21/11/2024 17:05

Margarita Robles ha renovado en su cargo al frente del CNI a Esperanza Casteleiro a la que había puesto en tal lugar cuando la anterior legislatura agonizaba con fin de impedir que el Centro cumpliera con su misión de trabajar contra los enemigos interiores de España, en este caso los secesionistas catalufos a los cuales espió, como debe ser, la anterior directora, Paz Esteban, hasta que fue cesada a petición de… tales traidores. ¿Y por qué nombró a Casteleiro y ahora la ha renovado?

Esperanza Casteleiro, que entró de joven en el CESID/CNI, ha colado, con la ayuda del aparato de agit-prop sociata, que es una experta en Inteligencia, de carrera sobresaliente y espectacular, y de eficacia y buen hacer acreditado. Pues bien, nada más lejos de la realidad:

Esperanza ingresó en el CESID en 1983 cuando el Gral. Emilio Manglano se apuntó al incipiente pero prometedor carro feminista que comenzaba a procurar buenos beneficios ya entonces. Hija de un coronel del Ejército del Aire, es licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación por la UCM, nido de siempre de sociatas recalcitrantes, ideología a la que Casteleiro se apuntó con entusiasmo, de la que nunca ha renegado y a la que siempre ha servido.

Al ingresar en el entonces CESID, qué casualidad, fue destinada a la División de Inteligencia Interior que por entonces mandaba el Gral. Santiago Bastos, dedicada a perseguir con saña a supuestos «fascistas involucionistas», labor muy lucrativa tras el reciente 23-F pues daba buenos rendimientos curriculares; y eso a pesar de que las piezas «cazadas» eran más que artificiales, pero que al PSOE en el Gobierno entonces, como ahora y siempre, le ha interesado crear y mantener cual leyenda urbana para justificarse. Dada la afinidad ideológica entre Bastos y Casteleiro, en unos meses Esperanza se ocupó de su secretaría general.

Claro que como lo de cazar «fachas involucionistas» se vio con el tiempo que era un montaje -y que con ETA ya se había decidido negociar y rendirse a ella-, y cuando sus protectores socialistas iban ya de capa caída, nada más entrar Aznar en el Gobierno, Casteleiro se agenció en 1997 un lugar en el soleado y alejado Brasil en el que hacerse invisible, descansar, tostarse, cobrar y… esperar a que cambiaran los vientos; y de paso enchufar a su esposísimo en un organismo internacional.

Concluida su estancia de cuatro años allí, regresó justo cuando Jorge Dezcallar se hacía cargo del CNI, quien, con el despiste monumental que le caracterizaba, sumado a su estulticia pepera, no tuvo otra ocurrencia mejor que nombrarla en 2002 directora de Recursos Humanos del Centro; el PP siempre de mamporrero del PSOE, poniendo en este como en otros casos la zorra (con perdón) a guardar las gallinas. Cargo gris, burocrático y anodino, sí, pero que le permitió obtener una visión de conjunto del personal del CNI de arriba, de en medio y de abajo, de sus tendencias, ambiciones, debilidades y muchas cosas más, así como repartir dádivas y prebendas, hacer favores y pasar por alto meteduras de pata; o sea, ganar amigos y saber dónde estaban los enemigos… ideológicos, claro, según su sectaria forma de pensar.

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La estrepitosa caída de Aznar fue la oportunidad de Casteleiro, porque de nuevo los suyos volvían al poder y ella, siempre tan fiel al partido, no iba a ser olvidada, máxime cuando su currículum a pesar de no ser ni mucho menos nada del otro mundo, ni de éste, podía venderse bien, lo que sumado al hecho de ser mujer –entonces y hoy la mejor referencia curricular en cualquier sitio–, la catapultó en 2004, o sea, nada más sentarse Rodríguez Zapatero en la poltrona, al cargo de Secretaria General del CNI, es decir, a número dos del Centro, nada más y nada menos. ¿Sus méritos? Pues ya los ven: su ideología y su lealtad por encima de todo al partido. Ellos, y no el PP, sí que saben lo que hay que hacer.

De 2004 a 2008, Casteleiro ejerció de número dos mientras el número uno, o sea, el director, era Alberto Saiz, todo un personaje cuyos modos, usos y costumbres, escarceos, pasadas de pueblos, patinazos, broncas y mucho más, fue secundado por Esperanza que nunca ni dijo nada ni lo impidió; y es que, por un lado, el partido es el partido, y, por otro, la poltrona es la poltrona.

