22/11/2024 08:08
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“Mi III República no sería nunca una continuación de la segunda, ni mucho menos de la primera… cuando yo hablo de República hablo de una República nueva, trabajada, estudiada, consensuada… porque no puede triunfar una República en un País en el que no haya republicanos

 

Conocí a Julio Anguita las Navidades del año 1969, creo recordar, aunque no con exactitud matemática, y desde entonces nunca dejamos de hablarnos, a veces más y a veces menos. Hablamos mucho cuando estuvo en Madrid como Coordinador General de Izquierda Unida y Diputado en el Congreso, y volvimos hablar más cuando el año 2007 me jubilé y me vine a mi Córdoba natal, como los elefantes vuelven a la tierra donde nacieron a morirse.

Y podréis imaginaros que nuestras conversaciones fueron siempre puras y duras discusiones políticas. Él fue comunista siempre, pero militante desde el año 1972, y eso nos enfrentaba, ya que para mí el comunismo fue siempre como “la peste negra”. Lo curioso es  que nuestras largas conversaciones se centraban en dos personajes: José Antonio Primo de Rivera y Vladimir Lenin. O sea, el fundador de Falange española y el revolucionario que hizo la triunfante revolución rusa de 1917.

Y curiosamente él, mi tocayo Julio Anguita, conocía la obra de José Antonio mejor que yo, y yo conocía la obra de Lenin mejor que él (por entonces, claro está).

Así que no debe sorprender que conociera el texto que ya, también él jubilado, preparó para los suyos y que tituló “APROXIMACIÓN A LA III REPÚBLICA”, que es el que hoy me complace reproducir, para que esos jovencitos que hoy están reclamando en las calles una República sepan lo que es en realidad una República y qué República es la que aquí podría triunfar después de los dos grandes fracasos que fueron la primera y la segunda.

Sin más, pasen y lean:

Aproximación a la III República

“Es obvio que esta aproximación que se plantea debe partir de una serie de afirmaciones o de precisiones que ayuden a situar en el día de hoy la presentación del discurso y su incardinación en la realidad. Desde mi punto de vista estas afirmaciones previas son las siguientes: 

1ª.- La República no es simplemente una forma de Estado que se caracteriza esencialmente en hacer electiva la Presidencia de la jefatura del Estado en vez de que ésta sea hereditaria. Es mucho más que eso; aunque esa condición de elegibilidad sea imprescindible. La República es una concepción de Estado caracterizada por unos determinados principios, valores, contenidos, funcionamiento institucional y vinculación a la realidad social de la cual emana como representación libremente consentida. 

2ª.- En consecuencia con lo anterior se impone que toda propuesta republicana aparezca como alternativa democrática a la realidad existente. Una alternativa que debe ser conformada, desarrollada y apoyada por el mayor respaldo ciudadano. Una tarea que debemos comenzar ya. 

3ª.- Nuestra defensa y participación en todos los procesos, actos, movilizaciones y desarrollos de la Memoria Histórica no pueden confundirse con nuestra propuesta republicana como si ésta fuese una simple continuidad de la II República. Nuestro proyecto republicano es deudor de la I y II Repúblicas en la medida en que éstas son antecedentes históricos que han aportado elementos, referencias y valores que debemos hacer nuestros, pero sin olvidar que nuestra idea de República es para el siglo XXI con todas las características que en él se dan. 

La memoria de la II República sirve para informar, educar, concienciar, estimular; es una fase diferenciada de la de elaboración, movilización y capacidad prepositiva. No mezclemos ambas tareas. Una se apoya en la otra; pero desde la diferenciación histórico-temporal y prepositiva. 

4ª.- Las dos Repúblicas que ha habido en España han significado el intento de conseguir una sociedad basada en los principios de racionalidad, justicia, democracia, educación y modernidad que pueden seguirse como un hilo conductor a través de la Historia de España y que concretados en personas, movimientos, tendencias, reflexiones y acciones de gobierno han intentado cambiar, no sólo las ideas ancladas en presupuestos que ya no tenían en Europa el mismo predicamento sino también el orden económico basado en la gran propiedad agraria, la democracia conculcada o demediada, la alianza entre el Trono y el Altar y el desprecio por la Ciencia tanto en sus aspectos teóricos como en sus aplicaciones prácticas y tecnológicas. Solamente en Cataluña y bajo el proteccionismo más intervencionista o en el País Vasco bajo presupuestos ultramontanos parecería que se ha escapado a esa realidad. Sin embargo y cuando se observa de cerca tampoco las diferencias (que las hay) han sido muy determinantes. 

