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Está claro que Catalina la Grande, como las monedas, tiene dos caras. La cara política, de reina y de emperatriz, que es la que pasa a la Historia, y la cara de la mujer enferma del sexo, que es la que queda para la intraHistoria… Y está claro que si contemplamos la cara política el reinado de Catalina la Grande fue un éxito total ya que durante los 34 años duplicó los territorios de Rusia y la subió a la altura de las grandes potencias europeas y americanas.
Por contra, si nos centramos en la otra cara, el resultado puede ser hasta triste, ya que triste resultó la vida de una mujer que llegó a tener, ella misma lo confiesa en sus memorias, más de 100 amantes.
Pero, aunque solo sea para divertir al lector hoy me complace comenzar este capítulo con la historia de la condesa Praskovya Bruce, que era «l’éprouveuse«, es decir la «catadora de amantes»… ¿y qué función tenia la «catadora de amantes»? se preguntará el lector. Según algunos biógrafos la famosa condesa tenía que acostarse antes con los posibles amantes de la emperatriz para comprobar si podían ser del agrado de la emperatriz.
…. Y para que no crean que es un invento, les reproduzco unas notas sobre la señora condesa:
La condesa Praskovya Aleksandrovna Bruce fue una dama de honor rusa y noble , confidente de Catalina la Grande .
Era hermana del mariscal Pyotr Rumyantsev y estaba casada con el conde James Bruce , gobernador de San Petersburgo .
Se convirtió en la dama de honor de Catalina poco después de la llegada de Catalina a Rusia en 1744, y continuó siéndolo después de la elevación de Catalina al trono en 1762. Fue descrita como una mujer atractiva, la «mano derecha» de Catalina. La emperatriz la llamó «Brussja» y le confió sus asuntos personales más íntimos. Decía de ella que era «la persona a la que puedo decirle todo, sin miedo a las consecuencias», y se la describe como su confidente más íntima en sus asuntos privados.
Bruce es mejor conocida en la historia como » l’éprouveuse «, por el papel que supuestamente desempeñó en la vida amorosa de Catalina. Según la leyenda, Bruce debía «probar» sexualmente a los posibles amantes antes de que se convirtieran en los amantes de Catalina, después de que Potemkin los hubiera sugerido , elegido por Catalina y examinado por un médico. Este mismo papel se le ha atribuido a su sucesora como dama de honor, Anna Protasova. Es una historia bien documentada.
En 1779, Catalina la sorprendió un día con su amante Ivan Rimsky-Korsakov y eso significó la ruptura y no solo con ella sino también con el amante, que fue enviado al exilio y la condesa volvió a vivir con su cónyuge. Fue despedida como dama de honor y reemplazada por la condesa Anna Stepanova Protasova.
La Protasova era hija del senador Stepan Feodorovich Protasov y Anisya Nikitishna, de soltera Orlova, y prima de Alexej Orlov, con quien tenía una relación de pareja. Era la madre adoptiva de un par de niñas que se rumoreaba que eran hijas de Orlov y de la emperatriz. Y fue en 1785 cuando pasó a ocupar el puesto de «catadora de amantes» y a partir de ese momento fue la compañera inseparable de Catalina, incluso en sus viajes y travesías.
Pero, la «biografía erótica» de la Gran Catarina, la zarina que hizo más grande que nunca Rusia es ciertamente impresionante. «Fue igual de licenciosa que otros zares, pero debió andarse con cuidado al ser extranjera. Fue muy abierta a la hora de que la aristocracia supiera quienes eran sus amantes porque quería evitar que surgieran rumores peores» asegura el autor de «Los Romanov». Según el biógrafo Montefiore Catalina fue una monógama obsesiva que cuando se encaprichaba con un amante se volvía incluso agresiva. Aunque ella decía «Nunca creí que fuera una belleza, pero mi fuerte era ser agradable con todos» y además los exprimía hasta grados increíbles, tal ve por ello sus regalos cuando prescindía de ellos eran escandalosos.
No obstante, fue a partir de 1760 cuando comienza el «romance» con Grigori Orlov, un teniente herido tres veces en combate, de estatura gigantesca y rostro angelical. «Un hombre sencillo y franco sin demasiadas pretensiones, afable, popular, bien humorado y honesto», con el que tuvo también un niño, Alexéi, que fue escondido en casa de uno de sus cortesanos.
Y fue el Orlov y sus hermanos los que en 1762 le ayudaron a apoderarse de la Corona imperial, porque fue uno de ellos, Pietr Orlov, quien acabó dándole muerte al marido, o sea, al zar Pedro III. A partir de ese momento la soberana actuó con «dientes de lobo y cola de zorro» al decir de los propios cortesanos. El Orlov mayor llegó a tener sus aposentos incluso, encima de la cámara de la zarina y se mostraba tan cariñosa con él, que los cortesanos comenzaron a llamarle el pequeño zar de Catalina.
