorías responden a dinámicas de poder que pretenden oprimir a las mujeres, los homosexuales, los transexuales y los negros, surgiendo así un movimiento que sustituye la tradicional lucha de clases por la lucha de identidades. Actuando en concordancia con sus espurios planteamientos de base, la izquierda neomarxista no ha cejado ni un instante en su intento de inocular en el seno de la sociedad occidental el germen del enfrentamiento identitario en todos y cada uno de los segmentos sociales, con la finalidad de provocar una alto grado de conflictividad social y así, en medio del caos, estar en disposición de alcanzar el poder. Para consolidar su maquiavélico proyecto de división social a todos los niveles, el neomarxismo cultural -mediante el adoctrinamiento en las escuelas y centros universitarios, la falsificación de la realidad por parte de los numerosos medios de comunicación afines y la limitación de la libertad de expresión en las redes sociales a través de la censura y la cancelación social- ha impuesto en los países occidentales una dictadura ideológica que se ha concretado en el llamado “pensamiento políticamente correcto”, al cual los intelectualmente desvalidos y los débiles de espíritu se han sometido sin apenas ofrecer resistencia.

Junto al desvarío sociocultural impuesto por el identitarismo preconizado por el pensamiento woke, la izquierda neomarxista, con la exclusiva finalidad de desestabilizar política, social y económicamente a los países occidentales, ha apoyado sin subterfugio alguno los flujos migratorios descontrolados e ilegales desde África, Hispanoamérica y Oriente Medio hasta la Unión Europea y Norteamérica fundamentalmente. Así, desde un “adanismo” más falso que la burra de Egipto, la izquierda lleva años promoviendo con su discurso y facilitando con sus políticas la llegada masiva de inmigrantes a los países occidentales. Los argumentos utilizados por la izquierda para defender su postura en favor de la inmigración ilegal son tan escasamente compatibles con la realidad que al escucharlos uno tiende a creer que aquel que los defiende o bien es un retrasado mental o bien es un consumado hipócrita. Así, frente a las bondades de la inmigración ilegal proclamadas por la izquierda nos encontramos con que en realidad el descontrol migratorio ha provocado en los países receptores la aparición de guetos sociales por la incapacidad de adaptación de los inmigrantes a una nueva cultura, el aumento de la delincuencia debido a la escasa inserción de los inmigrantes en el mercado laboral, un incremento espectacular de las agresiones sexuales a las mujeres como consecuencia del carácter abiertamente misógino de los inmigrantes procedentes de las teocracias islamistas, un elevado coste económico a corto, medio y largo plazo, tal y como ha puesto de manifiesto un reciente estudio realizado por el Gobierno danés y, finalmente, un enriquecimiento descomunal de las mafias de tráfico de personas. En definitiva, parece evidente que las negativas consecuencias de la inmigración ilegal y descontrolada no pueden seguir siendo obviadas por los Gobiernos occidentales, tal y como actualmente ocurre debido a su infame sometimiento a un discurso progre basado en el populismo y la ocultación de los hechos que se derivan de la invasión migratoria.

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Pues bien, aunque el auge en la Unión Europea de una nueva derecha desacomplejada y luchadora amenazaba la hegemonía cultural de una izquierda defensora del pensamiento woke y de la inmigración ilegal, lo cierto es que el “castillo ideológico de los horrores” levantado por el neomarxismo identitario ha comenzado a desmoronarse definitivamente con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos.

Ciertamente ya durante la campaña electoral las intenciones de D. Trump, sintetizadas en su lema de campaña “Make America Great Again”, apuntaban a un profundo cambio de paradigma tanto en el ámbito cultural como en el económico. De hecho, ya antes de la ceremonia presidencial y a rebufo de las promesas electorales del candidato republicano, vimos como las cosas comenzaban a cambiar en las redes sociales, cuando el fundador y CEO de META, Mark Zuckerberg, hasta ese momento alineado con el pensamiento woke, canceló el programa de control de la información mediante verificadores en Instagram, para activar un modelo de “Notas de la comunidad” semejante al implantado por Elon Musk en su red social X, donde los propios usuarios pueden opinar respecto a la veracidad o falsedad de las noticias. A su vez, justificando dicho cambio, M. Zuckerberg señaló que en su opinión la censura de los contenidos en las redes sociales había ido demasiado lejos debido a la presión social y política.