5ª.- En conclusión, hacer una aproximación a la propuesta de III República que nosotros queremos establecer un discurso que se presente ante la sociedad actual como una consecuencia de nuestro pasado remoto y más inmediato junto con la aceptación del reto que la actual situación presenta. 

 

La propuesta republicana

El proyecto que quiero someter a debate ciudadano es consecuencia de la respuesta a tres preguntas claves: 

¿Por qué? Es decir, qué justifica, explica o demanda la necesidad de construir una alternativa republicana. 
¿Qué? Qué tipo de República se quiere, cuáles son sus contenidos, qué líneas maestras vertebran su Constitución (Constitución Formal), qué alianzas suscita el proyecto (Constitución Material). 
¿Cómo? Las características del proceso, la estrategia de largo aliento y las previsiones tácticas posibles. El proceso constituyente 

Abordar la primera pregunta es desarrollar tres contenidos que a modo de razones de peso conducen a responder con la alternativa republicana a la actual coyuntura económica, social, política y de valores que se explicita en un estado de anemia de la sociedad española. Estas razones son tres: 

1ª. La herencia republicana. 

2ª. El agotamiento de la Transición. 

3ª. La crisis de civilización y su manifestación en la formación social española. 

 

La herencia republicana

Conviene distinguir entre la historia del republicanismo español y las concreciones históricas que han significado la I República (1873) y la II República (1931-1939). Los avatares del republicanismo histórico comienzan oficialmente con la creación del Partido Demócrata en 1849 y se desarrolla en una serie de acontecimientos que yendo desde 1869 con la creación del Partido Republicano se manifiestan en escisiones, enfrentamientos entre dirigentes, oscilaciones pendulares entre una expresión del ideario conectada con los sentimientos populares y otra más proclive a la intervención exclusiva desde las instituciones y una permanente decantación entre dos opciones que se manifestarán claramente a principios del siglo XX: la concepción burguesa de República Liberal y la concepción republicana más ligada a los intereses, objetivos y métodos del Movimiento Obrero. Las siglas, partidos y de tendencias republicanas son numerosas pero destacan entre todas las siguientes: Federales y Unionistas durante la I República. Unión Republicana creada en 1903 y encabezada por Salmerón en la que pronto surgen tendencias: «gubernamentales» de Melquíades Álvarez y el Bloque de Izquierdas de Lerroux. Partido Radical-Socialista de Lerroux. En 1908. En 1910 el Bloque de Izquierdas pasa a ser Conjunción Republicano-Socialista. En ese año se crea en Cataluña la Unión Federal Nacionalista Republicana (UFNR). En 1917 y con fines electorales la Alianza de Izquierdas formada por republicanos y socialistas. Y así se llega a los albores de la II República. 

Si tuviéramos que señalar en un apretado resumen las características del republicanismo desde su nacimiento diríamos que éste no fue sólo ni preferentemente una idea inspirada en la predilección por la forma electiva de la Jefatura del Estado (sin obviarlo nunca) sino una concepción del orden político basada en los siguientes principios: 

Democratización de la vida pública. 
Sufragio universal 
Eliminación de los privilegios sociales. 
Atenuación de las diferencias sociales. 
Racionalización y laicización de la vida intelectual y moral. Separación entre la Iglesia y el Estado. 
Apuesta por la cultura y la enseñanza pública. 
Supresión de la esclavitud (que en las colonias españolas se mantuvo hasta 1898). 
Supresión del servicio militar a través de quintas y levas. 
Supresión de determinados impuestos y arbitrios municipales como el de consumos. 
Aumento del peso específico de los ayuntamientos en la estructura del Estado. 

Y ya en la II República: 
Sufragio universal para las mujeres. 
Reforma Agraria (aunque lenta e insuficiente). 
Ley de términos municipales para favorecer a los jornaleros de las localidades. 
Impulso extraordinario a la Enseñanza y a la Cultura. 
Apuesta por la Paz (Artículo 6 de la Constitución). 
Respeto escrupuloso a la legalidad internacional. 