No obstante, la más rancia aristocracia rusa advirtió a Catalina de que sería imposible formalizar aquella relación si quería mantener la Corona. Orlov, que se colmó de privilegios con el romance, fue objeto de varios intentos de asesinato dada su posición política. Pero, al final, fue la zarina la que se cansó de él, de lo limitado de su inteligencia y de sus maneras torpes. Su lugar lo ocupó Grigori Potemkin, que los hermanos de Orlov habían alejado de malas maneras de la Corte (se dice que le arrancaron el ojo izquierdo con este fin) para evitar que sedujera a Catalina.
A su vuelta a palacio, este cortesano de ascendencia polaca, apodado el «cíclope», fue ganando prestigio militar en paralelo a su amor con la zarina, a la que enamoró de una forma un tanto enfermiza:
«Cuando estoy contigo, no doy ninguna importancia al mundo. Nunca he sido tan feliz«.
Potemkin compartía con Catalina la pasión por el arte y la cultura. Su relación fue probablemente formalizada por algún rito en 1774, en tanto se califican a partir de entonces mutuamente como «querido marido» y «querida esposa», aunque no tuvieron un matrimonio como tal. El ocaso del amor llegó porque ambas personalidades también eran muy distintas. Catalina era ordenada, germánica, mesurada y fría, mientras que Potemkin era desordenado, eslavo e impulsivo.
Al final también Potemkin fue suplantado, pero, según los biógrafos, no solo nunca perdió sus buenas relaciones con Catalina sino que incluso llegó a ser el seleccionador de sus amantes.
O sea que el trío era: Catalina sugería, Potemkin seleccionaba y la condesa Protasova probaba.
Cada amante que pasaba por su cama, eso sí, se marchaba con los bolsillos llenos de rublos y un mote que le ponía el «consorte» Potemkin. Al amante Yermólov le apodó el «negro blanco» y le despacharon con un pago de 130.000 rublos en el verano de 1786. Al amante Mamónov , le llamaron «el señor Casaca Roja» y al despedirlo, y por su buen comportamiento en la cama, según la propia Catalina, se le regaló un condado con 27.000 siervos a su servicio.
Y llegamos al príncipe Platón Zúbov, el extravagante, el ultimo amante, que tenia 40 años menos que ella y que resultó ser el más caprichoso de todos. El joven Zúbov, de 22 años, apodado «El Negrito», inició una relación con Catalina cuando esta estaba gorda, con las piernas hinchadas, aquejada de dispepsia y flatulencia. Un abismo físico y de edades que, lejos de intimidar a la brava Catalina, vino después de descartar al hermano pequeño de Zúbov, de 18 años, apodado «El Niño«.
Platón Zúbov se impuso a su hermano. Y, a la muerte de Potemkin, que falleció en 1787 durante las negociaciones de paz con Turquía, Zúbov también asumió todo el protagonismo político. Mientras le empolvaban y cepillaban el cabello, Zúbov atendía cada mañana a los ministros con innumerables palabras técnicas para disimular que el cargo le quedaba demasiado grande. El «jefe de todo», engreído e inútil, fue colmado de cargos por una zarina a la que los años le habían hecho algo sensiblera.
Muchos historiadores han estudiado y escrito sobre las extrañas costumbres sexuales de la emperatriz. Se sabe que Catalina de Rusia tenía su propia ‘habitación erótica’. Esta estancia estaba decorada con cientos de elementos pornográficos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo de soldados soviéticos encontró la habitación dentro del palacio Tsárskoye Seló.
Una de las paredes estaba decorada con falos de madera de diferentes formas, también había muchos muebles, sillas y escritorios con representaciones de escenas pornográficas.
La estancia causó tal impacto entre los soldados, que dedicaron unas horas a tomar decenas de fotografías de su interior y detalles. Lo malo es que muchas de estas imágenes se perdieron en medio de la contienda.
La colección de arte erótico de la familia imperial Romanov era conocida desde comienzo del siglo XX pero nunca se mostró al público. Gran parte de las obras se perdió en 1950.
La leyenda dice que Catalina la Grande falleció a los 67 años luego de ser penetrada por un caballo, pero la versión oficial asegura que murió de apoplejía fulminante
Sin embargo, y volviendo a la cara buena de Catalina, la emperatriz fue ciertamente grande, casi hasta superar la de Pedro el Grande. Venció a los turcos y conquistó Crimea y el Mar Negro, que era la salida del Imperio al Mediterráneo. Sumó también el Cáucaso Norte, Ucrania, Violo Rusia, Lituania, Estonia, ¡he incluso Alaska!
En resumen Catalina fue una monarca digna de su apelativo «la Grande».
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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