En 2008, cuando ya el CNI era una caja de grillos, y ello bajo la permisiva mirada de Esperanza, que nunca supo ni quiso hacer nada para evitarlo, demostrando su manifiesta incapacidad, Casteleiro, viendo las orejas al lobo, se buscó un apaño en… La Habana, el paraíso socialista castrista… ¡qué mejor lugar en la tierra para alguien como ella, debió pensar!

Pero esta vez el «paraíso» socialista cubano se le atragantó a Casteleiro, ya que llegó en Otoño de 2008 y salió pitando con lo puesto en Mayo de 2009-todo un récord de ineptitud-, apenas pasados seis meses de playa y hotel, y hotel y playa, porque no se había enterado que en Cuba estaban en medio de una brutal lucha por el poder que se saldó, entre otros daños colaterales, con la detención de un empresario cubano/español, la eliminación de los supuestos «aperturistas y… la de Casteleiro cuyo despiste era monumental.

Tras el fiasco, desde 2009 hasta el 2014, Esperanza navegó en varios cometidos por el Centro cual «holandesa errante», «alma en pena» o «santa compaña», viendo peligrar su carrera, pero más aún sus ambiciones, que las tenía, vaya si las tenía, siendo la principal la de ser… la primera mujer directora del CNI.

En 2014, cuando se creó el tan pomposo como inútil Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado, en el cual estaban representados CNI, FFAA, Policía, Guardia Civil, Vigilancia Aduanera e Instituciones Penitenciarias, presuntamente para lograr la tan necesaria como imposible coordinación de todos contra tal amenaza, Sanz Roldán, nuevo director y mamporrero predilecto del emérito fugado, le endilgó a Esperanza el puesto de representar al CNI en dicho organismo, cargo poco activo, nada conflictivo y muy burocrático, quitándosela de en medio sin herir ni sus susceptibilidades, ni las del PSOE, ni las del PP, jugando así cartas a todas las bazas posibles. Sanz Roldán fue desde Teniente así, por eso llegó a donde llegó.

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Con la también estrepitosa caída de Rajoy, y la vuelta del PSOE a la poltrona monclovita, el partido acudió a Esperanza, fiel hasta la muerte, y Margarita Robles, que esperaba ser vicepresidenta, le prometió la dirección del CNI para conseguir un pleno: hacer historia al colocar a la primera mujer en dicho cargo y controlar el CNI para ponerlo al servicio del partido; al tiempo que ella hacerse fuerte en el Gobierno. La cosa se truncó cuando se metió por medio Carmen Calvo, y Sánchez incumplió, como siempre, sus promesas, y aunque Robles se hizo con el CNI y pudo nombrar a su primera directora mujer, lo tuvo que hacer en la persona de Paz Esteban, con gran cabreo de Esperanza Casteleiro, compensándola, eso sí, a la espera de tiempos mejores, con la Secretaría de Estado de Defensa -¡madre mía!-, poltrona que le venía más que grande, pero con la que Robles se aseguraba una mano derecha leal y dócil a su persona.

Cuando los secesionistas catalufos prorrumpieron en gritos porque… el CNI con Paz Esteban a la cabeza les espiaba, destapando lo que debió ser secreto pero que alguien logró que no lo fuera, llegó el momento de Casteleiro, y Robles la nombró, por fin, directora del CNI, zanjando el asunto de la forma más vil; es decir, impidiendo que el CNI cumpla su misión de combatir a los enemigos interiores, algo que como vemos no interesa, sino todo lo contrario, ni al dictador Sánchez, ni a la dictadura socialista imperante, ni a ese partido de extrema izquierda que es el PSOE, por demás organización históricamente criminal.

Así pues, y frente a la leyenda urbana, la propaganda, y demás, la verdad es que la única virtud de Esperanza Casteleiro para haber sido designada en su día y ahora confirmada en su puesto es sólo su fidelidad al PSOE, a su ideología y a la necesidad e interés que tiene el dictador de controlar y poner a su servicio, también, al CNI, como ha hecho con el resto de instituciones de toda clase y condición, única forma de consolidar su dictadura.

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Francisco Bendala Ayuso
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