Para una mayor percepción de los avances en el terreno de las medidas modernizadoras deben consultarse los textos constitucionales: El de la I República (redactado pero no debatido ni aprobado) y el de la II. 

 

Al tratar de reflexionar sobre las dos experiencias republicanas habidas tenemos una serie de comparaciones entra ambas que pueden servirnos de experiencia a la hora de abordar la III República. 

Encontramos los siguientes rasgos comunes: 

Ambas repúblicas están precedidas e iniciadas en sendas crisis económicas. 

Especialmente la del crack de 1929. 

E igualmente ambas se inscriben en crisis sociales y políticas. La I es consecuencia de la Revolución de 1868 y la II de la Dictadura de Primo de Rivera consentida y apoyada por el Rey Alfonso XIII. 
El advenimiento de ambas no se produce como consecuencia de una fuerte organización social respaldando las ideas republicanas sino muy al contrario a causa de situaciones sobrevenidas casi por sorpresa. 

La I República es votada por unas Cortes en su mayoría monárquicas como única salida posible. La II es hija de unas elecciones municipales en las que las candidaturas monárquicas fueron mayoría aunque perdieron en las grandes ciudades y centros industriales. Y aunque en la II hubo más apoyo e ilusión debemos constatar que el sentido republicano como algo más que el antimonarquismo no estaba fuertemente asentado. 

No olvidemos tampoco que tanto en la génesis de la Revolución del 68 (que abre las puertas a la I República) como en la II hay un precedente de intervención militar auspiciada por los republicanos (Pactos de Ostende en 1866 y Pacto de San Sebastián en 1930 respectivamente). 
En ambas Repúblicas se presentan con especial fuerza los problemas derivados de una estructura del Estado que fue contestada, por la derecha en primer lugar y por sectores de la izquierda posteriormente. 
Tanto en la I como en la II influyen las manifestaciones y expresiones del naciente Movimiento Obrero (los llamados utópicos, las actividades de Fanelli en España, la revolución de 1848 en Francia, la Comuna de París en 1871 durante la I). En la redacción de la Constitución de la II se notan las influencias de la Constitución mejicana de 1917, la de Weimar de 1918, la Revolución rusa de 1917 y las corrientes del keynesianismo. 
En ambas Repúblicas y tras la euforia inicial (especialmente en la II) se produce un desfase entre las reivindicaciones populares no resueltas en siglos y los ritmos políticos de las clases dirigentes políticas. 
Ambas Repúblicas recogen en sus textos constitucionales elementos de las inquietudes, anhelos, y propuestas legislativas provenientes de los acontecimientos revolucionarios coetáneos. Así en la I República están presentes los sucesos de la revolución de 1848 o de la Comuna de París de 1871; así como las doctrinas de Saint Simón, Fourier, Cabet, Considerant o Proudhon. 

En la Constitución de la II República hay ecos de las constituciones hijas de revoluciones como la mejicana (1917), soviética (1924), la constitución de Weimar (1919) y también las incipientes teorías de Keynes. 

Aunque todo está bastante matizado si es un avance con referencia a textos anteriores. 

Considero que en la coyuntura actual se repiten mutatis mutandis muchas de las características anteriormente reseñadas. 

 

El agotamiento de la Transición

Sin entrar en un análisis muy profundo sobre la Transición podemos afirmar que a estas alturas aquella operación significó para los intereses del franquismo el paso a la otra orilla sin tener que pagar un peaje importante. Pero además debemos tener presente que desde 1945 el departamento de Estado USA ya había diseñado una salida al régimen fascista de Franco a través de una operación denominada entonces como Transición pacífica con dos partidos políticos: uno denominado demócrata y otro socialista. La Guerra Fría con sus consecuencias y los temores a que en España pudiera ocurrir otra Revolución de los Claveles marcaron y acotaron el terreno de juego. 

