21/11/2024 23:04
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Sólo los incautos y los imbéciles pueden creer que este estado de excepción impuesto durante 100 días en España va a ser algo anecdótico y puntual. Tras 100 días de estado de mazmorra aquel que cree sinceramente, no hablo del que opina por intereses políticos, que lo que han hecho con los españoles durante 100 días y lo que nos espera con la siniestra “nueva normalidad” ha sido por nuestro bien, como he dicho alguna vez, o ya venía defectuoso de fábrica y el síndrome de Estocolmo se ha instalado en el cómodamente con el coronavirus, o se ha vuelto idiota en estos 100 días.

No me voy a extender en las consecuencias nefastas que ha supuesto el estado de alarma al que nos han sometido socialistas, comunistas, separatistas y terroristas, valga la redundancia, con los apoyos puntuales de tontos útiles de la derecha de todo color, pero es evidente que este estado de excepción que aparte de haber sido inútil y hasta contraproducente para evitar muertos y contagios, ha supuesto un desastre total en lo social, lo económico, lo laboral y de todo esto no sé cuándo nos podremos recuperar. Pero, sobre todo, ha sido un golpe brutal en lo moral, lo anímico y hasta en lo intelectual para los españoles que los ha convertido aún más en esclavos de lo que ya lo eran antes del coronavirus.

Durante estos 100 días he dicho hasta la saciedad que en España ya no existía libertad antes del Estado de Alarma. No existían libertad de expresión, ni de educación, ni de conseguir vivienda o trabajo, ni de opinión, ni de hablar en tu propio idioma en tu nación, ni defender la verdad histórica, ni siquiera el derecho a la vida entre otras muchas más carencias de libertades. Aún así, la gente creía que era libre porque el sistema de vez en cuando le daba unos cuantos metros más de la cadena con la que les tienen subyugados. Y lo que es peor, la mayoría de la gente como creía que era libre, pero en realidad era un esclavo que no reconocía su estado de esclavitud y de opresión, ha admitido que le robaran aún más libertades, prácticamente todas, por eso, porque ya no era libre, y ojo, no hablo de libertinaje.

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Y así, con la excusa de que todo era por su bien se ha visto secuestrado en su propia casa, sin poder visitar a sus enfermos, sin verlos antes de morir, sin poder enterrarlos, se ha quedado sin trabajo, sin relaciones sociales y humanas, sin poder protestar en las calles y lo ha admitido todo sin rechistar (hablo en líneas generales ya que algunos no lo han admitido, no lo hemos admitido). Por lo tanto, ahora que han soltado un poco las cadenas con esta nueva normalidad a los españoles, la mayoría de ellos se olvidan de lo ocurrido por el simple hecho de que ya pueden moverse un poco más que hace unos días, ya hay fútbol, terrazas abiertas y sí, se pueden mover más que hace unos días, pero mucho menos de lo que lo hacían hace 100 días, que, vuelvo a repetir, tampoco aquello era libertad salvo que fueras un golfo, un separatista, un corrupto, un terrorista, un delincuente habitual de dentro o fuera de España o un político del sistema.

Por lo tanto, decía, este experimento le ha venido de maravilla al sistema para seguir recortando libertades y cambiando intencionadamente nuestras vidas con el aplauso de la mayoría y la sumisión de casi todos los demás.

Por eso, con su nueva normalidad, aparte de secuestrarnos otra vez cuando les dé la gana “por nuestro bien”, ya han puesto en marcha el proceso de la desaparición del efectivo que sirve para controlar absolutamente todos nuestros ingresos y gastos, saber en qué gastamos, dónde gastamos, cuándo gastamos, cómo gastamos…y cortarnos el grifo y asfixiarnos cuando les dé la gana bloqueando nuestras cuentas con cualquier excusa.

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Y, además, esto lo comenta poca gente, la supresión del efectivo supone que el dinero no salga jamás del circuito bancario. Es decir, el dinero pasa de la cuenta bancaria de una empresa o de las administraciones a tu cuenta bancaria pero siempre por transferencia bancaria. Y luego pasa de tu cuenta bancaria a la de aquellos sitios en los que compras o donde tienes domiciliados recibos, es decir, el dinero jamás lo tendrán las personas en sus bolsillos y esos miles de millones de euros supondrán más dinero para los bancos para que especulen con él.

Esta nueva normalidad ya ha supuesto la imposición del teletrabajo obligatorio, la pérdida de la relaciones personales o sociales, la limitación de las protestas en las calles (salvo que seas un inmigrante ilegal o de extrema izquierda, claro), la desaparición de algunos empleos y hasta de algunos oficios para siempre.

Esta nueva normalidad va a suponer también las presuntas “vacunas” que pueden traer la implantación de microchips o las recomendaciones para curarnos de medicamentos, que quién sabe los efectos secundarios que tendrán y que objetivos quieren cumplir con la administración de estas medicinas.

Y, además, tendrán la posibilidad de controlar aún más las instituciones para perpetuarse en el poder, que los culpables no paguen jamás sus penas y que jamás sepamos la verdad sobre lo ocurrido durante esta pandemia.

Así que hemos vuelto al “vivan las caenas”, pero además ahora cadenas invisibles y democráticas.

Autor

Jesús Muñoz