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No tengo miedo a morir, pero me jodería que me mataran. (Juanan, Marzo 2020)
 
Pues esto es ni más ni menos lo que estoy seguro que piensan muchos españoles, haciéndolo extensible a lo que significan nuestros padres y abuelos para nosotros. Es natural que entierre a mis padres y mucho más normal que tenga que asistir a los funerales de mis abuelos, pero esa forma tan natural de enfrentarse a la vida, jamás se tendría que ver adulterada por la negligencia de nadie.
 
No me creo diferente a nadie a excepción de las muchas veces que cada día, me tengo que enfrentar, coincidir o cruzar con alguien que pertenece a la especie de los imbéciles, que lejos de estar en peligro de extinción y para nuestra desgracia, prolifera tan rápido como cualquier otra epidemia. Pero a momentos, hay que ver y sobre todo sentir un poquito más allá y ser lo más justo posible, cuando nos enfrentamos a situaciones como la que vivimos en la actualidad.
 
Evitar muertes es lo prioritario por encima de todas las cosas y sobre todo, ese interés debe de primar por encima de cualquier aspecto negativo de índole económica. Dicho esto, no podemos dejar de pensar el término colateral como una realidad, pero no en este caso. Hay que aclarar que víctimas colaterales no son el grupo de muertos que genera un gobierno por una negligencia, como con la que el gobierno está hoy en día arrasando a la población geriátrica. Una víctima colateral es el pago que hacemos como administración en una situación muy comprometida, con una única y consensuada finalidad, que no es otra que salvar otras vidas o la estabilidad de cierto tipo de sistemas u organismos.
 
Avanzando más en el término colateral, tengo que decir algo que no todo lector va a entender y que está relacionado con las víctimas que la banda terrorista ETA dejó en España sobre todo desde los años en que teníamos una capacidad clara de erradicarla. El muerto del 2010, los tres del año anterior, los cuatro de 2008 y los creo tres que nos hicieron en el 2007 y los dos de 2006, son víctimas colaterales por ser totalmente evitables a la vez que necesarias, entendiendo el término necesarias, dentro del discurso de la poliorcética, ya que no podría pronunciarse en ninguna otra conversación. Nunca hay víctimas necesarias. De esto habrá algún día un libro que si nadie se atreve a escribir, lo tendré que hacer yo. ¡Para eso quedan 20 años, suponiendo que me haga falta mucho dinero!
 
Los muertos de la actual crisis del coronavirus son evitables desde cualquier punto de vista, cuando hablamos de la capacidad de convocatoria tiene cualquier gobierno, siempre por la vía de la imposición, por ser esta la única manera de contener y erradicar, lo que sea, con las menores muertes posibles.
 
Por tanto, queda claro, el porque vamos a morir cuatro o cinco veces los que en el mejor escenario posible y con las mejores medidas de contención tomadas por un hipotético perfecto gobierno, se producirían. Levantemos la mano y entendamos la humanidad y el error intrínseco a cualquiera, que como persona desempeña sus funciones en el puesto de poder. ¿Podríamos incluso así salvar a la mitad de los que vamos a enterrar?
 
Después de todo esto y con un gobierno mediocre que tome medidas tardías y ramplonas, que se encuentra visiblemente asesorado por individuos de medio pelo sin conocimiento de causa, todavía nos queda entrar en la negligencia de los grupos de poder. Manifestaciones y mítines, Izquierda y Derecha, feminismo frente a lo más clásico, PSOE, UP, VOX, todos son culpables de cada una de las muertes producidas en el país por el coronavirus. Y son culpables y siempre lo serán por una sencilla razón, que todos vamos a entender y que pasa por que nunca sabremos qué hubiera pasado si no se hubieran producido esas reuniones masivas, otras menos conocidas, si se hubieran tomado medidas diez días antes y cuando ya se tenía todo el conocimiento del estado del virus y lo podíamos comparar con el recorrido que artificialmente somos capaces de crear como guerra biológica y programada y un largo etcétera de cosas no hechas, de ordenes no dadas y lo mejor de todo, es que se han hecho – dejado de hacer – a la vez que se ha sacado pecho.
 
La Justicia Divina debería de encausar a todos y cada uno de los políticos, epidemiólogos y periodistas que han tomado medidas o han incitado al odio, por encima de la vida de todos nosotros.
 
Y repito que no tengo miedo a morir, me da exactamente igual que sea hoy que mañana. Sufriré el día que tenga que enterrar a mis padres y solo aceptaría que me matara la propia muerte de uno de mis hijos, pero que me maten por cualquier otra causa, me jodería.

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