24/11/2024 04:21
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La crítica situación actual de la institución monárquica viene originada por varios problemas de fondo que son la base o sustento de diversidad de hechos en que queda especificada esta crisis. Este es un artículo de opinión por lo que no pretendo ser exhaustivo en señalar y analizar todos los puntos problemáticos, esto requeriría exponerlo en el ámbito científico uniendo análisis filosófico y moral, histórico y actual. Sencillamente voy a esquematizar algunos de estas cuestiones de fondo.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que Monarquía no es sinónimo de dinastía reinante. Desde que Franco señaló con el dedo a Juan Carlos como futuro rey (cosa que para mí fue un grave error de Franco) se ha unido monarquía – dinastía familiar – Régimen. Y no es verdad. Así hay que afirmar que lo que está en crisis primero de todo es la dinastía familiar en la actual rama familiar borbónica. Bien es cierto que a través de esta crisis considero que se está intentando poner en aprietos a la institución monárquica y todo ello recae sobre el cuestionamiento del régimen de 1978.

La segunda cuestión es qué es una Monarquía y qué no lo es. De forma muy esquemática: se trata de la participación de lo Sagrado en todo orden y campo (social, político, económico, cultural…) y es expresión de unas virtudes públicas y privadas perennes y válidas en todo tiempo y transitadas por lo Sagrado.

Dicho de otra manera, la monarquía como forma política no es otra cosa que la continuidad de una sociedad estructurada en familias cuya cuya máxima referencia se sitúa en Dios. Así, todo ámbito de actuación humana debe estar organizado y debe funcionar como familia: la familia nuclear, las empresas, las asociaciones, los centros de enseñanza etc. Y toda familia tiene un padre y una madre. En el vértice está la familia real con el pater familias al frente: el rey coronando el edificio social (por eso se llama la Corona, y no porque lleve o tenga corona).

Esa familia real y el pater familia o rey tiene su fundamento en lo Sagrado, en Dios y su Ley Divina de la que dimanan las virtudes públicas y privadas que deben ser guía del rey y su familia.  Coherentemente, toda ley humana debe estar en conexión con la Ley Divina (muy esquematizada en los Diez  Mandamientos: no robarás, no fornicarás, no darás falso testimonio, no mentirás etc.)

 

Es por todo esto que el Rey era el máximo garante social de que individuos, oligarquías, partidos o banderías no podían prevalecer sobre las familias españolas y, por lo tanto, el estado no quedaba subyugado por esas oligarquías y banderías. Cada vez que hubo períodos en donde estas cuestiones quedaron oscurecidas el resultado fue la crisis y quiebra social, política, económica, cultural y militar de España.

Esto es lo que ha sido y representado la Monarquía en España, por lo menos hasta los reyes ilustrados. Por eso España ha sido una hermandad universal católica con la misión existencial de evangelización y defensa de la catolicidad. Cada vez que España se ha apartado e incluso ha renunciado a esta misión, ha entrado en el camino de la desintegración. Porque esta misión existencial es la que le da vida y, como tal, es trascendente. Esto es España, no es un hecho histórico sino trascendente, definición misma de su ser, de su esencia y existencia.

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Otro aspecto que no quiero dejar pasar es que la Monarquía en España es en sí misma familiar-personal, hereditaria y electiva confirmada sacramentalmente por la Iglesia. Por eso en España el rey siempre se presentaba ante las Cortes, juraba ante Dios sobre el tomus regius o constituciones del reino y la Santa Biblia cumplir y hacer cumplir las leyes del reino y, sólo entonces, el reino reunido en Cortes juraba fidelidad y lealtad al rey. Seguidamente la Iglesia, por mano del Primado de las Españas, le rociaba con el asperges. Además, el rey para ser Rey debía ser de familia legítima heredera y el primogénito legitimo de legítimo matrimonio. Es decir, era rey aquél que tenía derecho no sólo por nacimiento sino que lo tiene por su fe, por su virtud, por su comportamiento; siendo en conjunto fuente de la Continuidad Santa.

Todo esto hasta aquí expuesto es lo que se entiende, muy básicamente, por Tradición que se esquematiza en el lema Dios, Patria, Rey.

Ahora vamos a sintetizar qué es lo que ha pasado desde el siglo XVIII. La Ilustración quiso matar a Dios que es Padre. Sin Dios-Padre, no tiene sentido el Rey-Padre. Luego quisieron matar a los reyes y sustituirlos por repúblicas. Sin Pater Familias no hay patrimonio ni Patria. Luego, junto con las repúblicas, los revolucionarios liberales dieron nacimiento a las naciones-pueblo. Así, la soberanía única de Dios expresada en el rey y el reino en Cortes fue sustituida y, al mismo tiempo, diluida en la nebulosa del pueblo expresado artificialmente en parlamentos (que no son lo mismo que Cortes).

