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Lo  primero que nos enseña, o debería enseñarnos, es que en Francia se aplica la ley. Yvan Colonna, independentista corso que asesino a UNA persona en 1998, al prefecto de la isla, Claude Erignac, fue condenado a “cadena perpetua”.

    La segunda cosa que nos enseña, o debería enseñarnos, es que a Yvan Colonna lo asesina (22-3-2022, en la prisión de Arlés, Marsella) el africano camerunés de nacionalidad francesa y religión musulmana, Frank Elong Abé, detenido por las tropas norteamericanas en Afganistán por militar en Al Qaida, y puesto a disposición de las autoridades de Francia por ser ciudadano francés. El motivo fue que a juicio de este musulmán Yvan Colonna, de religión cristina, era un “BLASFEMO”.

    Las dos preguntas son inevitables:

    ¿Por qué en España seguimos discutiendo la pena de “cadena perpetua”, que en modo alguno se ha aplicado a los terroristas de ETA, todos ellos con más asesinatos a sus espaldas que este tal Ivan Colonna?

    ¿Cuántos terroristas MUSULMANES o simples delincuentes de esta religión tenemos en nuestros centros penitenciarios con todos sus derechos respetados, incluso culinarios, potencialmente peligrosos para el resto de presos no musulmanes, principalmente cristianos practicantes o militantes de grupos políticos que están en contra de la inmigración musulmana a Europa?

    Y menos mal que a Yvan Colonna lo ha asesinado un musulmán…

    ¿Se imaginan ustedes que el asesino hubiera sido el hijo, el hermano, el padre o algún otro familiar, incluso amigo, de Claude Erignac que estuviera también preso, o hubiera accedido al establecimiento penitenciario con el propósito de vengar la muerte de su familiar? ¿Se imaginan ustedes en el lugar que hubieran quedado tantos familiares o compañeros de asesinados por ETA?

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    ¡Como en España en ningún sitio! Dicen las gentes que nos invaden.

    Al final va a ser verdad eso de que la única patria del hombre es la infancia… Óigame, ¿y España? Pues, mire usted, el lugar donde vivo, y a ser posible, cuanto mejor, mejor. Estamos llegando al límite de la racionalidad y puede no quede más opción que ser posibilista o simplemente pragmático. Al menos para no sufrir, o no llegar a la desesperación, que es peor. Ya saben, “ojos que no ven, corazón que no siente”.         

Autor

Pablo Gasco de la Rocha