La verdad es que opinar hoy día, en esta España que padecemos, se ha vuelto una actividad de alto riesgo. Disentir sobre lo políticamente correcto y lo impuesto por la dictadura de los diferentes lobbies y colectivos sociales de izquierda, puede acarrear consecuencias graves, tales como ser víctima de un linchamiento en las redes sociales, padecer un escrache, arriesgarte a la cancelación y al ostracismo e, incluso, ser objeto de agresiones físicas.
No someterse a lo que dictan los poderes emanados de los políticos y sindicatos y colectivos de izquierda, al Foro de Davos y a las directrices que nos quieren imponer los grandes magnates de la Agenda 2030, supone ser considerado un individuo que hay que exterminar de alguna forma. Si estás en contra del tan cacareado cambio climático o de la vacunación, serás etiquetado automáticamente como un negacionista. Si osas discrepar o plantear la ley de violencia de sexo, que no de género, ley por cierto abiertamente inconstitucional, artículo 14 de la Constitución Española, no faltarán los que automáticamente te tachen de machista y misógino. Si opinas que la inmigración ilegal debe estar controlada, pasas enseguida a ser un racista asqueroso. Si discrepa en lo más mínimo con el movimiento LGTBI, pasarás a ser un homófobo. Si te resiste a aceptar la ley Memoria Histórica, ahora rebautizada como de Memoria Democrática, lo mínimo que te llamaran será fascista y nazi. Eso en el mejor de los casos, porque si opinas de una etapa de la historia de España, como fue la Segunda República y la posterior Guerra Civil y no comulgas con la versión oficial de los partidos que la han aprobado, puedes terminar con tus huesos en la cárcel o, en el mejor de los casos, ser multado, cancelado y tus obras o escritos echados a la hoguera. Con los artículos de nuestra Constitución, relacionados con nuestros derechos como seres libres, y que nos deben proteger se fuman un puro. Y todo en base de una ley aprobada por partidos como el PSOE, ERC, Partido Comunista, PNV y demás partidos independentistas. Todos ellos formaron el Frente Popular y causantes de los episodios más negros de la España de los años 30. Dichos partidos se ha erigido en juez y parte a la hora de redactar ese engendro de ley, que lo que persigue no es otra cosa que el revanchismo y ganar una guerra que perdieron hace ya 85 años. Una ley que huele a puro resentimiento, odio y enfrentamiento, tirando a la basura toda la Transición española, que supuso el perdón y reconciliación de los españoles, unos españoles que se enfrentaron en una cruenta Guerra Civil.
Los partidos de izquierda unidos bajo el Frente Popular y la propaganda de la izquierda en general, reducen la Guerra Civil a un Golpe de Estado llevado a cabo por militares y partidos de derecha ante un “gobierno legítimo”, salido de las urnas. Simplificar de esa manera tan simplona lo que ocurrió en aquellos años no deja de ser una visión muy sectaria, tergiversada y manipulada. De hecho la ley mal llamada de Memoria Democrática comienza con el alzamiento del 18 de julio de 19365 y acaba el 31 de diciembre de 1983, cuando ya gobernaba Felipe González. Para los autores de la confección de dicha ley, todo lo que tuvo lugar, desde 14 de abril de 1931, fecha en la que se programó de manera ilegal la Segunda República, hasta el 18 de julio de 1936 ni les importa ni les interesa.
Como tampoco ponen el foco en el acontecimiento que se produjo en agosto de 1930 con el Pacto de San Sebastián, que posteriormente dio lugar al golpe de estado en Jaca el 12 de diciembre de ese mismo año, y el llevado a cabo el 15 de diciembre en el aeródromo de Cuatro Vientos. Por supuesto de lo ocurrido en enero de 1933 en Casas Viejas ya ni hablamos; como tampoco interesa que la gente conozca el Golpe de Estado de octubre de 1934, que llevó a cabo el PSOE con ERC, el Partido Comunista y apoyado por el PNV. La izquierda ha sabido siempre manejar muy bien la propaganda, para ellos el Golpe de Estado de 1934 no es más que la Revolución de Asturias. Lo mismo que para la rusa de Lenin, la revolución de octubre (noviembre para los rusos) no significó un golpe de estado dado a Kerensky, presidente provisional de aquella URSS, sino una Revolución obrera.
Hoy a la mayoría de políticos de izquierda se le llena la boca hablando de libertad y democracia, sin embargo, vivimos bajo una dictadura de lo políticamente correcto; una política que cada día nos asfixia más y nos limita más los derechos y nuestra liberta personal. Estamos cada vez más cerca de esa sociedad que tan bien describió George Orwell en su espléndido libro titulado 1984. En aquella sociedad donde existía el Ministerio de la Paz, de la Verdad, de la Abundancia y del Amor; Orwell nos cuenta en su novela como el poder del Estado lo ocupa y controla todo. Desde la manera de pensar del individuo hasta como tiene que llevar sus relaciones sexuales. Una ciudadanía totalmente vigilada por el Gran Hermano, que es el propio Estado. Una sociedad donde se inventa una nueva neolengua y en la cual el individuo pierde su independencia y propiedad privada. Hasta tus hijos pueden ser arrancados del seno familiar, porque como dijo la exministra socialista “los niños no pertenecen a los padres” ergo pueden pasar al control del Estado.
En eso estamos, en la actualidad dirigiéndonos poco a poco a vivir bajo el yugo de un gobierno totalitario, que no dudará en hacer todo lo posible para que todos entremos por el aro. No hay nada nuevo bajo esa pretendida sociedad que nos quieren imponer, si no paramos esta deriva dictatorial acabaremos en centros de “reeducación” o con nuestros huesos en las checas. Y de checas tienen muchas experiencias los partidos citados en este artículo.
Enrique Romero Vilaseco
Autor
- Fotógrafo, amante de la historia y de la poesía. Desde muchos años vinculado a los medios de comunicación social. Colaboró en Radio Sanlúcar de la Cadena SER, donde dirigió el programa SER COFRADE. En COPE Jerez fue durante un año corresponsal del Programa Vamos a la Playa y de las retransmisiones de Semana Santa de Sanlúcar. En la Televisión Local durante muchos años ejerció de comentarista en las procesiones de glorias y también dirigió un programa cofrade. En prensa es columnista desde hace más de 30 años.