De todas estas destrucciones se encargaron los dos hijos de la masonería: el liberalismo y el socialismo durante los siglos XIX y XX. Dos ideologías aparentemente opuestas pero que tienen la misma madre, la masonería; y el mismo motor, el materialismo. Liberales y socialistas utilizan la misma herramienta, el materialismo, para explican el ser humano y todas sus relaciones y devenir en la historia, eliminando cualquier atisbo de trascendentalidad o relación con Dios.

El último eslabón que actualmente sigue mal que bien en pie es la familia nuclear. Ya en Fátima la Virgen María anunció que el último ataque de Satanás, antes del fin de los tiempos, sería contra la familia nuclear. Y esto es lo que llevamos viviendo desde finales de la segunda guerra mundial. Hoy el ataque a la familia nuclear es masivo, en todos los órdenes y, claro está, afecta directamente a la dinastía familiar reinante, no podía ser de otro modo.

En el ámbito central de este artículo todo esto se traduce en que el principio familiar y sus formas de funcionamiento han sido sustituidos por el individualismo surcado de sentimentalismo y voluntarismo. La consecuencia: unas familias, una sociedad y un estado –con sus instituciones- que se han convertido en simples entes contractualistas. Esto es, el convencionalismo legal fundamentado en la soberanía de la voluntad temporal de los individuos sobre cualquier otra cosa. Consecuencia, todo se hace todo relativo, inseguro y perecedero (matrimonio, familia, leyes, justicias, parlamentos, gobiernos, dinastías, reyes, monarquías, repúblicas). Al mismo tiempo, la sociedad y el estado con sus instituciones pasan a estar dominadas por oligarquías, grupos y banderías o partidos.

De ahí nace una democracia -liberal- basada en el procedimentalismo y voluntarismo donde ya no existe ninguna relación con la Ley Divina, con lo que la verdad y la justicia son imposibles. Ya lo señalaba San Teófilo de Alejandría en su Libro a Autólico: Dios ha confiado el gobierno del Estado al emperador para que ejerza la Justicia en la tierra. Pero sin referencia a Dios y a su Ley Divina es imposible la Justicia y el gobierno es ilegitimo.

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 Y ¿en qué queda la institución monárquica parlamentaria? En un órgano más de la república, trivial e inútil. Y es que la monarquía parlamentaria, es una república encubierta.

Y ahora preguntémonos algunas cosas básicas, España: ¿es una sociedad católica? La institución monárquica ¿es católica? La dinastía familiar reinante ¿es católica? la dinastía-familiar reinante ¿es legítima? Sus herederos son históricamente provenientes de legítimo matrimonio? Y los matrimonios ¿han sido morganáticos o legítimos? Recuerdo que sobre estas últimas preguntas se han publicado en este periódico algunos análisis históricos. Dejo las respuestas a cada cual según su parecer.

Ante todo lo expuesto en este artículo de opinión lanzo algunas otras preguntas: ¿Podemos sorprendernos de la crisis de la dinastía familiar actualmente reinante? ¿Podemos sorprendernos de la crisis de la institución monárquica? ¿Podemos sorprendernos de ver cómo el Estado ha quedado sometido e incluso absorbido por oligarquías y banderías? ¿Podemos sorprendernos de la crisis del régimen de 1978? ¿Podemos sorprendernos de la actual crisis y quiebra de la de mentalidad y cultura hispánicas, de la sociedad, economía, política? ¿Podemos de la descomposición de España?

Por último ¿Queremos restaurar España? Pues hay que empezar por tres focos al mismo tiempo: el primero, la cúspide o corona del edificio político, social, económico, cultural. Y aquí tenemos, desde mi punto  vista, una dinastía familiar distinta a la que ocupa actualmente la jefatura del Estado. Una dinastía familiar que, para mí, es la legítima, con su heredero proveniente de legítimo matrimonio, y que es católico y fiel a la Tradición. En él no hay juramentos en falso, no hay traición sino Fidelidad. El segundo foco, la defensa en todos los órdenes y ámbitos (legal, social, económico, político, cultural…) de la familia nuclear. El tercero foco, recuperar la misión existencial de España, la tarea de evangelización. Tarea que debemos llevar a cabo empezando por esta tierra de paganos en que se ha convertido nuestra España, porque sin Dios nada hay más que quiebra y destrucción.

¡Por Dios, la Patria y el Rey!

¡Viva Cristo Rey!

Autor

Antonio R. Peña
Antonio R. Peña
Antonio Ramón Peña es católico y español. Además es doctor en Historia Moderna y Contemporánea y archivero. Colaborador en diversos medios de comunicación como Infocatolica, Infovaticana, Somatemps. Ha colaborado con la Real Academia de la Historia en el Diccionario Biográfico Español. A parte de sus artículos científicos y de opinión, algunos de sus libros publicados son De Roma a Gotia: los orígenes de España, De Austrias a Borbones, Japón a la luz de la evangelización. Actualmente trabaja como profesor de instituto.