La Transición se desenvolvió a través de unos parámetros que sucintamente podemos relacionar: 

Tanto en el fondo como casi en la forma la Transición ha sido una segunda Restauración borbónica en torno a los mismos intereses que informaron la primera de 1876. 
Tanto en 1876 como en 1977 y 1978 se impuso por encima de la Constitución un entramado de relaciones políticas que constituían en últimas instancia la fuente de decisiones. Fue el Consenso que se visualiza junto con sus miserias, en la Zarzuela el día 24 de Febrero de 1981. 
Se pactó una Constitución concebida como un apaño para ir tirando y saliendo del paso en la que ya entonces se destacaban las siguientes notas: 

1.- Artículos copiados de la Ley Orgánica de Estado de Franco (art. 8) o de la Constitución de 1876 (art. 57) 

2.- Artículos contradictorios entre sí. El 14 es incompatible con el 56 y el 57. 

3.- Ambigüedad calculada a la hora del tratamiento dado a regiones y nacionalidades (art.2), Disposición Adicional Primera y Disposición Transitoria Cuarta. Esto está siendo fuente de conflictos. 

4.- Incumplimiento de numerosos artículos del Título I referidos a Derechos Sociales, Política Fiscal, Derechos Cívicos y especialmente a la Legislación internacional y los compromisos contraídos por el Reino de España (art 10). 

5.- Gran facilidad para la aprobación de tratados internacionales que implican cesión de Soberanía. (Capítulo III del Título III). 

6.- Leyes electorales, funcionamiento de las Cámaras y relación de ellas con el Ejecutivo con claro predominio de la concepción bipartidista y de la preeminencia del mismo sobre los otros dos poderes. 

Ante el agravamiento de las cuestiones que hacen referencia a la constitución del Estado, el funcionamiento de las instituciones y la degradación de la ya demediada democracia vuelve a surgir la idea del cambio constitucional. Lo que ocurre es que lo que se necesita es un cambio profundo en el sujeto constituyente, el proceso del cambio y una nueva Constitución Material. 

En consecuencia la III República se inserta en una necesidad de cambio ya evidente. 

 

Una crisis de civilización

Sobre la base de una crisis de sobreproducción se han insertado otras que la agravan y le dan a la misma un carácter de crisis de civilización. El modo de producción, la sociedad, los valores y el funcionamiento de la política que surgen el siglo XVIII con la implantación del maquinismo y el capitalismo fabril y comercial ha entrado en una crisis total de modelo. 

Los tres grandes valores y ejes en torno a los cuales se ha ido construyendo la economía y la ideología de la globalización: Mercado, Competitividad y Crecimiento Sostenido han situado a la sociedad mundial y al planeta ante una encrucijada en la que hay que optar conscientemente: Socialismo o Barbarie. En consecuencia el diseño de una alternativa no puede establecerse sobre los tres ejes del capitalismo; estos han fracasado. En cierta medida se han muerto de «éxito». 

La crisis ha evidenciado que no hay otra alternativa que la democratización de las relaciones de producción, la planificación democrática de la economía y una escala de valores diferente para una economía orientada a la demanda de bienes duraderos, necesarios socialmente y útiles para cubrir las necesidades medidas a través del índice de Desarrollo Humano (IDH) en lugar de ese otro medidor denominado PIB. 

Pero cualquier alternativa que pretenda humanizar las relaciones económicas desde la perspectiva de su utilidad social debe plantear con claridad y sin ambages que LA ECONOMÍA ES UNA CIENCIA INSTRUMENTAL AL SERVICIO DEL DESARROLLO INTEGRAL DEL SER HUMANO. Asumir consecuentemente este postulado es situarse en el terreno en el que la sociedad se erige en diseñadora de su destino. Este es en resumen el corolario del discurso de la Modernidad: la centralidad humana. 

En consecuencia la República como encarnación de la voluntad popular con carácter fundacional de una nueva época es la única opción capaz de asumir este reto. 

 

¿Qué República?

