21/11/2024 19:56
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¡Qué desprestigio! ¡Qué vergüenza! El ex Rey de España, el mismo que nos trajo la convivencia prospera y pacífica de la que carecimos durante casi cuarenta años (se nos ha olvidado la etapa de la droga que eliminó a un generación de jóvenes españoles, los casi mil asesinatos de ETA y la corrupción generalizada a todos los niveles). Baluarte y prestigio de nuestro sistema político reconocido internacionalmente por quienes nos hicieron aniquilar nuestra industria, matar nuestro ganado y dejar de cultivar nuestros campos. Jefe de Estado del país con el mayor número de mafias por metro cuadrado. Y con una lista de amigos de echarse a temblar, entre los de toda la vida: Manuel Prado y Colón de Carvajal, administrador de su dinero privado durante dos décadas, condenado por apropiación indebida; los Albertos, condenados por estafa; Javier de la Rosa, condenado por apropiación indebida y por dejar sin sus ahorros a 10.000 pequeños accionistas. Más sus amistades con los mandatarios de las dictaduras islámicas, países en donde se violan los derechos humanos de modo y forma sistemática y el maltrato a la mujer está legalizado: Arabia Saudí, Kuwait, Bahréin, Qatar, Marruecos. Sin descartar a quien es uno de sus mejores amigos en su lugar de DESTIERRO, los Emiratos Árabes, el mercader de armas, El Assir, reclamado por España y Francia por delito fiscal, según ha publicado EL PAÍS, y ambos “comisionistas” en distintos negocios.

    Ah, eso sí, Juan Carlos I fue muy campechano y gracioso, echao palante y paró ese golpe de Estado fratricida que quiso imponerse en España, y que gracias a él, asesorado por su padre, Juan III de Estoril, que estaba esa tarde noche con él, y con quien ejerció de reina madre, el jefe de su Casa, Sabino Fernández Campos, conde “¡deLatores!”, abortó, salvándonos de una dictadura sangrienta como la que ya padecimos con Franco, que desoyó durante casi cuarenta años la voz de su pueblo que clamaba día y noche… ¡Juan III de Estoril!, ¡Juan III de Estoril!, ¡Juan III de Estoril!

    Pero resulta que este hombre casado, ejemplo de virtud y prudencia, que se había acostado con medio mundo femenino, un día se enamora perdidamente de una de esas mujeres que, de tenerse, se deben tener para un rato, rato que él convirtió en prologado idilio, llevándola y trayéndola a todas partes, a costa, que para eso era el Rey, del erario.

    Que se metan en la cabeza algunos y comprendan otros, que Alfonso XIII, que sentenció el Trono liberal trayendo la II República izquierdista y masónica cuando liquido el Directorio, que tuvo que haber tenido mucho más recorrido, terminó huyendo y dejando a su familia en Madrid, en evidente peligro. Que el Levantamiento del 18 de julio no se hizo para        traer la Monarquía. Y que esta Monarquía, la que hoy representa Felipe VI, fue instaurada, que no restaurada. Y si lo fue, lo fue porque el representante elegido juró lealtad a unos principios y a unas leyes. De lo contrario, el personaje hubiera estado cerrando casinos y bares como hacia su padre, más famoso que el tebeo.

    ¿Qué es lo que sostiene hoy la Monarquía? Entiendo que dos cosas. Primera. El miedo. Un miedo terrorífico a que hubiera otra República como las que tuvimos, que no se nos olvide fueron consecuencia de una Monarquía que había dejado de ser operante. Segunda. Lo que se cree es un alegato incuestionable que habría que exponer en todas las plazas públicas de España a modo de BANDO, a saber, el estado que en estos momentos se cree más conveniente para España, apoyado, mayormente, por los republicanos de la II y los pusilánimes de la reacción. Todos ellos “felipistas” como otrora fueron “juancarlistas”, una vez probaron si era pepino o melón.   

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    La monarquía ejemplar que presidio el hoy Emérito consistió en mirar siempre para otro lado a la corrupción y a la ineficacia, y esa corrupción se ha instalado en el tuétano del sistema, sostenido por quienes se han aprovechado de ella.

    Lo último que les faltaba a muchos españoles para rechazar la Monarquía liberal era esto, que Inglaterra sentará en el banquillo de los delincuentes al Rey de España.

    Que sigan los inasequibles del dandismo, sarampión que pasa, dándonos lecciones aprendidas en los manuales que se cubren de polvo en las estanterías de las vetustas bibliotecas, pero que por fin comprendan que…

¡NO ES TIEMPO PARA REYES!

Autor

Pablo Gasco de la Rocha