En cualquier caso, tras la aplastante victoria electoral republicana se esperaba con cierta ansiedad el discurso presidencial de D. Trump, ya que de su contenido iba a depender en buena medida el rumbo que habría de tomar el mundo entero. En cualquier caso y más allá de las expectativas generadas, lo cierto es que durante su alocución en el Capitolio D. Trump no defraudó a ninguna de las personas que depositaron en el Partido Republicano su confianza, ya que, sin dilación ni eufemismos, el recién elegido presidente anunció que gracias al paquete de medidas que iba a firmar tras su discurso la nación estadounidense entraría en una nueva “era dorada”, razón por la cual el 20 de enero de 2025 sería recordado como el día de la liberación de los Estados Unidos.

En consecuencia y sin más preámbulos D. Trump señaló que su primera orden ejecutiva sería declarar la emergencia nacional en la frontera sur, lo cual habría de suponer el despliegue de tropas para impedir la entrada de inmigrantes ilegales y su devolución inmediata en caso de que consiguieran atravesarla. A su vez manifestó su firme propósito de deportar a todas aquellas personas que sin permiso de residencia hubieran cometido algún tipo de delito en suelo estadounidense. Y finalmente anunció que a partir de ese momento los cárteles mexicanos dedicados al tráfico de personas y drogas serían declarados organizaciones terroristas. Obviamente, tan saludables medidas fueron rápidamente criticadas por la izquierda, tildándolas de xenófobas y racistas, a pesar de que lo que realmente suponían era frenar la invasión extranjera y luchar contra la delincuencia y el crimen organizado. De hecho, la enorme hipocresía de los fervientes defensores del suicidio cultural, la desintegración social y la inseguridad ciudadana por mor de la inmigración masiva quedó patente cuando la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, manifestó su intención de deportar a sus países de origen tanto a los inmigrantes varados en México en espera de cruzar la frontera como a aquellos otros devueltos desde Estados Unidos, demostrándose así una vez más que “una cosa es predicar y otra dar trigo”, particularmente cuando el predicador es de izquierdas.

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A su vez, en relación a la ideología de género D. Trump señaló que el Gobierno Federal de los Estados Unidos solo reconocería la existencia de dos sexos, el masculino y el femenino, poniendo de esta manera fin a la irracional proliferación de sexos no biológicos defendida por la izquierda woke. Asimismo, D. Trump anunció que quedaba prohibido el adoctrinamiento en ideología de género y la promoción de la transexualidad en las escuelas, la censura woke en las redes sociales y la implementación de políticas de discriminación positiva en favor de las llamadas minorías identitarias. En definitiva, con su paquete de medidas contra el wokismo D. Trump no ha hecho otro cosa que suprimir de un plumazo el infame proyecto de ingeniería social llevado a cabo en los últimos años por las élites globalistas y la izquierda neomarxista con la finalidad más que evidente de dinamitar los cimientos de la civilización occidental.

Decía el comentarista político estadounidense Matt Walsh que “El progresismo es la religión del auto aborrecimiento. Les enseña a los blancos a odiar su raza, a los niños a odiar su sexo, a la mujer a odiar su femineidad, a los patriotas a odiar su país y a Occidente a odiar su historia, todo lo cual no puede ser más despreciable y tóxico”. Pues bien, con el ascenso tanto en la Unión Europea como en los Estados Unidos de una nueva derecha libertaria y desacomplejada ha comenzado en Occidente lo que el propio D. Trump denominó en su discurso de investidura “la revolución del sentido común”, la cual simplemente consiste en acabar con la dictadura ideológica de la izquierda globalista e identitaria, para así estar en disposición de configurar una sociedad donde la libertad, el mérito y el esfuerzo sean los pilares que impulsen el progreso colectivo.

Autor

Rafael García Alonso
Rafael García Alonso
Rafael García Alonso.

Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.
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