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SIGUE EL TORMENTO
El sueño no constituye en la Lubianka un descanso reparador del organismo, sino todo lo contrario. La falta de espacio obliga a tener las piernas constantemente encogidas. A pesar del frío, y so pretexto de impedir que el preso pueda hacerse el hara-kiri -¿con qué?-, hay que tener durante toda la noche los brazos descubiertos, bien visibles, situados a los lados del cuerpo.
Y hay que mantenerse siempre en la misma postura, con la cara dirigida hacia el espantoso agujero de la puerta y el ojo humano, que ha acabado clavándose en el cerebro, aún en sueños. Si se cambia levemente de posición, entra el guardián y despierta al preso a golpes.
Añádase a estos suplicios los de la luz. Durante toda la noche cae sobre los presos una luz demasiado viva, que hiere los párpados y les molesta incluso cuando se duerme.
¿Dormir? Con todas esas obsesiones no se logra dormir plenamente, y cada mañana se siente un mayor cansancio, un entorpecimiento progresivo, la desintegración física y moral…
Van hundiéndose los ojos, cobra el rostro una palidez cadavérica y, al mismo tiempo, se empieza a sentir un inmenso vacío interior, como si se fueran succionando toda la sustancia vital.
ANÁLISIS PSICOLÓGICO
Cada semana se recibe la visita de un comandante médico, acompañado por tres o cuatro oficiales; todos pertenecen a la NKVD.
Con exquisita amabilidad interrogan a cada preso sobre su estado de salud y le preguntan si desea hacer una instancia respecto a la comida o escribirles a los familiares.
La Lubianka es una tumba en vida; a ningún preso le está permitido comunicarse con su familia.
Se trata de observar sus reacciones, sus debilidades, su estado de madurez para lo que se va a exigir de él.
Todas estas observaciones -lo mismo que las de los guardianes y las de toda persona oficial con la que se está en contacto en la Lubianka- son comunicadas al juez o a los instructores.
Todo está diabólicamente combinado para acabar con el individuo y convertirlo en una masa maleable.
Los interrogatorios se hacen siempre durante la noche. La noche ha sido en todos los tiempos la aliada de los inquisidores.
A las nueve te han permitido acostarte; a las nueve y veinte minutos o las nueve y media, cuando se empieza a conciliar el sueño o se duerme ya, entran dos guardianes en la celda, te despiertan brutalmente y te conceden dos minutos para vestirte.
Te sujeta después cada uno de los guardianes por un brazo y te conducen de prisa a lo largo del inmenso corredor.
Un ascensor, otro corredor, otro ascensor, otro corredor.
Diríase que te llevan extrañamente lejos, fuera del mundo viviente.
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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