Es esta la cuestión central y en la que debemos entrar teniendo las ideas muy claras y sobre unas bases que de manera breve reseño: 

La III República no puede renegar, obviar o silenciar el nexo histórico, político, social y cultural que existe entre ella y las dos Repúblicas anteriores. 
Sin embargo no puede tampoco sentirse continuidad de ellas. Se produce en un contexto distinto, en otra época y con otros problemas nacionales e internacionales de otro calado. 
En consecuencia debemos, en nuestro discurso, separar claramente todo aquello que haga referencia a la Memoria Histórica y la necesaria rehabilitación de la II República de la explicación de nuestra propuesta para la III República. Son dos momentos diferentes. 
En nuestra propuesta republicana los contenidos deben ser lo más resaltable y además perfectamente interconexionados a problemas del presente. 
Debemos ser conscientes de que algunos de los temas a desarrollar tienen ya una vieja carga en nuestro país: la laicidad, la enseñanza, el Estado, etc. En esa medida parecerá que seguimos con los viejos debates. Debemos advertir que por desgracia el franquismo y la monarquía no los han resuelto y además los han agravado. 
Por ello nuestro discurso republicano debe hacer suyas una serie de propuestas que serían los ejes fundamentales para vertebrar la Constitución de la III República. A mi juicio son siete. 

Los ejes de la propuesta republicana 

 

I.- Los Derechos Humanos. 

II.- Democracia Radical y Participativa. 

III.- Un Estado laico. 

IV.- La Paz: un objetivo, un camino, una cultura, un aprendizaje, un Derecho y un Deber. 

V.- El protagonismo de la Educación, la Investigación y las virtudes cívicas que deben informar los derechos y deberes ciudadanos así como el funcionamiento de las administraciones públicas: Austeridad, rigor y primacía de lo público. 

VI.- Un Estado Federal. 

Y VII.- Una Europa Federal. 

 

La actualidad está demostrando que una UE sin unidad es un simple mercado único sin peso en la política internacional. 
La unidad de Europa: económica, social y política, Europa necesita de un proceso federal constituyente en torno a cinco sujetos: 

Los parlamentos nacionales. 

El parlamento europeo 

El Consejo Europeo 

La Comisión Europea y sobre todo 

Los pueblos de Europa. 

 

¿Cómo?

La III República no existirá si no comenzamos lo que se llama un Proceso Constituyente que parta de la ciudadanía y vaya generando el apoyo suficiente en torno al proyecto. Para mejor situar dicho proceso se deben hacer una serie de consideraciones. 

La diferencia existente entre lo que se llama Constitución Formal y Material es la misma que hay entre el texto con su articulado y los poderes y fuerzas que la hacen posible o imposible de cumplir. El proceso constituyente que se propone consiste en ir construyendo Constitución Material a la vez que se debate sobre la Formal. 
El Proceso Constituyente debe partir de una idea clave: la ciudadanía es el sujeto primordial de la Política, sobre todo en esta tarea. Los partidos políticos y otras organizaciones están para ayudar a esta tarea. Y lo deben hacer con sus militantes (que obviamente son ciudadanos), sus infraestructuras, su experiencia y sus aportaciones políticas tanto teóricas como institucionales. 
El objetivo es conseguir que la futura Constitución se vaya elaborando en sus líneas maestras a través del debate ciudadano. En la medida que sus líneas y ejes vertebradores tengan el respaldo la República se irá abriendo paso. 
En consecuencia, la República y el Proceso Constituyente que conduce a ella tienen como referencia su factibilidad como Alternativa Ética de Estado. 
El debate no debe comenzar con ningún pie forzado. Esta propuesta es sólo eso, una propuesta para iniciar la discusión y la concienciación en lo concreto. Ni siquiera la bandera, el himno o el nombre (española, hispánica, ibérica) puede darse como algo terminado o indiscutible. 
Sugiero que como primera medida se deben organizar unos Estados Generales de la República, abiertos a la ciudadanía pero bien preparados, a fin de lanzar la idea. 
Esta actividad no puede programarse si antes no lo están el resto de las actividades y en función de los resultados de los Estados Generales. De la III República. 

Para terminar someto a consideración la siguiente definición de Republicanismo: 

El Republicanismo no parte de una teoría de la identidad política vinculada a los intereses de la propiedad ni al papel del mercado como instrumento garante de la cooperación social y política de los mismos. El Republicanismo de origen maquiaveliano ensalza, al contrario que el liberalismo, la vida civil de ciudadanos activamente comprometidos con la construcción y defensa de una comunidad política libre. La energía que impulsa la vida civil no es aquí a la manera liberal, una defensa de los intereses individuales, sino una vocación de servicio público determinada por la virtud cívica”

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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