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Por el cumple de mi madre,
que cumplía ochenta y tres,
a La Coru de visita
regresé un año después.
Por el cumple de mi madre,
de septiembre el 23.
Al aeropuerto de Alvedro
el día anterior llegué
directo desde Mallorca
por la tarde hacia las seis.
Mamá y mi hermana Samanta
me fueron a recoger.
Esa noche con mis primos
Nanis y Pablo quedé
a cenar, con la sorpresa
de que vino Juan* también,
a quien más tiempo llevaba
que a los otros dos sin ver.
El restaurante elegido
uno mejicano fue.
Ricos tacos variados
compartimos y a la vez
temas varios abordamos
todos en una melée
de humor y de desenfado
a que el buen rollo dio pie.
Confidencias nos hicimos
del presente y del ayer
y al final me interrogaron
muy curiosos ellos tres
sobre mi vida en Mallorca
con especial hincapié
en mi curro aeroportuario,
que tan guay se lo pinté
que las ganas de venirse
a emularme les creé.
Tras la cena proseguimos
Juan y yo en un tête-à-tête
en su casa conversando.
En mi honor y en el de él
descorchó un Vega Sicilia
que sacó de un anaquel
donde dormía a la espera
de una ocasión tan fetén.
Hondas fueron las cuestiones
que tratamos, sin más ley
que nuestro afecto recíproco
y franqueza a tutiplén.
Hablamos de arte y poesía,
hablamos del mal y el bien,
del amor y de la muerte,
de cierta heroica mujer
que optó por crucificarse
en aras de su deber
de madre y de fiel esposa.
Y hablamos con interés
mayúsculo y compartido
del hombre y poeta que fue
su padre, el padre de Juan,
a quien yo tanto admiré
y al que hoy mi alma más clara
con juicio crítico ve.
Al hilo de todo esto
mi primo quiso saber
de mi fervor religioso
o conversión el porqué,
lo cual con verbo preciso
y cabal se lo expliqué
fundándole mi respuesta
en la razón y en la fe.
De sabios y de doctores
de la Iglesia le hablé
poniéndole como ejemplo,
entre otros que nombré,
a Santo Tomás de Aquino,
cuya obra le encomié.
Cuando al fin nos despedimos
eran ya más de las tres
y de vino en la botella
nada había por beber.
Al día siguiente tarde
y fresco me levanté
a celebrar el cumpleaños
de mi madre, que a comer
invitó a mi prima Marta.
Pilar, Samanta y mi buen
cuñado Pablo además
completaban el plantel.
Ausente estaba mi padre
y ausente estaba Isabel,
de vuelta en Bruselas ésta
y en los Madriles aquél
en función de Spanish King.
Circuló sobre el mantel
el primer plato, espinacas
con gambas y bechamel,
que mi madre preparó
pensando en este su Andrés,
pues si ella lo prepara
un manjar para mí es.
Un jugoso solomillo
el segundo plato fue
y de postre una ensaimada
que de Palma les llevé
con dos velitas clavadas,
una un 8 y otra un 3.
Pero más que las viandas
rico fue cada entremés
que aportamos cada uno
con nuestra forma de ser.
Felicidades, mamá,
que haces que allí donde estés
un ambiente se genere
de dulzura y calidez.
*Mi primo Juan Antonio de la Colina Béjar, hijo de mi tío el poeta Francisco Javier de la Colina Unda.
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