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PRESENTAMOS el tercer volumen de la colección Antología Falangista. Julio Ruiz de Alda Miqueleiz, nació el 7 de octubre de 1897 en Estella (Navarra). Su vuelo a bordo del Plus Ultra (1926) le llevó a convertirse en un héroe para la historia de la aviación mundial. Sin embargo, su trayectoria pronto se dirigió hacia la política. Dos años después de la gesta histórica era condecorado por Mussolini en un Congreso Internacional de aviadores en Roma. Y desde 1932 circulaba el rumor entre sus amistades, militares y hombres de derechas que Julio Ruiz de Alda era el “Jefe del fascismo” que necesitaba España, incitándole así a convertirse en el caudillo de un movimiento totalitario. Pero el aviador era consciente que para conquistar el poder se necesitaba crear, en primer lugar, un movimiento popular.
Y así es como Julio Ruiz de Alda entró en contacto con Ramiro Ledesma Ramos, después con Ernesto Giménez Caballero, que en 1933 le haría una entrevista para el semanario El Fascio y, finalmente, con José Antonio Primo de Rivera. El militar participaría con un mitin en el histórico acto de presentación de la Falange Española en el Teatro de la Comedia. Posteriormente, formaría parte del triunvirato de la Falange Española de las JONS junto a Ramiro Ledesma Ramos y José Antonio Primo de Rivera. Él sería el primero de los tres en ser asesinado el 23 de agosto de 1936 en la cárcel Modelo de Madrid.
El nombre de Julio Ruiz de Alda se inscribe con mayúsculas en la Historia de España. Los testimonios de las personas que le conocieron coinciden en definirle como un hombre bueno, leal, humilde, generoso, honrado, trabajador y sacrificado por el bien de España. No hay, o, al menos, quien esto escribe no ha podido encontrar, comentarios –evidentemente más allá de las críticas ideológicas– que demuestren lo contrario.
El lector descubrirá a lo largo de las páginas de este libro las virtudes que, de algún modo, podemos encontrar también en el ADN de la Falange que nació antes de la Guerra Civil. No en vano, su labor silenciosa, autoimpuesta por el bien del movimiento, y justificada públicamente por su falta de oratoria, no le impidió configurar las bases ideológicas del partido.
A continuación, y para ayudar a entender mejor a Julio Ruiz de Alda, sintetizo en seis ideas esenciales el pensamiento que el lector encontrará fundamentado en los siguientes capítulos.
En primer lugar, Julio Ruiz de Alda fue el único militar de los seis primeros carnés y, sin duda, su educación castrense imprimió carácter a la personalidad del partido. Su capacidad de trabajo, organización y disciplina configuraron las señas de identidad del movimiento falangista. Sus escritos sobre política militar son valiosos. Por otro lado, su abnegación, lealtad y obediencia al Jefe, resultaron fundamentales en los momentos más críticos de la historia de la Falange. En este sentido cabe decir por sorprendente que resulte, que su postura ante la violencia fue la de legitimarla como recurso útil y válido cuando ésta tiene un “fin grande, una necesidad o una justificación”, frente a la de aquellos otros que la emplearon sin sentido y para crear odio.
En segundo lugar, la cuestión de Gibraltar, se trata de uno de los temas principales de su ideario. Bien es cierto que, antes de la creación de la Falange, esta exigencia histórica se encontraba ya en el pensamiento de los jonsistas, y es muy probable que compartieran entre ellos estas mismas premisas políticas. Sin embargo, nadie habló de Gibraltar más que él y además en los términos en los que él lo hizo refiriéndose al Peñón como clave de España.
En tercer lugar, Falange Española de las JONS debe a Julio Ruiz de Alda la iniciativa de crear el SEU, el Sindicato Español Universitario, que fue supervisado por él hasta 1935. El falangista pronto advirtió que la conquista del Estado pasaba por la creación de milicias universitarias capaces de comprender y sentir los ideales falangistas.
La cuarta idea que caracteriza su pensamiento es el espíritu de alegría, de optimismo y esperanza que se refleja en todos sus discursos e intervenciones. La mención constante a estos ideales no son el resultado de una retórica vacía, ya hemos dicho que él mismo se excusaba al principio de sus mítines por su escasa “facilidad natural de palabra. Si Julio Ruiz de Alda transmitía autenticidad era porque él mismo vivía lo que decía: “la única justificación que puedo tener para dirigirme a vosotros, es que lo que os voy a decir es una cosa sentida, metida muy dentro de mi pensamiento y de mi corazón, no de hoy, sino que se ha ido incubando a través de los años y a través de la lucha por la vida. No había dobleces, lo que la gente veía, oía o leía de él, era lo que en realidad había: fe, alegría y esperanza en realizar la misión universal de España.
Dos años después de la aparición de la obra de Benito Mussolini titulada El Fascismo (1932), Julio Ruiz de Alda escribiría el Epílogo para su edición en español. Si José Antonio, autor del Prólogo, mostraba el lado humano y cercano del Duce, Julio Ruiz de Alda se encargaba de mostrar la bondad del Fascismo frente al miedo y el odio de aquellos que lo identificaban con la violencia, la opresión y conservación de los privilegios de las clases más acomodadas. El aviador español presentaba al fundador de la doctrina fascista como a un “gran definidor” que había sido capaz de crear una Italia fuerte, optimista y alegre a través de la fe y la voluntad. Y, en este sentido, Julio Ruiz de Alda creía que el fascismo, como quinta idea esencial, era la mejor doctrina política que podría servir a los españoles para resolver sus problemas vitales. Rehacer España, pero sin caer en mimetismos. Y, en efecto, en sus discursos no encontramos rastro de Hitler, ni tampoco de Mussolini.
Por último, para Julio Ruiz de Alda que interpretaba la vida como un continuo ser y devenir de las cosas, consideraba que la vida es lucha. Cuando el falangista señalaba que desde Trafalgar la política exterior de España estaba siendo dirigida por Inglaterra y la interior, desde Luis XIV, por Francia, en realidad, se estaba rebelando contra la “vida cómoda” de su tiempo. Por esto, afirmaba que la tragedia del destino español provenía del ambiente de renunciamiento que existía entre los españoles. La protesta no era cumplida queja, ni siquiera un acontecimiento irreversible que determinaba nuestra historia hasta el final de los tiempos. Su concepción de España, que tiene mucho de profecía, se caracterizaba por la voluntad de luchar, el afán de superación y el espíritu de generosidad. Cualidades, todas ellas necesarias y urgentes, que la Falange Española de las JONS reclamaba para la reconstrucción nacional.
La presente edición de la antología falangista de Julio de Ruiz Alda reproduce los textos corregidos y anotados que aparecieron en las Obras Completas publicadas por la Editora Nacional en 1939.

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